Las primeras películas que recuerdo de mi infancia eran las de James Bond, encarnado por actores de una gran flema, como Roger Moore que nos acaba de dejar; capaces de defender al Reino Unido y al mundo contra Spectra, con una acertada combinación de saber hacer, uso de la tecnología de "Q" y la licencia para matar. Y todo ello sin perder la dignidad ni poner en cuestión a las autoridades, que terminaban felicitándole por sus grandes logros.
Spectra nos parecía una organización imposible; una alianza de todos los malos para acabar con la civilización; era algo de película, si unas décadas después no hubieran llegado Al Qaeda y el Estado Islámico. Dos organizaciones mundiales del terror creadas con el único propósito de dinamitar la convivencia, asesinar a las libertades y nuestro modo de vida para imponer un régimen de terror que no tiene antecedentes de semejante magnitud en la historia; que por otra parte está repleta de grandes criminales.
Todas las enseñanzas para terminar con esta lacra terrorista están en las novelas de Ian Fleming, y sin embargo no parece que los gobiernos estén entendiendo las necesidades que se derivan de esta guerra que estamos sufriendo, y en la que parece que sólo hay víctimas inocentes y terroristas.
Desde los atentados de Charlie Hebdo, 312 personas han sido asesinadas en Europa por atentados yihadistas y los heridos superan el millar. Sólo en lo que va de año se han perpetrado más de 250 atentados terroristas en todo el mundo que han producido más de 1500 víctimas y unos 16.000 heridos. Desde 2001, con los atentados de las Torres Gemelas, estas cifras nos dan más de 25.000 personas asesinadas por atentados terroristas de origen yihadista y más de cien mil heridos. Teniendo en cuenta que el origen tiene las mismas raíces y los mismos fines, y que los procedimientos suelen ser bastante comunes ¿Qué está fallando para que cada vez que ocurre un nuevo atentado, tengamos la seguridad de que no será el último y que cada vez tenemos que incrementar la seguridad para sentirnos más protegidos, sin que realmente sepamos si este esfuerzo produce resultados?
El perfil de los terroristas ya comienza a ser bastante homogéneo; se trata de personas nacidas en Europa en familias islamistas o llegadas desde zonas de conflicto, y normalmente con problemas de integración social. Muchos de ellos delincuentes comunes y una gran mayoría que ha participado en la llamada a la Yihad del Estado islámico en Siria o Libia. Todos se han radicalizado en determinadas mezquitas y sobre todo por internet. Una vez más la tecnología nos proporciona herramientas muy válidas en esta lucha. El control de todos los pasajeros que viajan a zonas de riesgo; los controles de los perfiles de estas personas, el seguimiento en los lugares de radicalización son medidas inmediatas que proporcionarían grandes resultados. El seguimiento en los centros penitenciarios de este tipo de personalidades también debe darnos instrumentos muy eficaces. Después de cada atentado siempre descubrimos que los autores en algún momento pasaron por una comisaría, estuvieron fichados o investigados, y esto nos transmite una sensación de improvisación y de fallas en la lucha contra el terrorismo.
Hay una segunda conclusión; aunque muchos de ellos actúan solos, siempre necesitan de una interacción grupal para motivarse y planear los atentados, y en muchos casos como en Manchester de unos expertos dispuestos a fabricar una mochila bomba. No nos equivoquemos; cuando escribía en enero de 2015 sobre los atentados de Charlie Hebdo titulaba, "no son lobos solitarios". Y es cierto nadie se radicaliza solo; ni nadie decide un día salir a la calle a perpetrar un atentado. La propia gestación del atentado requiere de un impulso de grupo. Salvo casos muy aislados, podemos decir que todos los atentados han seguido una metodología muy similar, novedosa en cuanto a los medios, pero no muy diferente del terrorismo anarquista ruso del siglo XIX, que marca el inicio del uso del terrorismo para destruir a las sociedades occidentales y crear un caldo revolucionario.
A estas alturas no se entiende que no exista una base única de comunicaciones y de datos entre todas las policías europeas incluyendo a los organismos de inteligencia que actúan en Europa y también en las zonas de conflicto. Si vamos a prevenir atentados sacando todo el ejército a la calle, sólo vamos a conseguir generar más inseguridad, pero no habremos avanzado mucho en el camino de la derrota del Daesh. Lo que sí necesitamos es proteger nuestras instalaciones críticas para evitar un daño de una magnitud brutal, pero no podemos poner ni siquiera un soldado detrás de cada esquina o de cada potencial sospechoso.
Junto a la tecnología, la colaboración internacional junto al enemigo común resulta vital y sobre todo la de aquellos países que más capacidad tienen de analizar, predecir y luchar contra esta lacra, y en esta guerra no podemos ponernos zancadillas entre nosotros mismos, porque ese el principio de nuestra derrota.
