El benjamín de la terna recibió especial atención. Orientado a la oftalmología, casado con una compatriota nacida en Gran Bretaña y aficionado a la internet, Bachar Assad –al igual que Mohamed y Abdulá– no lucía como el típico heredero a un trono árabe. Eran muchos los que albergaban expectativas muy optimistas sobre su persona. A sus ojos, se trataba, indudablemente, de un demócrata.
Los primeros nubarrones surgieron cuando aún no llevaba un año en el poder. Con motivo de una visita del papa Juan Pablo II a Damasco, Bachar afirmó que los israelíes trataban de "matar" los principios de todas las religiones "con la misma mentalidad con que traicionaron a Jesucristo y de la misma forma que intentaron matar al profeta Mahoma".
La Siria de Bachar es como la de Hafez, un Estado policial. La Siria de Bachar es el único país árabe suní aliado con los chiíes que detentan el poder en la República Islámica de Irán. La Siria de Bachar hace las veces de sede de las agrupaciones más radicales de la esfera palestina. La Siria de Bachar patrocina el terrorismo en Irak, Gaza y el Líbano. La Siria de Bachar fue pillada in fraganti construyendo centrales atómicas. Parece que Bachar navegaba en internet por los sitios equivocados.
Ahora, parece que el hijo de Hafez está cambiando. Ha permitido que se establecieran contactos secretos (en Turquía) con los asesinos de Cristo. A fin de cuentas, puede que los optimistas tuvieran razón. Quizá la vocación pacifista del gobernante sirio haya estado oculta durante todo este tiempo tras varias capas de falsa hostilidad.
Ciertamente, en el pasado los sirios han jugado cínicamente la baza de las negociaciones con Israel para mejorar su imagen internacional. Lo hicieron, por ejemplo, en 2003, cuando EEUU les presionaba fuertemente por facilitar el tránsito de yihadistas hacia Irak. También lo hicieron el año pasado, cuando el Consejo de Seguridad les instó a abandonar el Líbano. También recurrieron a ella cuando, luego del asesinato de Rafiq Hariri, Washington retiró a su embajador de Damasco.
Pero ¿no merece la paz una oportunidad? ¿Y que podría ser mejor para alcanzarla que tener soldados sirios e iraníes apostados en los Altos del Golán?
Haciendo gala de un magistral sentido de la oportunidad, la Administración Olmert anunció los contactos el mismo día en que se firmó el Acuerdo de Doha, por el que el Gobierno de Fuad Siniora aceptó la consolidación del poder político de Hezbolá en el Líbano. Se trata de una pequeña palmada en el hombro a los sirios justo cuando están siendo investigados por un tribunal de las Naciones Unidas por su implicación en una docena de crímenes políticos perpetrados en Beirut, de un espaldarazo a un régimen que acaba de terminar de edificar sobre el terreno que bombardeó Israel porque albergaba unas instalaciones nucleares clandestinas. Qué menos podía esperarse de un político que, para gobernar el Estado judío, cree necesario tener un Rolex en la muñeca y un Montecristo en la boca, que fue lapidado por la Comisión Winograd, cuyo índice de popularidad es ínfimo y que ha de hacer frente a cinco investigaciones criminales. Para los políticos, la perpetuación en el poder es un mandato biológico, y si para ello hay que incurrir en gastos que rocen lo nacionalmente irresponsable, pues bueno, el juego es así.
Siria está atravesando un momento político delicado. Durante los próximos meses estará operativo el tribunal internacional encargado de investigar el asesinato, en Beirut, de Hariri. El asesinato de Imad Mughniyeh en Damasco, el pasado febrero, fue un episodio bochornoso para el régimen sirio, si es que no estuvo implicado en él... La incursión israelí de septiembre de 2007 puso de manifiesto la impotencia siria a la hora de hacer frente a un ataque externo. El Encuentro Árabe de Damasco, celebrado en abril, fue un fiasco total y no sirvió sino para aislar aún más al régimen de Assad en el mundo árabe-suní. Etcétera. Puede que Israel haya considerado que, precisamente por la debilidad siria, ha llegado la hora de hablar. Si es ése el caso, Jerusalén debe tener presente que su acercamiento a Siria descansa sobre unas estructuras de arena que se esfumarán en cuanto cambien los vientos políticos de la región.
La expectativa de apartar a Siria de Irán, Hamás y Hezbolá es razonable, pero la esperanza de lograrlo ahora no es realista. Y es que, sencillamente, la paz con Israel no es una prioridad para Assad. Para éste priman la supervivencia de su régimen, el retorno al Líbano y poner freno a las investigaciones sobre la implicación siria en varios de los asesinatos políticos que se han registrado de un tiempo a esta parte en Beirut. Por lo que hace al Golán, Bachar reclama la soberanía siria "hasta Tiberíades".
Israel debe explorar los senderos que conduzcan a la estabilidad, pero sin dejarse engañar por Estados parias que sólo se valen de la paz para ganar puntos ante Washington y Bruselas.
La Siria de Bachar es como es, por mucho que el dictador navegue por la internet.
JULIÁN SCHVINDLERMAN, autor de TIERRAS POR PAZ, TIERRAS POR GUERRA.