Las grandes potencias, que se han designado conciencia de las naciones pobres y todo lo critican y sancionan, guardan hoy silencio ante esta carrera armamentista, pues son ellas las beneficiarias de la venta de armas.
No pueden, estas sabias naciones, ser juez y parte a la vez. Nada dicen Francia o Rusia contra esta torpe e inmoral compraventa de armas, pues han hecho un magnífico negocio con ella. Tampoco se oyen las voces de España, Inglaterra, Alemania, los países escandinavos, todos ellos fabricantes de armas. Seguramente están estudiando cómo participar en el festín.
¡Qué ironía! Los gobernantes latinoamericanos están sacando a esas potencias de su crisis económica, mientras sus propios pueblos, en medio de un galopante desempleo, se mueren de hambre.
Lo que más me sorprende es que Lula, quien parecía bastante equilibrado, se esté dejando arrastrar por los exabruptos paranoicos de Chávez, que no deja de inventar escenarios de invasión: un día los gringos lo van a invadir, otro los colombianos, o los gringos ayudados por los colombianos, o viceversa.
El presidente de Brasil ha declarado que su compra de armas a Francia tiene por objeto la defensa de sus inmensas fronteras, el río Amazonas y los nuevos yacimientos de petróleo. ¿De quién los va a defender? ¿De los europeos que le están vendiendo el armamento? ¿Quizá de los árabes, que tienen muchísimo más petróleo que él? ¿O es que está temeroso del arsenal que está acumulando su vecino Chávez? Peligro hay siempre, pero el mayor es el hambre de su propio pueblo. Lula no debe olvidar que 42 de los 180 millones de brasileros viven en condiciones de pobreza, y esas armas no les darán de comer.
Igual sucede con Evo Morales. En Bolivia, más de 6 millones de personas viven en la miseria. Morales debería estar pensando más en cómo sacarlos de su pobreza que en conseguir un crédito millonario para comprar armas a Rusia.
Este armamentismo va en contra de toda lógica. Si se trata de defender algo, lo más importante es proteger el bienestar de nuestros pueblos: que no pasen hambre, que tengan techo, salud, educación y un trabajo que les garantice una digna supervivencia. Y es esto lo que falta en nuestro continente, inclusive en el gigante y bello Brasil y en la petrolera Venezuela, que a pesar de su riqueza aun tristemente cuenta con 10 millones de personas viviendo en condiciones de pobreza, 3,3 millones de ellas en condiciones de verdadera miseria.
© AIPE
MARÍA CLARA OSPINA, analista colombiana.
No pueden, estas sabias naciones, ser juez y parte a la vez. Nada dicen Francia o Rusia contra esta torpe e inmoral compraventa de armas, pues han hecho un magnífico negocio con ella. Tampoco se oyen las voces de España, Inglaterra, Alemania, los países escandinavos, todos ellos fabricantes de armas. Seguramente están estudiando cómo participar en el festín.
¡Qué ironía! Los gobernantes latinoamericanos están sacando a esas potencias de su crisis económica, mientras sus propios pueblos, en medio de un galopante desempleo, se mueren de hambre.
Lo que más me sorprende es que Lula, quien parecía bastante equilibrado, se esté dejando arrastrar por los exabruptos paranoicos de Chávez, que no deja de inventar escenarios de invasión: un día los gringos lo van a invadir, otro los colombianos, o los gringos ayudados por los colombianos, o viceversa.
El presidente de Brasil ha declarado que su compra de armas a Francia tiene por objeto la defensa de sus inmensas fronteras, el río Amazonas y los nuevos yacimientos de petróleo. ¿De quién los va a defender? ¿De los europeos que le están vendiendo el armamento? ¿Quizá de los árabes, que tienen muchísimo más petróleo que él? ¿O es que está temeroso del arsenal que está acumulando su vecino Chávez? Peligro hay siempre, pero el mayor es el hambre de su propio pueblo. Lula no debe olvidar que 42 de los 180 millones de brasileros viven en condiciones de pobreza, y esas armas no les darán de comer.
Igual sucede con Evo Morales. En Bolivia, más de 6 millones de personas viven en la miseria. Morales debería estar pensando más en cómo sacarlos de su pobreza que en conseguir un crédito millonario para comprar armas a Rusia.
Este armamentismo va en contra de toda lógica. Si se trata de defender algo, lo más importante es proteger el bienestar de nuestros pueblos: que no pasen hambre, que tengan techo, salud, educación y un trabajo que les garantice una digna supervivencia. Y es esto lo que falta en nuestro continente, inclusive en el gigante y bello Brasil y en la petrolera Venezuela, que a pesar de su riqueza aun tristemente cuenta con 10 millones de personas viviendo en condiciones de pobreza, 3,3 millones de ellas en condiciones de verdadera miseria.
© AIPE
MARÍA CLARA OSPINA, analista colombiana.