Subyacente en esta "revisión" está la amenaza a los beneficios que obtiene Colombia en el intercambio comercial con Venezuela, pese a que, paradójicamente, el presidente Uribe ha sido objeto de los insultos más procaces del líder bolivariano.
Si bien estos beneficios se deben a las calculadas maniobras del astuto Uribe, que juega con el errático líder bolivariano con una frialdad pasmosa, gran parte de ese crédito se debe a la superior política exterior y al trabajo de inteligencia colombianos, que siempre han estado en ventaja con sus pares bolivarianos, pese a estar éstos asistidos por los cubanos.
El juego diplomático
A las dificultades bolivarianas de enfrentarse con la diplomacia y la inteligencia del vecino país se ha agregado la habilidad de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien, como una experta en jiu jitsu, acaba de utilizar los torpes movimientos de los miembros del ALBA y especialmente del pesado Insulza para sacarlos de balance y arrebatarles la iniciativa del problema de Honduras.
Esto no sería tan grave si la cancillería asistiera al presidente Chávez en tan delicada labor. Pero es el caso que éste no acude a los funcionarios para que lo aconsejen. El propio ministro Maduro, a quien Chávez probablemente seleccionó porque asocia la diplomacia a los trajes de Armani y las corbatas de Givenchy, para los efectos políticos internacionales es lo que la clase media venezolana llama un "servicio de adentro", cuya función se limita a atender el teléfono, transmitir los mensajes, abrir la puerta a los visitantes y, en ocasiones, atender a los invitados con tragos y canapés. En realidad, como todos nosotros, el canciller Maduro se entera de la política exterior bolivariana por los medios de comunicación.
La guerra
Así como el recurso al "magnicidio" es el primer síndrome de que algo anda mal en los asuntos domésticos del presidente Chávez, su equivalente en política exterior solía ser la "guerra asimétrica" contra el imperialismo yankee pre-Obama. Pero cuando las cosas están en vías de volverse dramáticas, entonces aflora el síndrome de la "guerra con Colombia", y ahora, subsidiariamente, la intervención en Honduras. En una ocasión hubo convergencia: el complot del "magnicidio" se originó en Bogotá, según el presidente Chávez. Un juego peligroso que los vecinos colombianos siguen con atención. Sin embargo, hasta el más lerdo de los cadetes venezolanos sabe que la corporación militar colombiana es la más experimentada del Hemisferio Occidental después de la gringa, de la que aquélla es aliada.
A pesar de esta realidad, los oficiales bolivarianísimos, que exhiben soles en la charretera, son los más valientes cuando desafían a la sociedad civil de su propio país. Revise el lector el discurso del generalísimo Mata Figueroa el pasado 5 de julio, o el del arrojado general Almidien Moreno Acosta, quien, al asumir el mando de la Primera División de Infantería y Guarnición Militar de Maracaibo, como si se tratara de Aníbal descendiendo de los Alpes sobre el Imperio Romano, dijo que la gobernación del estado Zulia era "un enemigo más que tenemos".
En marzo del pasado año, estos Mata y Almidien de nuestra FAN debieron de respirar tranquilos, agradecidos con el general Raúl Baduel, que exhortó a las fuerzas armadas de Colombia a hacer caso omiso de las amenazas de guerra del presidente Chávez, quien había ordenado una movilización de unidades de infantería y blindados hacia la frontera.
Con el general Baduel en la cárcel, pagando la osadía de desafiar a la revolución armada y al comandante en jefe, ¿quién se encargará esta vez de tranquilizar los temores de los oficiales bolivarianos recordándole a la fuerza armada de Colombia que el presidente Chávez no habla en serio cuando habla de guerras, convencionales o asimétricas?
© Diario de América
ORLANDO OCHOA TERÁN, abogado venezolano.
Si bien estos beneficios se deben a las calculadas maniobras del astuto Uribe, que juega con el errático líder bolivariano con una frialdad pasmosa, gran parte de ese crédito se debe a la superior política exterior y al trabajo de inteligencia colombianos, que siempre han estado en ventaja con sus pares bolivarianos, pese a estar éstos asistidos por los cubanos.
El juego diplomático
A las dificultades bolivarianas de enfrentarse con la diplomacia y la inteligencia del vecino país se ha agregado la habilidad de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien, como una experta en jiu jitsu, acaba de utilizar los torpes movimientos de los miembros del ALBA y especialmente del pesado Insulza para sacarlos de balance y arrebatarles la iniciativa del problema de Honduras.
Esto no sería tan grave si la cancillería asistiera al presidente Chávez en tan delicada labor. Pero es el caso que éste no acude a los funcionarios para que lo aconsejen. El propio ministro Maduro, a quien Chávez probablemente seleccionó porque asocia la diplomacia a los trajes de Armani y las corbatas de Givenchy, para los efectos políticos internacionales es lo que la clase media venezolana llama un "servicio de adentro", cuya función se limita a atender el teléfono, transmitir los mensajes, abrir la puerta a los visitantes y, en ocasiones, atender a los invitados con tragos y canapés. En realidad, como todos nosotros, el canciller Maduro se entera de la política exterior bolivariana por los medios de comunicación.
La guerra
Así como el recurso al "magnicidio" es el primer síndrome de que algo anda mal en los asuntos domésticos del presidente Chávez, su equivalente en política exterior solía ser la "guerra asimétrica" contra el imperialismo yankee pre-Obama. Pero cuando las cosas están en vías de volverse dramáticas, entonces aflora el síndrome de la "guerra con Colombia", y ahora, subsidiariamente, la intervención en Honduras. En una ocasión hubo convergencia: el complot del "magnicidio" se originó en Bogotá, según el presidente Chávez. Un juego peligroso que los vecinos colombianos siguen con atención. Sin embargo, hasta el más lerdo de los cadetes venezolanos sabe que la corporación militar colombiana es la más experimentada del Hemisferio Occidental después de la gringa, de la que aquélla es aliada.
A pesar de esta realidad, los oficiales bolivarianísimos, que exhiben soles en la charretera, son los más valientes cuando desafían a la sociedad civil de su propio país. Revise el lector el discurso del generalísimo Mata Figueroa el pasado 5 de julio, o el del arrojado general Almidien Moreno Acosta, quien, al asumir el mando de la Primera División de Infantería y Guarnición Militar de Maracaibo, como si se tratara de Aníbal descendiendo de los Alpes sobre el Imperio Romano, dijo que la gobernación del estado Zulia era "un enemigo más que tenemos".
En marzo del pasado año, estos Mata y Almidien de nuestra FAN debieron de respirar tranquilos, agradecidos con el general Raúl Baduel, que exhortó a las fuerzas armadas de Colombia a hacer caso omiso de las amenazas de guerra del presidente Chávez, quien había ordenado una movilización de unidades de infantería y blindados hacia la frontera.
Con el general Baduel en la cárcel, pagando la osadía de desafiar a la revolución armada y al comandante en jefe, ¿quién se encargará esta vez de tranquilizar los temores de los oficiales bolivarianos recordándole a la fuerza armada de Colombia que el presidente Chávez no habla en serio cuando habla de guerras, convencionales o asimétricas?
© Diario de América
ORLANDO OCHOA TERÁN, abogado venezolano.