
Se habla de medio millón de personas manifestándose en Los Ángeles, unas 50.000 personas en Denver (Colorado), otras 20.000 en Phoenix (Arizona) y de más de 10.000 en Milwaukee (Wisconsin). No es de extrañar que el núcleo de la protesta se concentre en California. Los inmigrantes de origen hispano votan allí mayoritariamente demócrata por la propia actitud del estado de California, con programas de bienestar social dirigidos específicamente a la minoría hispana.
También lo hacen por la actitud de los republicanos. En 1994 el republicano Pete Wilson apoyó la Propuesta 187, que negaba el acceso de los inmigrantes hispanos a los programas estatales de bienestar. Lo hizo además con algunos anuncios de televisión que dejaron huella. Proclamaban de forma sumamente gráfica que los inmigrantes hispanos no habían venido a Estados Unidos a trabajar, sino vivir a costa del Gobierno. Cuando Roosevelt sugirió algo parecido sobre los italianos en 1940, perdió buena parte del voto italo-americano. El Partido Republicano de California, por su parte, nunca se ha recuperado de aquellos errores.
El Partido Demócrata está interesado en la creación de minorías con conciencia de tales, y en promocionar la actitud victimista. Es la tendencia del progresismo en todo Occidente: conseguir formar y articular una alianza de minorías con intereses contradictorios pero unidas por el objetivo común de acaparar los recursos públicos. No desean promover el interés general, sino llegar al poder mediante la ruptura de la unidad del cuerpo electoral. Es la forma de marxismo postmoderno que nos gobierna en España. Su programa teórico: la emancipación de las minorías supuestamente explotadas mediante la voladura del interés general, equiparado con la antigua explotación de la clase dominante.

Los inmigrantes en Texas saben que pueden esperar poco de un Estado con reputación de tacaño en cuanto a los programas sociales. Parecen haber hecho suyas las palabras de un concejal de origen hispano de Chicago, Danny Solis, según el cual los inmigrantes deben rechazar el bombardeo ideológico que intenta convencerlos de que son víctimas del racismo y de la discriminación, un bombardeo al que se les somete cuando llegan a Estados Unidos, y muy en particular en determinadas instituciones.
Una joven norteamericana de origen mexicano, criada en una comunidad predominantemente anglosajona de San Louis Obispo, en California, recuerda que no escuchó la palabra "chicano" hasta que llegó a la Universidad de Berkeley.
Además, los republicanos en Texas, en particular desde los años de gobernador de Bush, se han mostrado siempre favorables a la integración de los inmigrantes de origen hispano mediante políticas de acogida, promoción de los más capaces y acercamiento de las autoridades.
Evitando cualquier política demagógica, pero también cualquier actitud que pueda parecer racista, el Partido Republicano en Texas, y en muchos otros estados, ha logrado atraer al voto de los inmigrantes de origen hispano.

Bush sabe muy bien lo que se juega su partido, y ha propuesto un programa de acogida para los inmigrantes basado en un sistema de cuotas y visados temporales, terminados los cuales los trabajadores volverían a sus países de origen. También se penalizará a los empresarios que contraten a ilegales. Ahora bien, como en otras cuestiones de política interna, la Administración Bush no ha sido capaz de trazar una línea clara que distinga su propuesta, menos aún de parar las de congresistas como Tom Tancredo.
Otro republicano, el senador John McCain, apoya las propuestas de Bush, con un matiz. Allí donde Bush propone que todos los trabajadores que hayan cumplido su período de trabajo en Estados Unidos vuelvan a sus países, McCain apuesta por autorizar a un cierto número para quedarse definitivamente. Según algunos analistas, tampoco eso solucionaría el problema de la inmigración, en una economía que necesita aproximadamente un millón y medio de inmigrantes al año para seguir funcionando. Pero la posición más abierta de McCain indica hasta qué punto el asunto es central, no ya en las próximas elecciones, sino en las presidenciales de 2008, de las que McCain será con toda probabilidad protagonista muy principal.
La paradoja de este asunto es que los miedos de una minoría, convenientemente explotados por algunos republicanos, van a acabar favoreciendo los intereses de otra que aspira a encerrar en un gueto a unos inmigrantes que han llegado a Estados Unidos con el deseo evidente de convertirse en ciudadanos de primera clase, no en una minoría parasitaria.