Antes de analizar los posibles escenarios para una guerra en Ucrania tenemos que echar una mirada a las tropas que entrarían en juego, su disposición táctica y, sobre todo, al terreno en el que deben desarrollarse las operaciones.
Todas las acciones militares de mayor importancia en la Segunda Guerra Mundial en Ucrania siempre se produjeron en verano; pretender operar con temperaturas medias de diez bajo cero y con nieve es una temeridad salvo que se pretenda un golpe relámpago que significa menos de una semana de conflicto, lo que reduce obviamente el ámbito de la invasión. Pero puestos a elegir, febrero es mejor que abril o mayo, cuando la nieve derretida convierte el terreno en un lodazal. No olvidemos que dos de las mayores batallas de la Segunda Guerra Mundial, la de Kursk a pocos kilómetros de la frontera con Ucrania y la del Dnieper, ésta la más sangrienta con un millón de muertos en seis meses, tuvieron lugar en la misma zona donde se desarrollarían los combates.
La toma del Dnieper
El Dnieper debería ser el objetivo estratégico de Putin. Es el tercer río más grande de Europa, en su parte baja con una anchura de tres kilómetros; hay apenas una docena de puentes y presas que permitan cruzarlo desde el oeste. Alcanzar el río sería una operación sencilla para sus carros. Le permitiría tomar media capital, y ocupar un vasto territorio cuya población mayoritariamente vería con buenos ojos pertenecer a Rusia.
Cien mil hombres con el equipamiento desplegado por Rusia en las fronteras de Ucrania no pueden ser para una acción limitada a la costa del mar de Azov y las regiones rebeldes. Para ello apenas necesitan un par de brigadas, y nadie vería esta acción como un triunfo. El coste sería demasiado para tan escaso beneficio.
La opción más racional
En el día 1, la aviación rusa volaría todos los puentes del Dnieper, dejando a salvo las presas y actuaría sobre las bases aéreas ucranianas para inutilizar su fuerza aérea y dominar el aire, imprescindible para el avance de las columnas de infantería mecanizada. La flota rusa se estacionaría frente a Odessa, en una maniobra diversiva para atraer a parte de la fuerza ucraniana y los ojos de la OTAN. Desde Crimea tropas rusas se dirigirían hacia Mariupol y Berdiansk que ya habrían sido ocupadas por comandos; mientras, el grueso del ejército ruso se dirigiría desde el norte hacia Kiev y desde el oeste hacia Jarkov y Dnipropetrovsk.
En el día 5, las tropas rusas habrían llegado al Dnieper, dejando en una bolsa a la mitad del ejército ucraniano desplegado en la zona este del país, las mejores tropas por cierto. Si las tropas ucranianas se afanan en defender el territorio en el este, sus bajas pueden ser enormes.
Afianzadas estas posiciones, Rusia entablaría unas conversaciones de paz que acabarían con:
- Rusia controlando la ribera este de Kiev, y una franja de trescientos kilómetros desde Bielorrusia hasta Crimea. Se aseguraría el suministro de agua dulce a Crimea, y tendría una enorme frontera natural en el río y a tiro de piedra el puerto de Odessa, vital para la subsistencia de Ucrania.
- Deteniendo el avance en este punto, Rusia sacaría la carta diplomática para que las sanciones no sean muy dolorosas y garantizar que mini Ucrania no entrará en la OTAN.
- Un referéndum que seguramente sería ganado por Rusia, crearía la nueva Rusia del sur, asociada a Bielorrusia y Rusia, con lo que obtendría la legitimidad política.
- En un año una concesión rusa a Estados Unidos en cualquier otro lugar dejaría las cosas en tablas y vuelta a empezar.
- Ucrania quedaría muy debilitada económicamente, pero con un importante problema para Rusia: la nueva Ucrania será prooccidental y anti-rusa, y tendrá poderosos argumentos para pedir ayuda militar a la OTAN.
Sin embargo, Rusia no tiene capacidad con semejante despliegue para invadir toda Ucrania; harían falta por lo menos medio millón de hombres y varias semanas de duros combates en pleno invierno. El Dnieper es una formidable línea de defensa que los alemanes supieron aprovechar por las alturas que lo dominan desde el oeste, en 1943. La logística de extender las líneas a quinientos kilómetros, si Ucrania destruye todas las líneas ferroviarias, es una tarea gigante incluso para el potente ejército ruso; nunca debemos olvidar que las batallas las gana la logística, no las armas.
No es lo mismo operar en territorio amigo, que lejos de tu retaguardia en territorio hostil; igual que los misiles Javelin con su limitado alcance son inútiles en campo abierto, en entornos de guerrilla urbana y de comandos pueden ocasionar estragos en las fuerzas acorazadas rusas.
Cuanto más dure el conflicto, más posibilidades existen de que la opinión publica internacional se vuelva claramente contra Rusia, las sanciones podrían ser descomunales para una economía que depende del comercio exterior para subsistir y las posibilidades de una derrota se incrementarían.
Lo más importante es que Ucrania tiene un plan perfectamente detallado; sabrá con una antelación de doce horas cuándo se comienzan a mover las fuerzas rusas, tiempo suficiente para replegarse al Dnieper para que no queden sus tropas encerradas, destruir las líneas férreas y todo aquello que Rusia podría utilizar en su contra. Intentar detener a Rusia en el este es una tarea imposible, pero disponer de una fuerte línea de defensa atrás le dará vida a la república de Ucrania y sobre todo le dará la razón.
En cualquier caso, si yo fuera Putin, y conociendo las estrategias de diversión de los generales rusos, mientras tengo toda la atención en Ucrania daría un golpe de efecto en el Báltico o en el Magreb, no olvidemos que tenemos a nuestros amigos argelinos con submarinos capaces de lanzar misiles Kalibr que podrían llevar una carga nuclear desde la playa de Benidorm o St Tropez sin que nos demos cuenta; y en Libia, a los mercenarios de Wagner que podrían quedarse con el país en un telediario y meternos una base rusa en el vientre de Europa.
Lo único que sabemos seguro es que el próximo uno de febrero hay luna nueva, muy conveniente para un ataque sobre la nieve en el que la tecnología rusa se volverá muy superior.