Ahora bien, es mucho más intrigante el caso de Ruptura 25, un grupo de jóvenes idealistas de centro-izquierda y ministros de estado que en el pasado defendieron ardorosamente la democracia pero hoy siguen respaldando con ahínco a alguien con claras tendencias autoritarias y totalitarias. La explicación radica en lo que los psicólogos sociales llaman disonancia cognitiva. No es una condición sicopática, como la esquizofrenia o el narcisismo, sino otra de las muchas complejidades de la naturaleza humana.
Se llama disonancia cognitiva a una situación de tensión que ocurre cuando una persona se encuentra con cogniciones (ideas, actitudes, creencias, opiniones) que son sicológicamente inconsistentes. La disonancia produce desasosiego, que va desde una inquietud menor hasta la angustia profunda. Para aliviar el malestar, la persona busca reducir la disonancia, y muy a menudo cargando contra un tercero. Hay quien rompe una botella y dice que la culpa es de la propia botella y hay alguien y hay quien urde elaboradas justificaciones, como el protagonista de Crimen y castigo antes de matar a la vieja prestamista.
El que evade impuestos reduce la disonancia culpando al gobierno: son demasiado altos, se desperdician, otros evaden más que yo; el adúltero culpa a la esposa: es fría o frígida, no me entiende, es vana, gasta demasiado; el deudor que incumple culpa al prestamista: es un usurero, me dio plazos muy cortos, gana más que suficiente y puede enfrentar la pérdida... Es decir: cuando nos sentimos culpables acallamos la conciencia culpando a otros.
¿Cómo explicar que Correa, con un doctorado en economía, no quiera aceptar que sus políticas económicas han aumentado el desempleo? ¿Y que los que más sufren, los pobres –a quienes dice favorecer– no puedan encontrar trabajo? ¿Cómo explicar que no entienda que a mayor desocupación, mayor delincuencia, o que ha despilfarrado miles de millones de dólares sin obtener apenas resultados? ¡Ah! Es que la culpa no es suya. Son los periodistas, los políticos, inclusive sus mismos ministros; mañana lo serán hasta sus propios encuestadores. Pareció que iba a aceptar sus equivocaciones en su reunión con indios y maestros, pero al día siguiente regresó a su estilo belicoso, insultador, humillante. Esto es precisamente lo que predice la disonancia cognitiva.
Esto también nos permite explicar el comportamiento de los de Ruptura 25 y otros supuestos demócratas allegados al gobierno. No tienen la valentía de enfrentar sus errores y racionalizan su continua participación en la revolución ciudadana porque es un "proyecto político" que va más allá de la coyuntura correísta. La disonancia cognitiva también predice que mientras más nebulosas y ambiguas sean las excusas, más fácil es la reducción de la disonancia. Se sienten más tranquilos porque la constitución de Montecristi consagra un modelo de democracia participativa, porque los atropellos que comete Correa son "necesarios" para refundar la república o porque el socialismo del siglo XXI se hace al andar, aunque nadie sabe lo que es. Como si las buenas intenciones fueran suficientes para no ir hacia donde indica la sabiduría popular.
Pero no es suficiente silenciar las voces interiores de la conciencia, hay que callar también las voces de la conciencia social: la prensa independiente. Por eso los tiranos buscan intimidar y amordazar a los periodistas, si es posible legalmente: así no soy yo, sino la ley.
Consecuentemente, no van a cambiar. No tienen la valentía ni la integridad moral que necesitarían para modificar el rumbo. No obstante, también hay que hacerse la pregunta: ¿hasta qué punto esa mayoría de ecuatorianos (superior al 50%) que todavía apoya a Correa y a la revolución ciudadana ha caído también en la trampa de la disonancia cognitiva?
© AIPE
FRANKLIN LÓPEZ BUENAÑO, profesor adjunto en la Universidad de Tulane (Nueva Orleans).
Se llama disonancia cognitiva a una situación de tensión que ocurre cuando una persona se encuentra con cogniciones (ideas, actitudes, creencias, opiniones) que son sicológicamente inconsistentes. La disonancia produce desasosiego, que va desde una inquietud menor hasta la angustia profunda. Para aliviar el malestar, la persona busca reducir la disonancia, y muy a menudo cargando contra un tercero. Hay quien rompe una botella y dice que la culpa es de la propia botella y hay alguien y hay quien urde elaboradas justificaciones, como el protagonista de Crimen y castigo antes de matar a la vieja prestamista.
El que evade impuestos reduce la disonancia culpando al gobierno: son demasiado altos, se desperdician, otros evaden más que yo; el adúltero culpa a la esposa: es fría o frígida, no me entiende, es vana, gasta demasiado; el deudor que incumple culpa al prestamista: es un usurero, me dio plazos muy cortos, gana más que suficiente y puede enfrentar la pérdida... Es decir: cuando nos sentimos culpables acallamos la conciencia culpando a otros.
¿Cómo explicar que Correa, con un doctorado en economía, no quiera aceptar que sus políticas económicas han aumentado el desempleo? ¿Y que los que más sufren, los pobres –a quienes dice favorecer– no puedan encontrar trabajo? ¿Cómo explicar que no entienda que a mayor desocupación, mayor delincuencia, o que ha despilfarrado miles de millones de dólares sin obtener apenas resultados? ¡Ah! Es que la culpa no es suya. Son los periodistas, los políticos, inclusive sus mismos ministros; mañana lo serán hasta sus propios encuestadores. Pareció que iba a aceptar sus equivocaciones en su reunión con indios y maestros, pero al día siguiente regresó a su estilo belicoso, insultador, humillante. Esto es precisamente lo que predice la disonancia cognitiva.
Esto también nos permite explicar el comportamiento de los de Ruptura 25 y otros supuestos demócratas allegados al gobierno. No tienen la valentía de enfrentar sus errores y racionalizan su continua participación en la revolución ciudadana porque es un "proyecto político" que va más allá de la coyuntura correísta. La disonancia cognitiva también predice que mientras más nebulosas y ambiguas sean las excusas, más fácil es la reducción de la disonancia. Se sienten más tranquilos porque la constitución de Montecristi consagra un modelo de democracia participativa, porque los atropellos que comete Correa son "necesarios" para refundar la república o porque el socialismo del siglo XXI se hace al andar, aunque nadie sabe lo que es. Como si las buenas intenciones fueran suficientes para no ir hacia donde indica la sabiduría popular.
Pero no es suficiente silenciar las voces interiores de la conciencia, hay que callar también las voces de la conciencia social: la prensa independiente. Por eso los tiranos buscan intimidar y amordazar a los periodistas, si es posible legalmente: así no soy yo, sino la ley.
Consecuentemente, no van a cambiar. No tienen la valentía ni la integridad moral que necesitarían para modificar el rumbo. No obstante, también hay que hacerse la pregunta: ¿hasta qué punto esa mayoría de ecuatorianos (superior al 50%) que todavía apoya a Correa y a la revolución ciudadana ha caído también en la trampa de la disonancia cognitiva?
© AIPE
FRANKLIN LÓPEZ BUENAÑO, profesor adjunto en la Universidad de Tulane (Nueva Orleans).