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CUBA

Ahí vienen los procastristas

La última vez que miré, los hermanos Castro mantenían incólumes su régimen policial, la proscripción de los partidos políticos, la censura, la persecución de opositores, el control totalitario de las salidas del país y el apoyo a regímenes terroristas como los de Irán y Siria. Y encima se preparaban para legar ese putrefacto engranaje a sus hijos y nietos, como hacen las más rancias familias mafiosas.

La última vez que miré, los hermanos Castro mantenían incólumes su régimen policial, la proscripción de los partidos políticos, la censura, la persecución de opositores, el control totalitario de las salidas del país y el apoyo a regímenes terroristas como los de Irán y Siria. Y encima se preparaban para legar ese putrefacto engranaje a sus hijos y nietos, como hacen las más rancias familias mafiosas.
Fidel y Raúl Castro.
Pero nadie lo diría, a juzgar por la ofensiva que desatan La Habana, sus apologistas y los ingenuos para que el futuro gobierno de Barack Obama varíe la política norteamericana de contención hacia Cuba. Los cómplices y apologistas del castrismo reciclan los mismos argumentos de cuando en vez, pero hay que reconocerles la dedicación de los fanáticos y, en ciertos casos, el esmero de los agentes pagados.
 
Aún Obama no ha sentado las posaderas en la Oficina Oval y ya cuenta con una tonelada de convites castristas al ''diálogo respetuoso'', enjundiosos análisis sobre el supuesto ''fracaso'' de 50 años de política norteamericana hacia Cuba y hasta una cacareada encuesta que proclama que la mayoría de los cubanoamericanos favorecemos el levantamiento sin condiciones del embargo comercial. Lo de la encuesta es particularmente revelador porque cayó, como quien dice de la nada, apenas días después de que tres congresistas del Gran Miami que custodian el embargo en Washington salieran reelegidos... gracias al apoyo abrumador de los cubanoamericanos. Los electores de otros grupos étnicos votaron mayoritariamente por sus adversarios, que favorecían un cambio sustancial en la política hacia Cuba.
 
En algunos casos, la ofensiva contra la agenda de contención justifica los cheques y prebendas que prodiga La Habana. Pero en otros, mucho más numerosos, sirve de cortina de humo, de excusa casi, para no mover un dedo en defensa de las víctimas del castrismo. De esas mujeres de blanco que abnegadamente luchan por la libertad de sus hijos y esposos, encarcelados por delitos de conciencia. De esos blogueros a los que la policía política amenaza y prohíbe reunirse. De los peloteros Yadel Martí y Yasser Gómez, expulsados de su equipo por querer ejercer su derecho elemental a jugar fuera de Cuba. De Gorki Águila, líder de Porno para Ricardo, procesado por delitos kafkianos. De esos cientos de infelices a los que han arrestado por llevar comida "de contrabando" del campo a las ciudades en medio de la escasez, que agudizó la reciente racha de huracanes.
 
Llevo dicho que Estados Unidos no debería prohibir que los norteamericanos viajar a Cuba. Sí, esos viajes reportarían unos ingresos sustanciales a una tiranía deleznable, pero una democracia que se precie de serlo no debe dictar a sus ciudadanos dónde pueden o no viajar. Pero el embargo ha cumplido y cumple propósitos que el futuro gobierno de Obama no debería desdeñar. En primer lugar, recuerda cada día al régimen castrista su robo descarado de bienes norteamericanos radicados en la Isla por valor de millones de dólares, pero también y sobre todo su esencial ilegitimidad. Constituye, además, una de las contadísimas presiones externas que aún recibe la vieja satrapía, en un mundo que hace tiempo optó por la complicidad o la indiferencia hacia ella. Y llegado el momento podría servir de incentivo para que futuros dirigentes cubanos sepulten el sistema.
 
Con su ofensiva contra el embargo y la política norteamericana de contención, el régimen castrista aspira a obtener generosos créditos internacionales que prolonguen su vida parasitaria, algo que podría volvérsele apremiante si, con la caída vertiginosa de los precios del petróleo, entra en crisis el gobierno de Hugo Chávez, su benefactor de turno.
 
Estados Unidos no debería dar ese gusto a La Habana sin exigirle a cambio lo que justamente le ha exigido siempre: libertad y democracia para los cubanos.
 
 
© AIPE
 
DANIEL MORCATE, periodista cubano.
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