El pasado verano el régimen norcoreano se declaró autosuficiente en materia alimentaria, y ordenó al WFP (Fondo Mundial de Alimentos) que redujera gradualmente sus operaciones para finales de año. Corea del Norte también hizo saber al WFP que le encantaría comenzar a recibir ayuda para proyectos al desarrollo gestionados por el Estado. Obsecuentemente, el WFP ha salido con un plan –a la espera de que sea aprobado por parte de su junta ejecutiva la semana que viene [1]– para trabajar con el Gobierno "en apoyo de su estrategia para impulsar el desarrollo y dejar atrás la asistencia humanitaria". La Operación de Recuperación de la Ayuda Humanitaria Continua cuenta con un presupuesto de 102 millones de dólares, para aportar comida y "asistencia de transición" a la "estrategia de recuperación" de Pyongyang.
Lo que Kim espera recuperar es el dominio sobre una población que, a pesar de la policía secreta, el Gulag y las ejecuciones públicas por "crímenes" como intentar huir del país, escapa gradualmente de su control. El pasado otoño Pyongyang echó abajo los intercambios privados de grano, que durante tres años han ofrecido una burda apariencia de mercado en la sociedad más rígidamente gobernada del mundo. Ahora intenta recomponer su viejo sistema de distribución pública gestionada por el Estado. El WFP, que nunca cerró realmente su sede en Pyongyang, está allí para ayudar.
¿Es verdaderamente compatible con los intereses del mundo libre, o del pueblo norcoreano, la idea del "desarrollo" de Corea del Norte? Durante los últimos veinte años el régimen ha disputado un calculado juego consistente en insinuar que está a punto de emprender reformas... sólo para obtener lo que pueda y cerrarse de nuevo, mientras sigue con sus proyectos de desarrollar misiles balísticos y bombas atómicas. Los optimistas aluden a las reformas chinas de mercado y al viaje semisecreto de Kim a China. Olvidan que en China las reformas sólo se iniciaron luego de que la muerte de Mao, en 1976, permitiera un cambio en el liderazgo local.
Desde la creación de Corea del Norte como Estado totalitario, en 1948, Pyongyang sólo ha tenido dos dictadores: Kim Il Sung (impuesto por Stalin) y su hijo, Kim Jong Il, que asumió el cargo tras la muerte de su padre, en 1994. El historial de Kim junior a lo largo de la última docena de años no es de reforma, sino de brutalidad, chantaje y engaño.
En un primer momento, lo que llevó ayuda occidental significativa a Corea del Norte fue el acuerdo de congelación nuclear propuesto en 1994 por Jimmy Carter. Kim lo violó deliberadamente, al tratar de hacerse con proyectiles nucleares mientras mataba de hambre a un número de coreanos estimado en dos millones (utilizando el sistema de distribución estatal para decidir, de la manera más eficaz, quién moría).
Los trabajadores extranjeros de las organizaciones de ayuda humanitaria se toparon con la política del Songun [2], es decir, con que el Ejército era la principal prioridad. Algunos se fueron: Médicos sin Fronteras se retiró en 1998, tras concluir que su asistencia "no estaba llegando a la gente más vulnerable", sino que, por el contrario, estaba "ayudando a alimentar al régimen que la oprime". En lugar de eso, MSF dedicó sus esfuerzos a ayudar a los norcoreanos que huían del país.
El WFP siguió adelante, intentando superar tácticamente al régimen en su propio terreno. Corea del Norte desvió la ayuda al Ejército y a la élite del partido, se negó a admitir inspecciones sorpresa y prohibió al WFP traer consigo coreanoparlantes nativos, para hacerle así dependiente de los traductores del régimen. El WFP replicó incrementando su plantilla internacional en Corea del Norte de 2 a 46 personas, montando cinco oficinas de campo fuera de Pyongyang y gestionando un buen número de fábricas de alimentos y de programas de comida por trabajo, al tiempo que introducía granos menos populares que el arroz con la esperanza de que se redujese drásticamente la desviación estatal de los suministros.
A mediados de 2004 el WFP se jactaba de haber logrado "un acceso cada vez mayor al país". Con el fin de impedir que el régimen desviase la ayuda, el WFP rehusó enviar comida a aquellas zonas a las que el Gobierno prohibía el acceso.
Desde que Kim mostrara el año pasado su desprecio, el WFP ha estado preparando un menú más de su gusto. En la nueva propuesta del WFP se afirma que, en cumplimiento de los deseos de Corea del Norte, "la monitorización será reducida significativamente". No habrá más oficinas de campo. Sólo habrá permiso para cuatro visitas de inspección al año. El Gobierno gestionará todo el almacenamiento interno, el transporte y la distribución. El WFP pagará al régimen de Kim por el tener el detalle de almacenar los bienes gratuitos, le reembolsará el combustible utilizado y le proporcionará un estipendio por visita de 3 millones de dólares, por los viajes, el alquiler de las oficinas, las comunicaciones, el mantenimiento de vehículos y los "consultores" norcoreanos.
Si el nuevo plan del WFP sale adelante, Kim estará en la agradable posición de recibir bienes gratuitos, disfrutar del control total sobre quién recibe qué y adjudicarse el mérito de los repartos. Parte del plan del WFP, por ejemplo, pasa por proporcionar suministros a unas plantas de procesamiento de alimentos en las que el Gobierno contratará a los empleados, llevará la gestión y, en algunos casos–no está claro en cuántos–, "transportará el producto a las instituciones beneficiarias".
No hay duda de que mucha gente tiene hambre y –como dijo el jefe de la oficina del WFP en Pyongyang, Richard Ragan, en una entrevista reciente– está "viviendo al límite". En lo que respecta a las buenas obras, uno de los peores dilemas es qué hacer cuando un tirano tiene cautiva a su población y mercadea con las privaciones de ésta para obtener de los donantes todo aquello que desee. Pero en Corea del Norte el WFP –el principal canal de ayuda de América a ese país– está perdiendo cualquier posición ventajosa que pudiera haber tenido alguna vez. El gran hermano chino y Corea del Sur, impaciente por apaciguar los ánimos, están enviando cantidades sustanciales de ayuda con pocas condiciones. Mientras tanto, Estados Unidos intenta acorralar a Kim en asuntos tan mortalmente importantes como el de las bombas nucleares.
Este nuevo programa promovido por el WFP para satisfacer el paladar de Kim envía un único mensaje: sí, somos unos verdaderos panolis.
[1] Este artículo apareció en el 'Opinion Journal' del Wall Street Journal el pasado 19 de febrero.
[2] Songun es el término que emplea la dictadura norcoreana para hacer referencia a su sistema político, que, sostiene, ha reemplazado al marxismo. En la cima del poder se encuentran la Comisión de Defensa Nacional, a cargo del Ejército y de las relaciones internacionales, y la Asamblea Suprema del Pueblo. Pero ambas instituciones son meras transmisoras de las órdenes del dictador.