Tampoco podemos pasar por alto que los terroristas actúan en nombre de Alá y de su religión. Todas las religiones en algún momento de su historia han tenido patologías contrarias al sentido común, pero el mundo occidental aprendió hace tiempo que en nombre de la religión sólo se puede hacer el bien; pero no es así en el Islam. Es la única religión que no admite a las demás y por tanto la convivencia entre religiones supone una condena para los seguidores de Alá. Sobre esta base de intolerancia, unos son los terroristas, pero otros muchos son los que condenan con tibieza en los mejores casos; otros en Oriente Medio no evitan que se propague su mensaje y a veces contribuyen financieramente a que estas organizaciones terroristas y sus apoyos ideológicos crezcan y se expandan especialmente por Europa. Occidente debe terminar el conchabeo, por mucho petróleo que tangan o por muchas armas que compren, con estos regímenes del terror. Hay que terminar con ese libre flujo de capitales sin control que tiene origen o destino en Irán, Pakistán o en algunas monarquías medievales del Golfo, aunque para ello debamos abandonar prácticas financieras muy lucrativas. Nadie puede beneficiarse del terrorismo, ni económica ni políticamente.
En España, a pesar de que la comunidad islamista es muy relevante, las fuerzas de seguridad han tenido mucho más éxito que nuestros colegas europeos. Por desgracia se curtieron luchando contra la clandestinidad muchos años, y de ahí pasaron a enfrentarse a una amenaza brutal como la del terrorismo de ETA. Todas las leyes y procedimientos aprobados para la lucha contra ETA son actualmente la mejor línea de defensa que tenemos. Por una parte, la disuasión con una presencia en los centros de radicalización; con un seguimiento muy activo de sospechosos. La simple detención de decenas de sospechosos, produce un impacto de alerta que tiene un gran impacto en las comunidades más radicalizadas. También ayuda que la sociedad española es mucho más tolerante que la centroeuropea, pero cuidado que el crédito se le puede acabar a los gobiernos si no perciben los ciudadanos que las autoridades les protegen, y podríamos llegar a situaciones de intolerancia en las calles tremendamente peligrosas.
Sin embargo, al gobierno de España le ha faltado carácter para completar su tarea con una participación directa en las acciones sobre el terreno contra el Daesh. Es cierto que hacemos importantes tareas de formación y de asistencia; pero la sociedad española quiere ver como sus fuerzas armadas, junto a nuestros aliados luchan contra esta lacra allá donde tienen sus bases. Mientras que quede un solo reducto en el mundo del Daesh o de sus filiales, la amenaza sobre nosotros persistirá. Hasta que no terminemos con los imanes radicales y sean expulsados de nuestros países y sustituidos por otros más moderados procedentes de los países más cercanos, siempre quedarán focos de radicalización.
A su vez está pendiente un gran ejercicio de integración; pero no nos equivoquemos, los europeos hemos hecho más por la integración del Islam, que viceversa; y mientras que no veamos a los fieles del islam marchar en manifestación a cerrar las mezquitas del terror, no vamos a confiar que realmente son nuestros aliados. Y lo peor es que soy consciente que la inmensa mayoría son gente de paz, pero en determinadas situaciones como las que estamos viviendo, no basta con mirar para otro lado. Europa reclama un paso decidido de la comunidad islámica que se beneficia de nuestro sistema de valores y que trabaja para su propio bienestar y para contribuir al común, para terminar con la raíz del mal. Los musulmanes deberían ser nuestra principal herramienta en esta lucha que también es la suya, pero creo que todavía estamos lejos de este ideal de convivencia intercultural.
También es necesario un ejercicio de reafirmación de nuestros valores. A veces tengo la sensación de que tenemos un cierto complejo cuando nuestros valores son mucho más fuertes y respetuosos con la dignidad humana. No quiero ni pensar cuál sería la reacción de una gran parte de esta sociedad laica europea si un atentado fuera cometido por un radical cristiano o judío en nombre de su religión. Cuanto más fuertes seamos en nuestros valores y entre ellos la integración es un valor ético sustancial a nuestra identidad, más legitimidad y fuerza tendremos para esta lucha contra el terror y la intolerancia.
Mánchester nos demuestra, una vez más que somos muy vulnerables y que el camino por recorrer es largo, pero con cada nuevo atentado ellos son más débiles y nosotros sabemos más sobre ellos y ésta es la base de su liquidación. Pero como en la lucha contra ETA, terminar con los terroristas no es suficiente; si sus ideas persisten, si sus estructuras permanecen latentes en una constante amenaza, si existe un ventajismo político de la no acción o de la acción terrorista; mientras que existan intereses económicos directos o circunstanciales en la existencia de estos grupos, estaremos sometidos a una gran amenaza y seguiremos siendo sus víctimas.
Precisamente ahora que estamos más amenazados, hemos desmontado las estructuras de seguridad que nos salvaron en la Guerra Fría. El Reino Unido optó por el Brexit para aislarse de los problemas del mundo; hoy saben que el problema lo van a tener encerrado en sus fronteras porque es tan propio como el Fish and Chips. Ahora que van a estar solos los británicos, 007 ha dejado de estar al servicio de Su Majestad, y ahora ¿Quién les va a defender?
Nadie solo, por muy fuerte o grande que sea, es suficiente para ganar esta guerra, así que más le valdría a Theresa May menos ventajismo político y más altura de miras para decir la verdad a su pueblo y devolver a la isla a una cordura que no debió abandonar.