En aquel entonces, y en Caracas, las turbas apedrearon la limusina en que viajaba Nixon. Hoy, el presidente venezolano, Hugo Chávez, ha sustituido al achacoso Fidel Castro como el más desaforado crítico de EEUU en las Américas. Y como Bush no pisará Venezuela, el presidente argentino, Néstor Kirchner, ha invitado a Chávez a que se ponga al frente de la megaconcetración antiamericana que tendrá lugar en Buenos Aires cuando el inquilino de la Casa Blanca rinda viaje al vecino Uruguay.
La verdad, parece el lugar idóneo para celebrar tal aquelarre: según el Latinobarómetro de 2006, Argentina es el país más antibushista del Hemisferio (sólo un 6% de los argentinos tiene buena imagen del presidente de EEUU) y el tercero más chavista (38 de cada 100 argentinos ven con simpatía al presidente venezolano).
Pero Argentina no nos sirve como muestra del sentir latinoamericano: de acuerdo con el mismo sondeo, Bush tiene mejor imagen que Chávez en la región, si bien la distancia entre ambos es casi imperceptible (30 y 28% de simpatías, respectivamente). El estadounidense está mejor visto que el venezolano en cuatro de los cinco países que el primero visitará esta semana; concretamente, en Brasil, Colombia, México y Guatemala. Chávez, en cambio, se lleva el gato al agua de las preferencias populares en Uruguay.
Lo cierto es que Washington no suele tomarse muy en serio a América Latina. A despecho de la retórica oficial, la política hemisférica estadounidense suele ser cortoplacista, reactiva y de efectos contraproducentes. De no ser por Chávez y su populismo antiamericano, lo más seguro es que Bush no hubiera puesto ahora rumbo al Sur.
Chávez incide como un martillo pilón sobre estas tres cuestiones: 1) la pobreza y la desigualdad que se registra en Latinoamérica; 2) la necesidad de recurrir al "socialismo del siglo XXI" para enderezar el rumbo; 3) el vampirismo norteamericano. Lo del "socialismo del siglo XXI" para remediar la pobreza y la desigualdad no es sino un refrito de las políticas estatitas y populistas que han fracasado en todo el mundo, y sólo conseguirá empeorar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los latinoamericanos.
El socialismo imperará en Venezuela mientras pueda seguir chupando de los miles de millones de petrodólares que desembolsa Estados Unidos. E imperará durante mucho más tiempo si Chávez hace lo que hizo Castro en Cuba: acaparar todo el poder. En eso está, precisamente, el Legislativo venezolano: en ayudar a Chávez a detentar todo el poder.
El desastre se cernirá también sobre todos aquellos pueblos latinoamericanos que, frustrados y airados tanto por las inequidades como por la irresponsabilidad de sus gobernantes, secunden a sus propios falsos mesías. Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Argentina ya han elegido gobernantes de este pelaje. No obstante, ninguno de ellos puede pagar con divisas durante mucho tiempo el festín populista, aun en el caso de que Venezuela les eche una mano.
Con todo, las críticas de Chávez a EEUU tienen eco incluso entre muchos de los latinoamericanos que no pueden ni ver al presidente venezolano. ¿Por qué?
1) Porque la tradicional indiferencia de Estados Unidos hacia la región no ha hecho sino empeorar desde el 11-S.
2) Porque la gran atención prestada por Estados Unidos a la seguridad en América Latina le ha llevado a adoptar políticas punitivas y aislacionistas excesivamente centradas en la lucha contra el terrorismo, las drogas, la inmigración ilegal, etcétera, lo que le ha granjeado no pocas hostilidades. Cabe recordar, en este punto, que la postura de EEUU en el asunto de las drogas ha laminado numerosos esfuerzos por desarrollar las instituciones democráticas en el Hemisferio.
3) Porque la política exterior de Bush es impopular en casi todas partes y es considerada un ejemplo palmario del carácter predatorio de EEUU.
4) Porque se culpa a EEUU de los magros resultados de las reformas pro mercado de los 90.
Aunque las políticas norteamericanas han hecho muy poco por mejorar el nivel de vida de los latinoamericanos, lo cierto es que, en este punto, los obstáculos fundamentales hay que buscarlos en la cultura y las instituciones locales, que jamás han conseguido cubrir las necesidades básicas de la gente. Esto es así desde los tiempos de la colonia; con regímenes militares, autoritarios o democráticos; con la izquierda en el poder y con la derecha.
En este viaje tan importante, Bush debe prestar más atención a las preocupaciones de los latinoamericanos, como ya hacen otros (por ejemplo, el presidente de China), seguir defendiendo el libre comercio, dejar de hablar sin descanso de la seguridad norteamericana, tratar de alejar a los regímenes de izquierda moderada (Brasil, Uruguay, Chile y, quizá, Perú) del populismo autoritario y suicida de Chávez y defender sin desmayo a sus aliados declarados, como Colombia.
© AIPE