El patrono de la Alianza de Civilizaciones, flamante Premio Gadafi de los Derechos Humanos en su última edición, está que se sube por las paredes desde que se filtró que el Informe Palmer insiste en lo obvio, la legalidad del bloqueo israelí a la Franja de Gaza –además, los onusinos, que no dejan de condenar el cómo del asalto al Mavi Marmara, entienden que hubo porqués. (¡Un informe de la ONU respaldando a Israel! Imagínense cómo debió de ser realmente la cosa)–. Así que ha expulsado al embajador israelí en Ankara, hecho decir a sus voceros que en breve visitará Hamastán y fanfarroneado que la Armada turca patrullará las aguas internacionales del Mediterráneo Oriental para que Israel deje de "comportarse impunemente como un matón", según ha informado el diario turco Hürriyet. (La última es de hoy mismo, lunes: cuarenta ciudadanos israelíes han sido retenidos en el aeropuerto de Estambul por espacio de una hora; las razones, igual no las saben siquiera los chulánganos que les han confiscado los pasaportes a estos cabezas de ¡turco!).
Recep Tayyip con su tremendo facho de gruñón avinagrado cansa al mismo Dios con sus condenas a Jerusalén, a quien exige que pida perdón por el asalto a la flotilla de los liberticidas, que se saldó con la muerte de nueve ciudadanos turcos. Que pida perdón él, por permitir abandonar sus costas a semejante cáfila, en la que descollaba gente como Amin Abu Rashid, miembro de la organización terrorista Hamás.
Eso de que Hamás es una organización terrorista no vayan ustedes a decírselo al colegui turco de Zapatero, al patrono de la talantuda Alianza de Civilizaciones, al flamante Premio Gadafi de los Derechos Humanos, al paño de lágrimas del jeque Nasrala. "Déjeme transmitirle un mensaje muy claro", susurró hace unos meses Vito Erdoganone al periodista Charlie Rose; "yo no veo a Hamás como una organización terrorista. Hamás es un partido político. Y es una organización. Es un movimiento de resistencia que trata de proteger a su país, [que se encuentra] bajo ocupación. Así que no deberíamos confundir a las organizaciones terroristas con una de este estilo". ("Si Hamás no es una organización terrorista, ¿qué es?", retrucó entonces un funcionario israelí. "Hamás ataca deliberadamente a civiles, coloca a los [terroristas] suicidas en un pedestal y los pone como ejemplo para los niños". Y "recientemente alabó a Osama ben Laden y le llamó santo guerrero").
Qué cuajo el de este tío con pujos de neocalifa. Habla de ocupaciones él, padrino padrone de la fantasmagórica República Turca del Norte de Chipre. Habla de multilateralismo morigerado él, que bombardea zonas kurdas del norte de Irak sin encomendarse al diablo pero igual sí al Dios de su profeta sanguinario. Habla de movimientos de resistencia él, que libra una guerra a muerte contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán del infame Abdulá Occalam, en la que se calcula han perdido la vida unas 40.000 personas desde 1984. A todo esto, la Turquía de este maestro Ciruela de la libertad, que hace manitas con los ayatolás y exhorta al mundo a preocuparse menos por el programa nuclear de Teherán y más por el de Jerusalén, sigue dejando mucho que desear en materia de derechos humanos, de ahí que la prestigiosa organización Freedom House no la incluya en su lista de países libres sino sólo en la de los partly free. Para dar lecciones está. Y encima a Israel. Hay que joderse.
Erdogan tiene que relajarse, rebajarse la arrogancia, que viene muy crecidito de su última y contundente victoria electoral, hacérselo mirar. Y si no, habrá que relajarle, rebajarle la arrogancia, hacerle que se lo haga mirar. Apearle de la burra antiisraelí, dejarle bien clarito que es muy mala idea meterse a oportunista pirómano, por mucho que le pidan candela zotes y criminales en Damasco y en Teherán y en tantos otros lugares de Dar al Islam.
¿Tampoco con esto se atreverá el que todo iba a poderlo, Barack Hussein Obama?
MARIO NOYA, jefe de Suplementos de LIBERTAD DIGITAL.