Ese diálogo, y las dos batallas que paralelamente nos han impuesto desde Gaza y el Líbano, conforman una mandala para entender la región. Con ese objeto proponemos la siguiente tabla cronológica, que no hace alarde de demostrar la doctrina de Nietzsche pero al menos refleja el eterno retorno mesooriental.
1) Árabes atacan judíos.
2) Los judíos se defienden.
3) Los medios de difusión describen la defensa como una caprichosa agresión y, como soslayan el ataque original, generan una opinión pública que ve al judío como victimario.
4) La complacencia del europeo medio acepta esa versión, que disipa todo remordimiento por deudas morales para con el pueblo judío.
5) Consecuentemente, la Unión Europea o sus cancillerías critican la defensa israelí, cuando menos por desmedida (Rafael Simancas y los incurables progres que se alían a los diversos "partidos de Dios" islamistas ignoran que "desmedido" es aquello que con menos fuerza puede cumplir con su objetivo).
6) Los regímenes árabes se ven así estimulados a continuar con la agresión y la justifican con la más repetida y paradojal de todas las mentiras: nos atacan debido a la autodefensa israelí.
7) La ONU, habitualmente cautiva de las petromayorías islámicas, condena a Israel.
8) Los portavoces árabes pasan a declamar cómo sufren sus pueblos, que anhelan sólo "recuperar sus derechos", sin detallar que jamás gozaron de esos derechos, ni que están privados de ellos en todos y cada uno de sus regímenes –la fuente primordial del sufrimiento.
9) Los europeos sofistican la farsa general elevando al estatus de expertos y protagonistas a judíos marginales que odien a Israel, a quienes premian, ensalzan y presentan como adalides de la justicia (Vargas Llosa se destacó últimamente al adoptar como gurú a Ilán Pappe, comunista que propone desmantelar el Estado judío).
10) Las cosas se complican, pero, para despejar la turbiedad, árabes atacan judíos.
La secuencia viene repitiéndose desde hace varias décadas, detalle más o menos, y no podrá romperse el ciclo vicioso si no se anula el punto 1, aun cuando hay otras vías que atenuarían el eterno retorno. Por ejemplo, si se restara la fase 5 podría modificarse la 6, y así sucesivamente en las distintas etapas del algoritmo.
Hay pasos promisorios en esa dirección. Uno lo dio el presidente egipcio, Hosni Mubarak, cuando pidió a su colega sirio Asad (11-7-06) que expulsara de su territorio al jefe islamista Khaled Mashal, porque "Hamás sólo traerá destrucción al Oriente Medio, incluido el régimen sirio".
La afirmación es revolucionaria: pareciera sugerir, por primera vez en un millón, que Israel no es culpable de la escalada bélica. Sorprendentemente, un líder árabe observa el fragor de la batalla entre el ejército hebreo y la Autoridad Palestina regida por el Hamás y, en lugar de endilgarle todos los males al "monstruo sionista", ha optado en esta ocasión por dirigir su dedo acusador contra las fuerzas del terror islamista que vienen jaqueando al mundo entero con Israel como blanco predilecto. Incluso la versión oficial saudí criticaba "las improvisadas aventuras" de Hezbolá.
Dos lecturas fallidas de la tabla
Para una correcta lectura de la tabla de sucesión de eventos deben evitarse dos frecuentes errores. Uno es suponer que las fases 3 y 4 de la cadena se deben a que "Israel es el fuerte", y previsiblemente la gente se identificará con el débil. El trillado argumento de que "si eres más débil siempre tienes razón", además de inmoral, es falso. El líder checheno Shamil Basayev lo puso en evidencia esta semana, cuando fue muerto por el Ejército ruso (10-7-06): los medios celebraron el fin del terrorista, a pesar de que Rusia es abismalmente más fuerte que sus separatistas.
