Powell dijo que la Administración Blair no acaba de comprender qué llevó al Gobierno español a dar semejante paso, sobre todo si se tiene en cuenta que las relaciones bilaterales habían tocado fondo poco antes, justo cuando los llanitos conmemoraban –en presencia de la princesa Ana– el tricentenario de la ocupación del Peñón. Asimismo, resaltó el hecho de que el ministro principal de la colonia, Peter Caruana, diera por muerto el Proceso de Bruselas –suscrito en 1984 por Londres y Madrid– en su tradicional mensaje de Navidad; declaración que insólitamente ha pasado inadvertida en España. Caruana mostró entonces su satisfacción por que se haya dado capacidad de veto a los gibraltareños en las negociaciones.
El subdirector del Real Instituto Elcano dedicó el grueso de su exposición a dar cuenta de los cinco puntos que considera básicos para tener un conocimiento cabal de la sociedad gibraltareña y de cómo se ha desarrollado el contencioso en el último medio siglo:
1) La deportación de gibraltareños dictada por el Gobierno británico en plena Guerra Mundial (1944). A juicio de Powell, hasta ese momento los llanitos se habían considerado única o eminentemente británicos; después, y tras ser tratados en la metrópoli como ciudadanos de segunda, comenzaron a sentirse principalmente gibraltareños. Aquella amarga experiencia sigue pesando en el imaginario de los habitantes de la Roca.
2) La oleada descolonizadora de los años 60. Powell explicó que el Reino Unido respondió a la internacionalización del conflicto impulsada por España –que consiguió la aprobación en la ONU de resoluciones donde se llamaba a la descolonización de la Roca– introduciendo las reformas políticas que, andando el tiempo, harían de Gibraltar una sociedad democrática, con su propia Constitución, sancionada en 1969. Dos años antes los habitantes de la Roca habían decidido, por referéndum, mantener el statu quo y seguir ligados a la potencia colonial. En el preámbulo de la referida Ley Fundamental se afirma que Londres no traspasará la soberanía del territorio en contra de la opinión de los gibraltareños.
Madrid replicó cortando toda comunicación entre España y la colonia; decisión que –afirmó Powell– contribuyó a que los gibraltareños se hicieran una imagen distorsionada de la realidad española y desconfiaran aún más de sus vecinos. Así, no se enteraron de que al otro lado de la Verja estaban produciéndose cambios de gran envergadura y magnitud; cambios que desembocaron en la instauración de la democracia.
3) La transformación económica que experimentó la Roca a partir de los últimos años 70. Gran Bretaña decidió enterrar el modelo vigente hasta entonces, que hacía de la colonia una economía dependiente, en gran medida, de la inversión estatal militar. Así, el peso del Ministerio de Defensa británico en la economía de la colonia pasó del 60 por ciento al 6 por ciento de la actualidad.
Powell sostuvo que tal cambio guardó relación con la pérdida de importancia del Peñón como base militar. Más adelante Florentino Portero añadiría que Gibraltar sigue siendo trascendental para el Reino Unido, no tanto en el plano castrense como en el más amplio de la Inteligencia, pues desde allí puede tener acceso a todas las comunicaciones del Estrecho y proporcionar información de primer nivel a su principal aliado, Estados Unidos.
4) La modernización que estaban experimentando tanto España como la colonia facilitó la vuelta a la mesa de negociaciones. Las primeras conversaciones fructifican en el acuerdo de Lisboa (1980), la apertura de la Verja al tránsito peatonal (1982) y el Proceso de Bruselas (1984), donde se sientan las bases para una nueva ronda bilateral de negociaciones. El fruto más tangible de esta fase fue, al decir del ponente, el restablecimiento pleno de las comunicaciones entre España y Gibraltar.
Los problemas no desaparecieron, ni mucho menos. Un ejemplo de ello fue la no aplicación –por la oposición de las autoridades gibraltareñas– del punto del acuerdo que establece el uso conjunto del aeropuerto del Peñón. Powell aseguró que Londres comprendió en ese momento que nunca más podría obviar la opinión de los habitantes y mandatarios de la colonia. Su postura, de ahí en adelante, sería transmitir a Madrid que había hecho todo lo que estaba en su mano, y que ahora le tocaba a España ganarse la confianza de los llanitos. Según el subdirector del Real Instituto Elcano, las autoridades españolas han entendido esto como una excusa británica para no seguir avanzando en la resolución del contencioso.
