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PERÚ

Alan García: ¿cambia o nos engaña?

En los poco más de dos años que lleva en la Presidencia, Alan García ha tenido un mérito: no tocar las líneas más importantes de la política económica que le dejó en herencia Alejandro Toledo, lo cual ha permitido que el Perú siga creciendo y aguante, al menos por ahora, la crisis mundial. En la reunión del APEC, García apostó claramente por el libre mercado, un cambio sorprendente con respecto a lo que defendía y hacía hace veinte años.

En los poco más de dos años que lleva en la Presidencia, Alan García ha tenido un mérito: no tocar las líneas más importantes de la política económica que le dejó en herencia Alejandro Toledo, lo cual ha permitido que el Perú siga creciendo y aguante, al menos por ahora, la crisis mundial. En la reunión del APEC, García apostó claramente por el libre mercado, un cambio sorprendente con respecto a lo que defendía y hacía hace veinte años.
Alan García.
Ya sabemos para qué sirven estas grandes cumbres internacionales: casi siempre, para nada. Y el APEC de este año, celebrado en Lima, no ha sido la excepción, si bien la coyuntura internacional le daba –como a la reciente reunión del G20 en Washington– elementos diferenciadores con respecto a otros encuentros de líderes mundiales. La crisis económica justificaba el gasto, y durante varios días la capital peruana se paralizó, ante la enorme cantidad de efectivos policiales.
 
La declaración final fue muy parecida a la que se presentó en Washington. Es decir, los reunidos "prometen" mayor claridad en las decisiones económicas y apuestan por el libre comercio evitando imponer "restricciones a la exportación". Pese a eso, EEUU ha anunciado la suspensión de los beneficios arancelarios a Bolivia por su "falta de cooperación" en la lucha contra el narcotráfico. Esto último podría ser perfectamente cierto (mas suena a excusa), aunque no hay razón para que los productores bolivianos sufran la nefasta política de su presidente.
 
EEUU no es el único en comportarse así. Mientras aboga por facilitar el libre comercio y evitar las medidas proteccionistas, tal y como puede leerse en la declaración del G20, Europa, lejos de eliminar la Política Agraria Común (PAC), se limita a adelgazarla un poco. Sólo un poco. Más proteccionista, casi imposible. Por no hablar de su pretensión de vetar la entrada de capital extranjero en según qué sectores. EEUU protege sus metales, su mercado automotor, sus combustibles...
 
Algunos países entienden claramente la necesidad de ampliar horizontes, y, en América, el Perú es uno de los que más ha trabajado en ese sentido en los últimos años. Ha suscrito acuerdos de libre comercio con EEUU y con China (horas antes de inaugurarse la reunión del APEC), y sigue negociando con Europa. Este último caso no está resultando fácil, pues en principio la UE quería tratar con la Comunidad Andina. Pero, claro, el Perú vio que eso era un problema, pues tendría que ponerse de acuerdo con la Venezuela de Chávez, el Ecuador de Correa y la Bolivia de Morales; algo bastante improbable, como es de imaginar. Lo que sí es posible es que tanto Colombia como el Perú logren, cada uno por su lado, sacar adelante un tratado de libre comercio.
 
Alan García suscribe todo esto. Es uno de los que, ahora, más apuesta por el libre comercio. Ahora, repito, porque cuando Toledo impulsó esa agenda se encontró entre sus críticos no sólo a los nacionalistas de Ollanta Humala, también al APRA del actual mandatario. García tenía, digamos, algunos reparos.
 
Éste es uno de sus muchos cambios. El García de hoy es casi incomparable con aquel joven irresponsable que llegó a la Presidencia en 1985 y que dejó al país (1990) sumido en una auténtica ruina.
 
Aún le quedan unos tres años de mandato, y francamente, excepción hecha de los típicos escándalos del APRA (el último, vinculado al Petrogate), la cosa no (le) ha ido tan mal. Eso sí, su popularidad está por los suelos, algo que en el Perú puede verse como algo hasta positivo (pocas veces estuvo Toledo por encima del 15% de aceptación). Pero con García nunca se sabe: nos puede regalar una sorpresa en cualquier momento, como hizo en 1987, con su pretendida pero felizmente fracasada estatización de la banca.
 
Hay un ejemplo claro del cambio radical de García. Hace unos días publicó en la prensa peruana un artículo –"reflexión", lo llamó él– sobre la situación económica mundial. Presentó una visión casi optimista, frente a lo que él llama "visiones tremendistas". A su juicio, en 18 meses se dará la "reconexión" de la economía mundial. Muy optimista, sí. Pero el caso es que publicó su texto en El Comercio, el diario más importante del Perú, antaño enemigo directo del APRA (en 1935 un aprista asesinó a un miembro de la familia Miró Quesada, propietaria del rotativo). Y ojo, que no es la primera vez que escribe en esas páginas. La "reflexión" de marras también se pudo leer en la prensa española; concretamente, en Expansión. Lo que llama la atención es que no apareciera en El País, un diario mucho más acorde con la ideología de García. ¿O ya no? ¿Formará esto parte de su plan de cambio?
 
El gran problema de García es su pasado. Lo lleva inscrito en la frente, pese a sus grandes esfuerzos por sacudirse de encima todos los desastres de su primera presidencia. Pese a que su discurso –al menos en el tema económico– parece el adecuado para que el Perú mantenga su crecimiento (que bajará en 2009 por la crisis), son muchos en el país los que creen que en cualquier momento meterá la pata. Por el bien del Perú y de la resistencia a la absurda carrera bolivariana que se está registrando en Sudamérica, esperemos que no sea así.
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