Muy en contraste, cuando Israel mató al jeque Ahmed Yasin (22-3-04) –cuyo prontuario difería del de Basayev solamente en que sus víctimas eran eminentemente judías– los medios clamaron contra la "brutalidad israelí", que se había descargado contra "un líder espiritual". El más grosero en su judeofobia fue el diario griego Eleftherotypia, que publicó una caricatura (27-3-04) en la que una mujer preguntaba: "¿Por qué el Gobierno judío mató a un líder religioso?", y le respondían: "Estaban practicando para las Pascuas". O sea, que el judío puede zigzaguear entre homicida y deicida, pero matar, siempre mata. Lo declaró Mikis Theodorakis, con nazi y pública claridad: "Los judíos, carentes de historia, son la raíz del mal". Habíamos escuchado ese argumento en el pasado.
El segundo error es peor aún: consiste en negar a la fase 1 del algoritmo su estatus de proceso inicial, disfrazando la agresión árabe de "reacción contra la ocupación" y omitiendo así el teorema de que el terrorismo árabe precede a toda ocupación.
Antes de la Guerra de los Seis Días (1967), en la que Israel tomó los territorios que fingen reclamar, nos mataban. Antes de que siquiera hubiese Estado judío (1929) aniquilaron a la comunidad hebrea de Hebrón; sin pausa y por décadas nos mataron y violentaron. Hace tres siglos incendiaron la sinagoga de Jerusalén (8-11-1720), presumiblemente debido a la ocupación de 1967.
Los árabes se apropiaron del sitio durante un siglo, hasta que una nueva ola inmigratoria israelita lo recuperó, en 1816 (vaya este dato para los que creían que la masiva inmigración judía a Palestina no comenzó hasta el Holocausto). Tampoco se sabe que en el año 1474 unos árabes destruyeron la sinagoga del barrio judío, acaso previendo que medio milenio después Israel los "ocuparía".
Es que si esa previsión no fuera la causa, quizá el motivo por el que atacan sin escrúpulos es sencillamente que las sociedades totalitarias arremeten para destruir a un mundo libre con el que no pueden competir. Atacar es el medio de los déspotas para perpetuarse en el poder. Lo han explicado magistralmente, entre otros: Hayek en economía, Hannah Arendt en sociología, Ayn Rand en las letras.
Como no median intereses económicos que justifiquen las incursiones hebreas en Gaza y el Líbano (todo lo contrario), aquellos que desestiman las necesidades de Israel de protegerse echan mano al único causal posible que encuentran para sus operativos: una intrínseca perversión de los judíos. Para llegar a esta conclusión basta con nunca preguntarse si los palestinos cumplen con su obligación de desarmar al Hamás, o si los libaneses cumplen con su obligación de desarmar al Hezbolá: es más fácil arribar sin preguntas a la sabia conclusión de que a nosotros nos encanta invadir. Así es como la judeofobia termina siendo necesaria para fundamentar el antiisraelismo.
Hoy, Gaza y el Líbano son un microcosmos de la guerra contra Israel, que en la historiografía europea ha dado en llamarse "conflicto de Oriente Medio" o, peor aún, "conflicto palestino-israelí". Esta denominación se obstina incluso cuando amenazan borrarnos del mapa los ayatolás responsables de los dos peores atentados terroristas que se perpetraron en Argentina (este país, que hace rato debería haber cortado toda relación diplomática con Irán, por el contrario acaba de impulsar el ingreso al Mercosur del principal apólogo de los ayatolás en Hispanoamérica).
Como en Zaratustra y en los cuentos del genial Borges, el eterno retorno es parte del Oriente Medio. Su causa original por ahora no puede apagarse, pero no perdamos las esperanzas de que el ciclo sea quebrado en los puntos 3, 4 ó 5 por una Europa más despierta. Su despertar anunciará la paz por sobre las presentes tinieblas.
Gustavo D. Perednik es autor, entre otras obras, de La Judeofobia (Flor del Viento), España descarrilada (Inédita Ediciones) y Grandes pensadores judíos (Universidad ORT de Uruguay).