"El mundo árabe (...) está cambiando más rápidamente que Al Qaeda", ha escrito en Newsweek el exoficial de la CIA Bruce Riedel. "Los sucesores de Ben Laden necesitan adaptarse [a las nuevas circunstancias] o corren el riesgo de ser cada vez más marginales fuera de Pakistán y el Yemen". A Ben Laden y Aymán al Zauahiri el sacudón de la calle árabe les pilló con el pie cambiado. A Aulaqui no. Por eso Riedel ve en este ciudadano americano (pero el congresista Charlie Dent pidió el año pasado que se le retirara la nacionalidad, por traidor) "el sucesor" del extinto saudí.
Parece el mejor situado para liderar la respuesta de Al Qaeda al nuevo orden del mundo árabe. Sus células yemeníes han ganado en creatividad, como demuestran el intento de atentado de la Navidad de 2009 y los recientes envíos de paquetes bomba a Chicago. La revista electrónica de Aulaqui, Inspire, escrita en inglés, fue la primera publicación de Al Qaeda en saludar el "tsunami" de cambios en el mundo árabe y trazar un plan para que la organización se beneficiara de ello. Sin duda alguna, de ahora en adelante Aulaqui desempeñará un papel ideológico aún más importante.
Anuar al Aulaqui forma parte de una poderosa familia yemení. Su padre, Naser al Aulaqui, ex ministro de Agricultura, es uno de los hombres fuertes del presidente del país árabe, el carnicero –en el sentido no charcutero de la palabra– Alí Abdulá Saleh, cuyo primer ministro es también pariente de nuestro hombre (es un decir). Una poderosa familia que lo mantiene a buen recaudo en su feudo del sur del Yemen y que ha advertido de que no se quedará "de brazos cruzados" si a su protegido se le toca "un solo pelo". No parecen haber causado demasiada impresión estas palabras en Washington, que este mismo fin de semana ha intentado matarle con un misil lanzado desde un avión no tripulado, y que se cobró la vida de otros dos terroristas.
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Pero ¿quién es este Anuar al Aulaqui, del que seguramente jamás haya oído hablar, estimado lector? Pues, según el New York Times, "quizá el más notorio promotor en lengua inglesa de la violencia yihadista contra los Estados Unidos". A juicio del experto en terrorismo Evan Kohlmann, su Constants on the path of Jihad es la "biblia" de los islamistas que van por libre. Y la fundación NEFA (Nine Eleven Finding Answers) baraja la posibilidad de que sea un "jugador clave" en los esfuerzos de Al Qaeda por radicalizar y, finalmente, mujaidinizar a los musulmanes norteamericanos.
Esta mala fama, Aulaqui se la ha ganado a pulso. A base de jalear a grupos terroristas como el somalí Al Shabab ("Es responsabilidad de la Umma ayudarlo con hombres y dinero"), de llamar al exterminio de sus compatriotas ("Para matar americanos, no preguntes a nadie. Para luchar contra Satán no hace falta pedir permiso ni asistencia divina") y de juntarse con la peor escoria humana: se le ha relacionado con dos de los terroristas del 11-S, con el autor de la matanza de Fort Hood y con quienes intentaron perpetrar sendas carnicerías en Times Square y en un vuelo Ámsterdam-Detroit. Asimismo, estudió con Salman al Odeh, del que se dice fue uno de los referentes espirituales de Ben Laden. Hablando de estudiar: Aulaqui –que, por cierto, no es lo que se dice una luminaria del islamismo– estudió e impartió clases en la Universidad Imán de Sanaa, considerada por muchos un vivero de terroristas islámicos y comandada por Abdul Majid al Zindani, otro de los guías espirituales de Obama, según el Departamento del Tesoro norteamericano, que lo tiene incluido en su lista de terroristas especialmente relevantes (también la ONU).
Ahora bien, no todo el mundo tiene tan claro que Anuar al Aulaqui sea el nuevo rey de los peores. Ni mucho menos. El pasado noviembre, el analista Gregory Johnsen publicó un artículo en el New York Times, con el elocuente título "A false target in Yemen" ("Un objetivo equivocado en el Yemen"), en el que afirmaba que este severísimo islamista que no tiene mayores problemas para irse de putas es "una figura menor" en Al Qaeda, por mucho que se empeñe la Administración Obama en lo contrario.
Está muy lejos de ser el líder terrorista que Occidente quiere que sea. De hecho, ni siquiera es el jefe de su propia organización, Al Qaeda en la Península Arábiga [AQPA]. Lo sería más bien Nasir al Wuhayshi, quien fuera secretario personal de Ben Laden en Afganistán durante cuatro años. Tampoco es el subcomandante [de AQPA], puesto que ocupa Said al Shihri, un ex preso de Guantánamo que en 2007 fue repatriado a Arabia Saudí y transferido a un programa de "rehabilitación de terroristas". (El tratamiento, es claro, no funcionó).
El señor Aulaqui no es la eminencia religiosa del grupo (Adil al Abab), ni su jefe de operaciones (Qasim al Raymi), ni su experto en explosivos (Ibrahim Hasán Asiri), ni siquiera su principal ideólogo (Ibrahim Suleiman al Rubaysh). El señor Aulaqui no es sino un elemento de nivel medio que da la casualidad de que tiene la ciudadanía americana y habla inglés. Eso le convierte en una amenaza propagandística, no en alguien cuya eliminación sirviera para limitar en algo el alcance de Al Qaeda.
A juicio de Johnsen, Aulaqui ha ganado enteros en términos de resonancia gracias a la "publicidad gratuita" que le está haciendo Obama desde que, en enero de 2010, diera a sus tropas y servicios de inteligencia licencia para matarle (medida que ha levantado todas las suspicacias: "La noción de que el Gobierno puede ejecutar a uno de sus ciudadanos lejos de una zona de combate, sin ser sometido al proceso debido y sobre la base de información secreta procurada por los servicios de inteligencia preocupa profundamente a algunas autoridades del mundo jurídico", decía el pasado marzo el NYT). Tras informar de que Al Qaeda jamás había empleado en su propaganda el nombre de Aulaqui antes de que éste fuera puesto en la mira por Washington (un dato: no figura en la lista de terroristas más buscados del FBI, tampoco en la del Departamento de Estado), Johnsen concluye:
Puede que el único nombre que conozcan los americanos sea el del señor Aulaqui, pero eso no le convierte en la peor amenaza para nuestra seguridad.
Sea como fuere, conviene no perder de vista a este vocero del crimen, a este aventador de odios que de hecho ya ha inspirado a varios asesinos islamistas. Y, sobre todo, conviene no echar en saco roto sus palabras, mensajes y desafíos; porque si algo tiene este Aulaqui que Alá confunda es la claridad: se le entiende todo, como a Ahmadineyad; y como a Hitler, hace sólo 70 años.
Los mujaidines de todo el mundo han puesto rumbo a la euforia, y yo me pregunto si Occidente está preparado para un recrudecimiento de la actividad de los mujaidines.
Él se lo pregunta. Nosotros deberíamos hacer lo propio. ¿Lo estamos?
MARIO NOYA, jefe de Suplementos de LIBERTAD DIGITAL.