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AMÉRICA

Brasil: Dilma Rousseff y la competitividad

En una reunión con empresarios de su país, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dio una lección de competitividad a quienes creen que ésta se logra a través de la devaluación de la moneda.


	En una reunión con empresarios de su país, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dio una lección de competitividad a quienes creen que ésta se logra a través de la devaluación de la moneda.

La economía brasileña ha experimentado durante varios años un boom debido a los altísimos precios de los productos primarios, así como a los inversores que han acudido a ella atraídos por las altas tasas de interés. Los enormes ingresos de moneda extranjera produjeron a su vez un boom crediticio, que estimuló la economía doméstica. A través del crédito, el boom de las exportaciones se convirtió en un boom de la producción doméstica.

En los últimos meses, sin embargo, los precios de los productos primarios han comenzado a bajar, lenta pero inexorablemente, y la economía brasileña (al igual que la de todos los países que dependen de las exportaciones de dichos productos) se ha desacelerado: casi no creció en la segunda parte de 2011, y está creciendo aún menos en 2012. Algunos sectores ya se están, de hecho, contrayendo. Por lo que hace a los créditos, la mora aumentó un 21 por ciento el año pasado, y los consumidores están menos deseosos de tomar dinero prestado. El dinero sigue entrando, pero dentro de poco comenzará a salir, lo que puede contraer aún más el crédito y abocar al país a una profunda depresión.

Para los que creen que los países pueden volverse más competitivos y aumentar sus tasas de crecimiento a base de emitir moneda y devaluarla, lo anterior no debería ser un problema. Brasil tiene su propia moneda, y puede emitir los billetes que quiera y proceder a hacer devaluaciones cuando quiera. Según los que creen en las virtudes milagrosas de las devaluaciones, Brasil no debería preocuparse, pues. La presidenta Rousseff sólo debería emitir dinero, devaluar y esperar a que llegue lo bueno.

Pero la presidenta Rousseff está muy preocupada porque sabe que eso no es ninguna solución, sino puros jueguitos de espejos y humaredas que esconden los verdaderos problemas de competitividad de los países que incurren en ellos. Por eso, en la referida reunión con empresarios, ni siquiera mencionó la creación de dinero ni las devaluaciones. Dijo, correctamente, que lo que el país necesita para volverse más competitivo es un mayor volumen inversión privada. Rousseff entiende que las devaluaciones pretenden bajar los costos de las empresas rebajando el sueldo a los trabajadores, mientras que la inversión hace que las empresas sean más competitivas aun pagando salarios mayores. Esto es así porque con la inversión los trabajadores producen más con el mismo esfuerzo. Un hombre con un tractor puede producir mucho más que uno con una cuma, y por lo tanto es más competitivo y se le puede pagar más.

Pero la presidenta no se quedó en el diagnóstico. Anunció que, para estimular la inversión y la competitividad, su Gobierno bajaría los impuestos.

En los últimos años el Gobierno salvadoreño ha pretendido copiar las políticas económicas de Brasil para así crecer al mismo ritmo que éste. Pero es que Brasil no ha crecido por obre de política alguna, sino porque los precios de los productos primarios han estado muy altos; nosotros, en cambio, casi no exportamos productos primarios (la reforma agraria acabó con las exportaciones agrícolas distintas al café, y no queremos explotar los minerales). Ahora Brasil sí está comenzando a dotarse de una política económica pensada para la auténtica competitividad. Ahora es, pues, cuando sería el momento de copiarle y dejar de hablar de soluciones mágicas como las devaluaciones.

 

© El Cato

MANUEL HINDS, exministro de Finanzas de El Salvador.

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