En sólo 20 años, Kirchner consiguió ser intendente de Río Gallegos, gobernador de Santa Cruz y presidente de la república. Nunca logró ganar una elección nacional, y sin embargo nadie pudo disputarle el poder que supo acumular y concentrar a partir de 2003. Jamás aceptó sus derrotas electorales, si bien no dejaba de culpar de ellas a los medios de comunicación, a los que identificó como sus enemigos.
Jamás confió en nadie. Era un líder autoritario, ambicioso y solitario. Como ningún otro gobernante, monopolizó la toma de decisiones, así que sus ministros no fueron sino títeres. Como ha dicho Joaquín Morales Solá, "su estilo de gobierno convertía a los ministros en meros conserjes sin decisión propia".
Sin Kirchner no hay kirchnerismo. No sorprenderá que el Frente para la Victoria se derrumbe en cuestión de meses. Santiago Kovadloff acierta en señalar que si bien Cristina Fernández fue su aliada, "no la preparó para recibir su herencia imaginaria". Sin embargo, disiento con él en su pedido de que la oposición no se beneficie políticamente de la desaparición del ex mandatario. Sin Kirchner no hay oficialismo, y el hueco habrá que llenarlo en las elecciones de 2011.
Es demasiado pronto para imaginar cómo será tal contienda, pero lo cierto es que la oposición –dentro y fuera del justicialismo– ya no necesita alcanzar consensos o fraguar alianzas para enfrentarse al oficialismo. Por supuesto que Cristina Fernández podría presentarse a la reelección, pero su posición ha quedado muy debilitada y en lo que le queda de mandato habrá de librar con problemas muy importantes, relacionados con la inseguridad y la violencia, la inflación, la lucha por el poder, etcétera.
La opción de centroizquierda seguramente surgirá del radicalismo-socialismo, con nombres propios como los de Ricardo Alfonsín, Julio Cobos y Hermes Binner. El justicialismo parece tener en Daniel Scioli (gobernador de la provincia de Buenos Aires) a su principal figura, aunque nadie puede descartar la reaparición del senador nacional Carlos Reutemann o la postulación de algún gobernador; y, claro, siempre hay que contar con la fuerte presencia del ex presidente Eduardo Duhalde. Mauricio Macri, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, sería la alternativa real del centroderecha.
A esta incertidumbre en el campo político se suma la presente en el económico. Y es que con Kirchner desaparecen el ministro de Economía y el plan económico del Gobierno. Los analistas han coincidido en señalar que ni Martín Lousteau ni, ahora, Amado Bodou han desempeñado en momento alguno el papel que en principio deberían haber desempeñado. Morales Solá señala que Kirchner conocía los manuales básicos de la economía y era consciente de la popularidad que hubiera perdido si avanzaba en la lucha contra la inflación. Por eso la ignoraba o negaba. Después de todo, también sabía que es posible "coexistir un tiempo" con ella.
Algunos analistas han apuntado en su haber la recuperación que siguió al año 2001, pero lo cierto es que cuando Kirchner asume la presidencia, en 2003, la economía ya había iniciado el camino de la recuperación. Tuvo la fortuna de gobernar el país en un contexto internacional muy favorable, pero, al igual que sus aliados (Evo en Bolivia, Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela y Castro en Cuba), con sus políticas proteccionistas y sus atropellos a las instituciones no logró seguir el rumbo de países como Chile y Brasil. Al habla el economista Jorge Ávila:
No fue un hombre de Estado. Gobernó sembrando cizaña, aisló el país del mundo y lo empequeñeció. Hace diez años, el PBI argentino era de 300.000 millones de dólares y el brasileño de 700.000 millones; en la actualidad, el argentino es de 400.000 millones y el brasileño excede los 2 billones. En una década, el peso económico relativo de Argentina cayó a la mitad (de un 40 a un 20%). Lo peor del caso es que Kirchner veía este desarrollo como algo "normal y hasta inevitable".
Lo cierto es que los mercados han valorado positivamente la noticia de la muerte del ex presidente, principalmente por lo que implica de cara a las elecciones de 2011. El mercado ve en cualquiera de los candidatos mencionados una mayor apertura al diálogo, el fin del autoritarismo, la reinserción de la Argentina en la economía global y un clima más propicio para las inversiones.
Debemos distinguir a Kirchner del kirchnerismo. Quien esto escribe no deseaba la desaparición del ex presidente, pero sí la del kirchnerismo.
© El Cato
ADRIÁN RAVIER, profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.