Esa basura es producto de unos resentimientos y complejos que forman parte esencial del bagaje ideológico de la izquierda en nuestros países, y que en Chávez se manifiestan en toda su patética inutilidad. Chávez pareciera creerse el cuento según el cual las FARC y el ELN representan algún proyecto de liberación, y ve a dichos grupos a través de un prisma romántico en que se confunden el Che Guevara y Marulanda, la guerrillera y la política, el narcotráfico y la ideología.
Chávez nada gana con respaldar a dos de las más crueles y despiadadas organizaciones subversivas de América Latina; todo lo contrario: pierde puntos en los bastiones biempensantes de la izquierda moderada, que durante años le han tolerado.
Ahora bien, mi impresión es que, a pesar de todo, y aunque suene paradójico, la conducta crecientemente errática de Chávez aún le protege en esos ámbitos, pues cada vez lo toman menos en serio: antes le obsequiaban con su condescendencia; ahora le miran como se mira un espectáculo cómico en un circo de pésima reputación.
Uno se pregunta cómo interpreta la Fuerza Armada Nacional semejante espectáculo. Cuesta trabajo imaginar a nuestros militares convenciéndose de que las FARC y el ELN son aliados de los auténticos intereses de Venezuela. No obstante, su complacencia frente a los desvaríos del jefe del Estado, y dada la evidente traición a los intereses del país que subyace en las más recientes decisiones de aquél, induce a la reflexión y la inquietud.
Ignoro si el rumbo caótico de la política exterior bolivariana acabará por involucrar a Venezuela en una guerra con Colombia, pero quizás haya llegado la hora de que los militares se planteen cuál podría ser el desenlace. El destino de Galtieri en las Malvinas es digno de ser tomado en consideración.
Es lamentable la situación en que se encuentra el estamento castrense venezolano, conducido por un personaje destemplado e irresponsable que mira hacia La Habana y las selvas colombianas en tanto acá se multiplican exponencialmente los males que una vez prometió erradicar. En su momento, los militares tendrán que explicarse ante la nación.
Sin duda, en Chávez coexisten una dolorosa ingenuidad y una enfermiza sed de poder, a lo que hay que añadir no poca ignorancia. Me luce también evidente que Chávez no entiende en su real magnitud las implicaciones que sus actos tendrán para él y sus principales seguidores –ministros, embajadores, generales, testaferros y represores, entre otros– una vez la muralla protectora del poder, siempre pasajero, deje de resguardarles. Tanto la descarada intervención de Cuba en nuestros asuntos internos como la amistad con las FARC y el ELN serán las bases de un juicio por traición a la patria que se perfila con prístina claridad al final del camino del régimen.
El pobre muchacho latinoamericano con la cabeza llena de basura y sus colaboradores están cabalgando un tigre. Cuando deban bajarse, les devorará.
© AIPE