Los departamentos de Beni, Pando y Santa Cruz componen el Oriente boliviano y cubren una superficie aproximada de 650.000 kilómetros cuadrados. Los tres han votado por la autonomía. Se espera que otro departamento, Tarija, haga lo propio. Sea como fuere, los tres primeros tienen la fuerza suficiente para decidir sobre su futuro sin tener que depender de las arbitrariedades, incoherencias y desatinos que han caracterizado a los collas y sus gobiernos por casi doscientos años: mantuvieron a las poblaciones orientales en el olvido hasta que vieron que podían sacarles el dinero sin darles nada a cambio.
El de la autonomía es un grito de liberación semejante al de las repúblicas que lograron su independencia de las autoridades coloniales. Si Morales no acepta las nuevas condiciones políticas, la guerra civil será inevitable. Con los millones que invirtió Chávez en llevarlo al poder, no hay duda de que ése será el devenir a mediano plazo.
Un militar golpista que compró 5.000 millones de dólares en armas, que controla cinco naciones (Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Cuba y Venezuela), que ejerce una fuerte influencia sobre Argentina, que sostiene a grupos subversivos en Colombia y el Perú, que es aliado de Irán, Hamás y Hezbolá, no va a dejarse sobrepasar por la democracia y ver así frustradas sus aspiraciones a dictador continental. La batalla recién comienza…
Hay que volver a repetir la máxima: "No es la guerra civil lo que produce la secesión de los Estados. Es la secesión de los Estados lo que produce la guerra civil".
La incongruente actitud de la oposición boliviana, que aceptó un referendo nacional convocado por el Ejecutivo para revocar el mandato de Morales en agosto de este año, detonará los enfrentamientos. El Gobierno indigenista tiene preparado el fraude electoral más perfecto y avasallador que se haya montado jamás en Bolivia, de lo contrario no hubiese propuesto el citado referendo revocatorio. Para legitimar el chantaje, Morales cuenta con el apoyo de Jimmy Carter, de los comunistas argentinos –con Pérez Esquivel a la cabeza–, del Gobierno de Kirchner, de la mentirosa Menchú, de José Miguel Insulza, Dante Caputo y otros asambleístas de la OEA que misteriosa y descaradamente obedecen a Chávez.
La inexperta oposición boliviana, que pisó la trampa montada por el Gobierno –o que, según otros, transó con él–, confirma que ni estuvo ni está preparada para dedicarse a la política. Que Morales, con su insuperable incapacidad, llegara a presidente de Bolivia con mayoría absoluta demuestra que sus opositores no eran más duchos que él y que generaban fuerte antipatía en los votantes. Tres años más tarde, no han aprendido nada: sus acciones sólo ratifican su impericia e impopularidad.
Cuando el innoble referendo revocatorio, hecho a medida del presidente para que no pueda ser destituido –a menos que los votos de rechazo a Morales sean al menos los mismos que éste logró cuando accedió al cargo–, termine en fiasco para los departamentos orientales, el descalabro será épico. Ambas regiones, el Oriente y el Occidente, clamarán victoria. Unos presumirán de haber ganado el referendo autonómico, y el Gobierno el referendo revocatorio. La oposición abrió las puertas a la confrontación violenta.
El 4 de julio de 1776 los Estados Unidos declararon su independencia con un documento memorable que comienza así: "Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario que un pueblo disuelva los lazos políticos que lo han vinculado a otro y adopte entre los poderes de la Tierra la posición igual y separada a que las leyes de la naturaleza y de la naturaleza divina le dan derecho, un respeto apropiado por la opinión de la humanidad exige que dicho pueblo declare los motivos que lo impulsan a la separación". Los pueblos orientales de Bolivia continuarán el escrito.
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