Menú
IBEROAMÉRICA

¿Costa Rica o Costa Pobre?

La primera vez que ejerció la presidencia de Costa Rica, Óscar Arias ganó el Nobel de la Paz (1987) por ayudar a negociar el fin de las guerras civiles en América Central. Luego de una larga ausencia, fue elegido nuevamente, con un minúsculo margen, y ahora afronta el reto de revitalizar la economía de su país en lugar de preocuparse de los problemas de sus vecinos.

La primera vez que ejerció la presidencia de Costa Rica, Óscar Arias ganó el Nobel de la Paz (1987) por ayudar a negociar el fin de las guerras civiles en América Central. Luego de una larga ausencia, fue elegido nuevamente, con un minúsculo margen, y ahora afronta el reto de revitalizar la economía de su país en lugar de preocuparse de los problemas de sus vecinos.
Óscar Arias.
Costa Rica goza de un clima ideal, de bellas montañas y estupendas playas, tanto en el Caribe como en el Pacífico. Su gente es educada, amable y simpática, razón por la cual atrae a muchos turistas y a personas retiradas. Ha sido una democracia durante la mayor parte de su historia, y se enorgullece de su sistema de salud y de tener una sociedad civil pacífica. Sus tierras son fértiles, y varias empresas de alta tecnología, como Intel, se han establecido en el país.
 
A pesar de todas esas ventajas, la inflación es alta (12% el año pasado) y los salarios son bajos: los ticos tienen una cuarta parte del poder de compra de los asalariados en Estados Unidos. La pregunta es: ¿por qué los costarricenses no ganan a la par de los norteamericanos y europeos, dadas su educación y ventajas naturales? La respuesta es que sufren de excesivo estatismo burocrático y de mucha corrupción.
 
Costa Rica ocupa el puesto 46 en el Índice de Libertad Económica, y el 51 en corrupción. Hay excesivas regulaciones que socavan el respeto por la ley y fomentan la corrupción. El sistema impositivo es excesivamente complejo y está mal administrado; además, las altas tasas de impuestos son contraproducentes.
 
La economía se ve frenada por una gran cantidad de monopolios estatales, entre los que se cuentan los que afectan a la electricidad y los teléfonos. Por la ausencia de competencia, el servicio de celulares es inferior. Los bancos estatales socavan la integridad del sistema financiero. El conflicto de intereses es obvio cuando el árbitro y el dueño son el mismo. El Gobierno costarricense es dueño del monopolio de seguros, lo cual contradice la razón de ser de los seguros, que es la diversificación de los riesgos. Ese monopolio concentra los riesgos y reduce el nivel de servicio, lo cual siempre sucede con las empresas del Estado  en todo el mundo. El Gobierno está metido en todo, incluso en el almacenaje refrigerado.
 
Los líderes sindicales y los defensores del socialismo que infecta a Costa Rica insisten en que siguen el ejemplo de los países escandinavos, olvidando que esa región del mundo se hizo rica antes de imponer el Estado de Bienestar y sus políticas de redistribución. Es más, esos mismos países están hoy en día tratando de revitalizar sus estancadas economías, y casi todas las naciones europeas han estado privatizando sus ineficientes monopolios estatales en los últimos 20 años.
 
La buena noticia es que todos los problemas que confronta Costa Rica han sido resueltos en otros países durante las últimas dos décadas. Muchos se refieren a Costa Rica como la Suiza de América Central; si la analogía es correcta, bien vale la pena analizar e imitar las razones del éxito suizo.
 
El presidente Arias debe utilizar su reputación y habilidades diplomáticas para instrumentar una verdadera reforma impositiva, reduciendo las tasas de impuesto y la complejidad del sistema tributario, en lugar de promulgar el anunciado impuesto a las ganancias de capital, que diezmaría los mercados de capitales e inmobiliario. Además, debe desregular y desburocratizar el país, proceder a una reforma monetaria, privatizar las empresas estatales y acabar con la corrupción y los robos a la propiedad privada.
 
Si tiene éxito, será nuevamente un héroe nacional; pero si no lo hace su reputación se evaporará.
 
 
© AIPE
 
Richard W. Rahn, director general del Center for Economic Growth y académico asociado del Cato Institute.
0
comentarios