Las defendía en Barajas Bernardino León, secretario de Estado de Exteriores, al recibir a Raúl Rivero: “Se está creando un clima nuevo en Cuba, y los hechos lo están probando". Nada más lejos de la realidad. Los hechos están probando que el régimen de Castro tiene la intención de que todo continúe igual. Eso sí, sin la incómoda presión internacional.
Raúl Rivero ha declarado en infinidad de ocasiones su intención de quedarse en Cuba y escribir sin mandato. Nadie con un ápice de sensibilidad puede considerar un exilio forzado como un éxito, sino todo lo contrario. Es cierto que la expatriación supone un aliento para una persona que nos ha dado un ejemplo de dignidad, coherencia y valentía, pero es un síntoma evidente de que, de clima nuevo en la Isla, poco.
Poco o nada está cambiando en la Isla, aunque con vendas en los ojos digan otra cosa los quieren seguir –en un diálogo de sordos– negociando con Castro. En eso están todos de acuerdo: los disidentes del interior, los cubanos en el exterior y el mismo Gobierno cubano.
Así lo manifestaba lleno de orgullo el ministro de Relaciones Exteriores castrista, Pérez Roque, en su reciente visita a España: nada ha cambiado. En Cuba no ha habido liberaciones; "se trata de licencias extrapenales que concedieron los tribunales por motivos de salud y que nosotros aceptamos". Conociendo la afición de este sujeto al griterío, se puede decir más claro pero no más alto.
La situación en Cuba continúa siendo dramática, alarmante. Sigue la ley del embudo; así, el régimen excarcelaba a 14 presos políticos, pero detenía a otros 21. Se repiten las denuncias de malos tratos, las golpizas y los actos de repudio para reprimir a una sociedad civil cada vez más deseosa de ver cambios democráticos; los cubanos siguen sufriendo un apartheid turístico que les impide disfrutar de sus propias playas y hoteles, y los trabajadores siguen viendo cómo son violados sus derechos laborales dentro y fuera de Cuba. ¿Quién se cree que allí está surgiendo un nuevo clima?
Pero tal vez lo más preocupante es que la capacidad represiva del régimen comunista pueda estar traspasando sus fronteras para intimidar a un médico cubano en España. Hace unos días Milvio Ramírez López, perseguido por la Seguridad del Estado castrista, se precipitó por una ventana en Argelia. En su camino a La Habana tuvo que hacer escala en Madrid, y a través de unos amigos solicitó asilo político y transmitió temores fundados sobre su futuro.
Sin embargo, la sombra de Castro es alargada. Quiere quebrar voluntades, y probablemente pueda con la de un médico en clara situación de dependencia si las autoridades españolas no garantizan su seguridad y la de su familia ante el acoso de la Embajada de Cuba en Madrid. De momento, nada.