5) A partir de la década de los 90 España encaró de otra manera la baza de la internacionalización, centrándose más en la Unión Europea que en la ONU. También en Bruselas ha obtenido apoyo; Powell destacó, en este sentido, la decisión del Ejecutivo comunitario de poner fin al sistema de privilegios fiscales de que disfruta la colonia, lo que podría suponer una nueva transformación de la economía gibraltareña, ya que podrían marcharse de allí las empresas que se dedican al off-shore.
Las autoridades de la Roca –especialmente el ex primer ministro principal, el aún hoy controvertido y carismático Joe Bossano– comenzaron a introducir en su vocabulario el derecho de autodeterminación, tan peligroso –dijo Powell– en términos diplomáticos como rentable para una parte de la clase política gibraltareña. Londres acrecentó su recelo hacia los mandatarios de la colonia, temerosos de que las Administraciones británica y española llegaran a un acuerdo con la mediación de Bruselas y sin que se tuviera en cuenta a los llanitos.
La irrupción del derecho de autodeterminación en el debate ha provocado una honda controversia en Gibraltar: hay quienes pretenden que figure en la Constitución local y quienes creen que pondrá en riesgo las relaciones con la metrópoli. Según Powell, las autoridades españolas han venido creyendo que los roces entre Londres y la Roca no son sino otra estratagema británica.
Los años Aznar-Blair
A continuación pasó a disertar sobre la mejora registrada en las relaciones hispano-británicas tras la llegada al poder de José María Aznar (1996) y Tony Blair (1997); mejora que se notó también en la cuestión gibraltareña. Buena prueba de ello fue la propuesta de solucionar el contencioso por medio de la cosoberanía (“un régimen, dos banderas”), opción que contemplan con buenos ojos tanto Powell como Burns y Portero. Pero los gibraltareños han expresado su rotunda oposición mediante un referéndum (noviembre de 2002).
Con todo, hubo divergencias de calado. El factor militar introdujo un elemento de ruido en el proceso. Y es que Londres pretendía que la cosoberanía no alcanzase ni al uso ni a la propiedad de la base del Peñón. Portero recordó la importancia que tiene ésta para el Reino Unido en términos de Inteligencia.
Los españoles se sintieron molestos por ello, explicó Powell; los ingleses, porque Aznar, según su criterio, trató de presentar la cuestión como una victoria española. De ahí que congelaran las conversaciones. El descongelamiento se ha producido a raíz de la insólita postura que ha adoptado el Gabinete Zapatero.
Tiempo y cosoberanía
Tras la intervención de Powell los asistentes al encuentro expresaron sus pareceres sobre el contencioso. Burns, además, hizo un breve pero interesante análisis de la sociedad gibraltareña, que, a su juicio –y al de Powell–, tiene un componente exótico derivado de que conserva usos y costumbres propios de la sociedad británica de hace decenios. Portero, por su parte, lamentó el legalismo desapegado de la realidad característico del servicio diplomático español, y aseguró que España no desempeñará un papel internacional de primer orden hasta que su servicio exterior no conceda al sentido común y a la experiencia el valor que tienen.
Cuando el director de Aliter, Martín Hernández Palacios, se preguntó por el verdadero significado del cambio de rumbo español, Portero hizo la siguiente reflexión: “La renuncia al Proceso de Bruselas, en el tema de Gibraltar, y al Plan Baker, en el saharaui, parecen responder al mismo proceso. Un avance de las posiciones españolas en Gibraltar animaría al Gobierno marroquí en sus pretensiones sobre Ceuta y Melilla”. “Aparcando ese tema y cediendo en el Sahara se busca tiempo para llevar a cabo la reforma de la Constitución y de los Estatutos sin mayores sobresaltos, además de posponer el problema real: Ceuta y Melilla”, agregó. Portero cree que el Gobierno socialista está cometiendo un “formidable error”, como puede leerse en un artículo que ha publicado este lunes en el diario La Razón.