Ante la proximidad de una posible muerte por cáncer, lo de que Chávez se haya mandado sacrificar no es un rumor absurdo ni descabellado. Consistiría, en cierta manera, en una forma de suicidio.
En el momento de partir a Cuba, el dictador dejó entrever que su futuro está en el espíritu revolucionario de sus partidarios:
Cuando este cuerpo se acabe, Chávez estará en las calles, estará en el pueblo, para seguir dando batalla por Venezuela.
Un mártir sería de gran ayuda para redireccionar y consolidar el chavismo, el cual enfrenta problemas sociales y económicos y el enfadado de la gente, porque no ha logrado alcanzar sus metas en estos últimos 13 años.
Chávez habría tratado secretamente el asunto con sus mandos militares de confianza, a quienes se les hace agua la boca pensando en las ganancias que les reportaría ser cómplices en un crimen de esa magnitud.
Lo que no miden los codiciosos es que semejante barbaridad histórica sería una irresponsabilidad política y humana. Generaría una revuelta popular con muertos inocentes y dejaría graves secuelas a Venezuela y a los países vecinos.
El complot para asesinarlo lo ejecutarían comandos provistos por sus secuaces terroristas; después se acusaría del magnicidio al "imperio" o a la oposición.
Como decía al principio del artículo, él ha solido nutrir la especie del complot para asesinarlo. En 2009 canceló su viaje a El Salvador para la toma de posesión de Mauricio Funes alegando que había una confabulación en su contra. En diciembre pasado, delirando tal vez por los medicamentos que le suministraron para combatir el cáncer, salió con la paranoica idea de que la CIA estaría propagando dicho mal entre los líderes de la izquierda.
Chávez, quien aspira a ser reelegido en octubre, se muestra alterado y medio perturbado, quizá porque la vida se le agota o por el avance de la oposición, que cuenta ahora con un candidato dinámico y prometedor: Henrique Capriles.
A Capriles lo acusa de representar a la oligarquía y al imperialismo y de ser culpable de todos los males venezolanos habidos y por haber. Hasta lo llamó cerdo:
Mi misión va a ser quitarte la máscara, majunche [mediocre], (...) por más que te disfraces, tienes rabo de cochino y orejas de cochino: eres un cochino.
Chávez gusta de alimentar el odio contra aquellos a los que denomina "oligarcas", emplea calificativos ofensivos con el fin de suscitar antipatías en las masas, a las que pretende ligar con sus propios rencores. Por otro lado, muchos venezolanos ignoran que su actual gobierno es corrupto, aliado de cárteles de la droga colombianos como la guerrilla de las FARC, a cuyos jefes bandoleros permite esconderse en su territorio.
Una pregunta queda suelta: esa frase suya de que se preparaba para el peor de los escenarios antes de su viaje a Cuba, ¿fue premonitoria o una táctica más de su estilo de gobernar con mentiras?
La fuente de la denuncia no aporta pruebas para confirmar si el plan de matarse está en vigor o no. Sea como fuere, Chávez ha venido capitalizando políticamente la enfermedad para generar un sentimiento de lástima entre los venezolanos. Él se muestra débil de cuerpo, pero fuerte de espíritu para suscitar compasión y simpatía.
El dictador supondría que su muerte trágica garantizaría la continuación de la Revolución del Siglo 21, la consolidación de la ideología criminal del narco-chavismo.
La opción de inmolarse es peligrosa, porque los resultados serían impredecibles, y seguramente sus vasallos ambiciosos no son tan chavistas ni tan revolucionarios como él quisiera.