El engendro se nutre por la complicidad y la impunidad. Las víctimas deben optar por censurarse o exiliarse, o si no terminan en la tumba. Tres sentencias fatales para un periodista.
Los que detentan el poder, desde gobernantes deshonestos hasta bandidos, saben que la información es oro. Para sesgarla usan las leyes del Estado, o las quebrantan; amenazan a los comunicadores para obligarles a la autocensura y, en último lugar, se valen de la violencia sin que les importe quién caiga.
La muerte es un modo útil y encubridor de reprimir. A veces no es necesaria la muerte física: el asesinato moral es una manera sutil de liquidar, denigrar, poner en la picota pública al enemigo. También está la muerte jurídica, la cárcel. O la condena al exilio. También, la desaparición. En cuanto a la muerte física, si se le acompaña de la denigración de la víctima, el autor intelectual mata dos pájaros de un tiro, pues acaba con la vida de su oponente y con su credibilidad.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) expresó su consternación en marzo por la "espiral de violencia" que "azota" al periodismo en la región. En cuanto a la Unesco, ha denunciado la inseguridad para ejercer el oficio en nuestros países y el riesgo de que los crímenes contra los periodistas queden impunes.
El año pasado fueron asesinados 35 periodistas en Latinoamérica. Casi la mitad perdió la vida en México (17; más 15 desaparecidos); en Colombia cayeron 7, en Honduras 5 y en Guatemala 4.
En Venezuela, donde acribillaron a dos periodistas, el gobierno se vale de los tribunales para obligar a la autocensura. Empleando su poder despótico, Hugo Chávez mandó detener al ex gobernador del Zulia Oswaldo Álvarez por haber criticado en la televisión las reacciones de la administración ante algunos informes mundiales. Asimismo, se puso a disposición judicial l presidente de Globovisión, Guillermo Zuloaga, "por ofender la majestad presidencial", según informó, con una seriedad hilarante, la fiscal general.
El periodismo latinoamericano vive una de sus más difíciles épocas, acorralado por el narcotráfico, la corrupción oficial y el excesivo poder de gobernantes autoritarios y abusivos. En países como Honduras y Guatemala, donde los cárteles de la droga mexicanos y colombianos están echando raíces y conformando estructuras, los narcotraficantes no permitirán una prensa libre.
Ejercer el oficio es temerario y peligroso.
Los periodistas, si quieren sobrevivir, tendrán que enfrentar la nueva realidad que el monstruo de la censura impone: boca cerrada. Al final, la gran perdedora será la opinión pública, que dejará de estar bien informada.
© AIPE
RAÚL BENOIT, corresponsal internacional de Univisión.
Los que detentan el poder, desde gobernantes deshonestos hasta bandidos, saben que la información es oro. Para sesgarla usan las leyes del Estado, o las quebrantan; amenazan a los comunicadores para obligarles a la autocensura y, en último lugar, se valen de la violencia sin que les importe quién caiga.
La muerte es un modo útil y encubridor de reprimir. A veces no es necesaria la muerte física: el asesinato moral es una manera sutil de liquidar, denigrar, poner en la picota pública al enemigo. También está la muerte jurídica, la cárcel. O la condena al exilio. También, la desaparición. En cuanto a la muerte física, si se le acompaña de la denigración de la víctima, el autor intelectual mata dos pájaros de un tiro, pues acaba con la vida de su oponente y con su credibilidad.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) expresó su consternación en marzo por la "espiral de violencia" que "azota" al periodismo en la región. En cuanto a la Unesco, ha denunciado la inseguridad para ejercer el oficio en nuestros países y el riesgo de que los crímenes contra los periodistas queden impunes.
El año pasado fueron asesinados 35 periodistas en Latinoamérica. Casi la mitad perdió la vida en México (17; más 15 desaparecidos); en Colombia cayeron 7, en Honduras 5 y en Guatemala 4.
En Venezuela, donde acribillaron a dos periodistas, el gobierno se vale de los tribunales para obligar a la autocensura. Empleando su poder despótico, Hugo Chávez mandó detener al ex gobernador del Zulia Oswaldo Álvarez por haber criticado en la televisión las reacciones de la administración ante algunos informes mundiales. Asimismo, se puso a disposición judicial l presidente de Globovisión, Guillermo Zuloaga, "por ofender la majestad presidencial", según informó, con una seriedad hilarante, la fiscal general.
El periodismo latinoamericano vive una de sus más difíciles épocas, acorralado por el narcotráfico, la corrupción oficial y el excesivo poder de gobernantes autoritarios y abusivos. En países como Honduras y Guatemala, donde los cárteles de la droga mexicanos y colombianos están echando raíces y conformando estructuras, los narcotraficantes no permitirán una prensa libre.
Ejercer el oficio es temerario y peligroso.
Los periodistas, si quieren sobrevivir, tendrán que enfrentar la nueva realidad que el monstruo de la censura impone: boca cerrada. Al final, la gran perdedora será la opinión pública, que dejará de estar bien informada.
© AIPE
RAÚL BENOIT, corresponsal internacional de Univisión.