En una democracia auténtica, los ciudadanos eligen sus alimentos, periódicos, automóviles, médicos, maestros; eligen tanto y en tantos asuntos, que las elecciones pierden relevancia. Es cuando surge el estatismo que desaparece la democracia: ésta queda reducida a la celebración de unas elecciones aparentemente libres pero en realidad manipuladas desde el poder; el ciudadano deja de decidir por sí mismo y elige a aquellos que decidirán por él.
Mal puede hablarse de democracia cuando las personas no tienen libertad económica y dependen del visto bueno de la burocracia, cuando los medios de comunicación están en manos del Estado o fuertemente amenazados por el poder de burócratas y políticos, cuando la educación (un verdadero lavado de cerebro) se dirige desde un ministerio manejado por elementos que buscan el apoyo de la opinión pública.
¿Y de qué voto libre hablan, si en algunos países el sufragio es obligatorio y los políticos tienen maneras de hacerse con la victoria incluso cuando el acto de votación es secreto?
Así se explica que en Argentina el oficialismo mantenga el poder mientras el país enfrenta la peor crisis de su historia, con la delincuencia y la corrupción sin control, el 35% de los ciudadanos en la pobreza y con niños que pasan hambre; niños con hambre en la Argentina, sí, un país con 40 millones de habitantes que produce alimentos para 300 millones.
El esquema de poder es simple: el gobierno central se apropia de exorbitantes recursos, arrebatados a los individuos, con los que compra la voluntad de gobernadores, legisladores y demás. Cuenta José Ignacio Sbrocco, del diario La Nación, que el gobierno argentino utilizó recientemente 3,5 millones de pesos para movilizar a 30.000 personas a un acto oficialista: pagó 100 pesos a cada una. Eso es más circo que democracia.
La imagen de otro populista, Chávez, cae por el auge de la delincuencia en toda Venezuela, el colapso de los servicios públicos y la inflación. Pero el mandatario venezolano ha comprado armas a Rusia por 4.400 millones de dólares en los últimos tres años, y ahora inicia maniobras militares sin precedentes junto con el imperio de Putin.
Mientras Chávez hostiga a lo que va quedando de prensa libre, como el canal de noticias Globovisión, el electorado le ha causado un fuerte dolor de cabeza dos veces en menos de un año. Tras fracasar en el referéndum de diciembre del año pasado, que convocó con la intención de perpetuarse en el poder, la mayoría de los venezolanos volvió a rechazar el socialismo del siglo XXI en las recientes elecciones regionales y municipales. Chávez y sus acólitos, no lo olvidemos, perdieron en estados como el Zulia y MIranda y en ciudades como Caracas, en zonas que concentran el 45% de la población y el 70% de la economía del país.
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