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HISPANOAMÉRICA

Argentina volverá a caer

Estuve en Argentina a mediados de abril, después de más de una década. La primera vez que lo visité trabajaba para el Banco Mundial; fue a mediados de los 80, en plena hiperinflación. Todavía tengo un billete de un millón de pesos, que valía unos cuantos centavos de dólar y que he enseñado a mis estudiantes para mostrarles los efectos de las políticas fiscales y monetarias laxas.


	Estuve en Argentina a mediados de abril, después de más de una década. La primera vez que lo visité trabajaba para el Banco Mundial; fue a mediados de los 80, en plena hiperinflación. Todavía tengo un billete de un millón de pesos, que valía unos cuantos centavos de dólar y que he enseñado a mis estudiantes para mostrarles los efectos de las políticas fiscales y monetarias laxas.

Un día pregunté al gobernador del Banco Central de la República de Argentina (BCRA) cómo habían logrado aumentar la oferta monetaria en un 80% en un solo mes. Me miró como si yo fuese un idiota y dijo: "Tenemos una imprenta".

Este mundo de Alicia en el país de las maravillas cambió cuando Carlos Menem, asesorado por mi viejo amigo Domingo Cavallo, estableció una caja de convertibilidad, abrió la cuenta de capitales y ancló el tipo de cambio del peso al dólar. Esto –y la prudencia fiscal– contribuyó al control de la inflación y Argentina gozó de prácticamente una década de crecimiento rápido y estable.

La última vez que estuve por allí, a finales de los noventa, la república austral vivía tiempos de bonanza, gracias a unos términos de intercambio favorables. Cavallo, considerado el arquitecto de ese auge, estaba planeando una campaña presidencial fundamentada en tales logros. Cuando me reuní con él, le comenté que Argentina necesitaba tener una estrategia de salida del tipo de cambio fijo, porque, dada su histórica volatilidad, si los términos de intercambio empeoraban, sería necesaria una devaluación para contribuir al ajuste necesario. Él no estuvo de acuerdo y el resto (empezando por el colapso de sus aspiraciones presidenciales) es parte de la historia, junto con la profunda crisis argentina y el célebre default de casi 100.00 millones de dólares.

Pues bien, hay indicios de que este viejo ciclo argentino se está repitiendo.

La euforia que vi en abril, basada en un crecimiento del 8% durante un largo periodo, fue seguida de una resonante victoria de Cristina Fernández en las pasadas presidenciales, con el 54% de los votos. La recuperación, según Fernández, es cosa de "el Modelo", diseñado por su difunto esposo, el expresidente Néstor Kirchner, y que tiene como elemento esencial el mantenimiento de superávits comerciales y fiscales para contrarrestar la falta de acceso de Argentina a los mercados internacionales de capitales, luego del referido default. Un tipo de cambio competitivo y la práctica de la disciplina fiscal permitieron a Argentina aprovecharse de un tiempo signado, además, por el alza en el precio de las commodities, debido en buena medida al rápido crecimiento chino. Ese estado de cosas le permitió expandir considerablemente los programas asistenciales, que han incluido aumentos en los salarios del sector público y en las pensiones.

Pero desde 2007 la disciplina fiscal se ha debilitado. El superávit fiscal ha desaparecido y el gasto público aumentó en un 35% anual. Los efectos de un déficit fiscal no reconocido e incipiente han sido postergados saqueando los fondos de pensiones y las reservas de divisas extranjeras. De manera predecible, esto ha derivado en inflación, que, según cálculos independientes, está por encima del 20%, aunque oficialmente solamente es del 9%. Cualquiera que cuestione este cálculo oficial está sujeto a multas y persecución.

La razón para imponer esa mentira: cerca de la mitad de la deuda doméstica está atada a la inflación. Para evitar una devaluación explícita, que dispararía la inflación aún más, se ha introducido un complejo sistema para equiparar las importaciones con las exportaciones. Hay una creciente fuga de capitales, dado que los argentinos con dinero temen otro saqueo estatal de sus ahorros. Si los términos de intercambio, que se encuentran en niveles históricamente altos, se deterioran –y hay que tener en cuenta cuál es el estado económico del mundo, y que la economía china se desacelera–, Argentina se verá en medio de otra crisis económica.

A pesar de las señales de un desastre inminente, la Sra. Fernández fue reelecta con una mayoría sólida. Muchas veces me sorprende cómo los argentinos no han aprendido de sus errores pasados y se dejan llevar por las promesas de una continua generosidad estatal, pues saben perfectamente que no se puede financiar y que el desenlace inevitable es una nueva crisis económico-política. Tal vez la clave se encuentre en la esquizofrenia colectiva que sufren los argentinos, resumida con agudeza en esta frase que escuché durante mi visita de abril:

Los argentinos son italianos que hablan español, viven como los franceses y quieren ser ingleses.

¿De qué otra manera explicaría que un país tan inmensamente rico en recursos, que a principios del siglo XX estaba por sobrepasar a EEUU como el más próspero del mundo, ahora tenga una economía que constituye un sexto de la brasileña, un tercio de la mexicana, y que probablemente se vea sobrepasada por la colombiana? El peronismo populista, que parecía haber terminado con la conversión de Menem al Consenso de Washington, ha resurgido con el kirchnerismo.

Esto se me volvió aún más evidente al final de una reunión de la Sociedad Mont Pelerin en Buenos Aires. El último día, cuando los participantes estábamos regresando de una visita a una hacienda de esas que evocan las residencias de campo inglesas, nos encontramos con un inmenso contingente de policías. Estaban controlando una gran manifestación en las inmediaciones de nuestro hotel. Luego supimos que había sido organizada por varios sindicatos que respaldan a la presidente. Todos pensamos que estaban protestando por la presencia de Mario Vargas Llosa, persona particularmente no grata para Cristina. Pero cuando alguien tradujo los eslóganes que coreaban y los nombres que estaban siendo vilipendiados (incluidos el de este columnista, el de muchos distinguidos economistas argentinos y el de antiguos funcionarios públicos), quedó claro que estaban protestando contra la supuesta agenda "neoliberal" de la reunión.

Lo cierto es que cada vez es más claro que Cristina necesita prestar atención a los consejos neoliberales, dadas las tormentas a las que "el Modelo" podría enfrentarse. Embriagado con los subsidios, Argentina aparentemente respaldó "el Modelo" en las últimas elecciones. Es como si Eva Perón hubiera regresado. Pero para mí Argentina se parece a un surfista ensoberbecido que, en la cresta de la ola, no se prepara para el momento en que le toque descabalgar.

 

© El Cato

DEEPAK LAL, profesor de Desarrollo Internacional en la Universidad de California en Los Ángeles y académico asociado del Cato Institute.

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