Con una lenta pero incesante parsimonia todos los acontecimientos sombríos que acechan a nuestra nación se van a precipitar en el año nuevo, marcando un antes y un después en la historia reciente de España; y lo mismo cabe decir en la escena internacional.
El día 21 de diciembre de 2018, pasará a los anales como el día de la infamia. El día en el que estado español decidió hurtar la soberanía popular a los españoles para entregársela a una pequeña minoría, no muy diferente de lo que hizo el Franquismo. Ya sabemos que el presidente nos ha engañado a todos y especialmente a sus propios colegas, y entregará Cataluña no a los catalanes, sino a los secesionistas para la creación de un régimen que solo defenderá las libertades de unos frente a otros, algo muy habitual en las dictaduras. El lugar de restablecer la normalidad, social y legal, se pretende, con la minoría más exigua de la historia de España, decidir el futuro de nuestra nación sin buscar el consenso entre todos los partidos nacionales y catalanes. Es una ignominia inaceptable. Y no nos engañemos, no es para aprobar unos presupuestos, un paripé al que todos los secesionistas se van a sumar para no perder el cargo ni el chollo con unas elecciones anticipadas o con un 155. Es para llevar a cabo la hoja de ruta pactada en 2015, y que llevaron a Torra con sus bolsas de Carrefour a apoyar a Sánchez el día que pretendió también sacar unas urnas de broma.
Para los secesionistas también ha sido el día de la traición. Nada nuevo. Torra y Sánchez ya han pactado el estatuto de independencia asociada a España que será inconstitucional, pero que Sánchez pretende que se vote sólo en Cataluña como si fuera parte de su ordenamiento jurídico autonómico. Ésta es su hoja de ruta, y marchamos irremediablemente hacia ese destino. Con este juego de palabras al que nos tienen acostumbrados, que tienen pactado para ocultar sus verdaderos finales, Cataluña tendrá plena independencia fiscal; sus embajadas u oficinas de intereses y sus selecciones nacionales. O sea, todas las ventajas y ninguno de los inconvenientes; todo para salvar un conflicto que unos llaman contra España y otros de convivencia. Como si con eso se fuera a terminar el problema, más bien todo lo contrario, abriría un melón sin final.
En 2019 será una realidad, de nuevo, un fenómeno histórico en nuestro país. Hemos vuelto a la política para sólo una parte de los españoles. El Psoe no convoca elecciones no porque no sea bueno para España, sino para no dar gusto a la derecha. Se gobierna desde 84 diputados buscando el enfrentamiento entre Españas. Nada nuevo. Pero en la derecha, y no podía ser de otro modo, ha surgido Vox con una tremenda fuerza que pretende gobernar sólo para los que tienen una concepción de España. Que refuerza el mensaje antinmigrante, lo que en un país tradicionalmente emigrante es un insulto. Quieren para España lo que Torra para Cataluña. Querer a España y ser europeos es compartir sus valores liberales, de humanismo y solidaridad, y todas sus peculiaridades. No podemos construir una España o una Europa a la medida de nuestras preferencias, sino, al contrario, debemos respetar y reforzar los valores que nos han hecho fuertes, que nunca han sido el dogmatismo ni el egoísmo, sino el respeto y la defensa de la libertad y de la igualdad, lo que conlleva necesariamente la defensa del estado derecho por encima de cualquier vicisitud, sea para proteger derechos o fronteras, para mantener las instituciones y preservar la paz y la seguridad.
Pero también Europa vivirá momentos muy convulsos; La marcha de Merkel, la situación financiera y política de Italia en un caos permanente, los extremismos en muchos países de la antigua órbita comunista y el crecimiento de los nacionalismos excluyentes, en países de fuerte tradición democrática, amenazan la estabilidad nacida de 1945. La marcha del Reino Unido con el Brexit y la crisis permanente de Francia, alumbran una nueva Europa de una tremenda incertidumbre e inestabilidad. Los viejos fantasmas comienzan a asomarse de nuevo bajo las rendijas de los movimientos radicales y la inacción de los partidos tradicionales. La larga paz nos ha hecho a todos inquietos y nos aburren mensajes que ya hemos oído demasiadas veces, y tardamos poco en abrazarnos a los nuevos, simplemente porque se dicen de una manera diferente. La monotonía es un fenómeno demasiado nuevo en la historia de la humanidad que todavía no hemos sabido manejar.
La traición de Trump a Occidente también se materializará en 2019. El abandono de Siria cuando la guerra estaba a punto de ser ganada contra el Daesh y contra el régimen genocida de Asad, es una rendición frente a Rusia, dejando a los kurdos, los verdaderos aliados de Occidente, a los píes de tres regímenes que no se caracterizan por su generosidad y democracia: Irán, Turquía, con un creciente nacionalismo que añora el viejo imperio otomano, y Rusia, empeñada una vez más en sojuzgar a Europa sin importarle el bienestar de sus conciudadanos; y esta vez teniendo de aliado nada más y nada menos que a los Estados Unidos. La carta de dimisión de Mattis es toda una reivindicación del papel que Norteamérica debería jugar en el mundo con sus aliados contra los enemigos, en lugar de con los enemigos contra los aliados. Una política que, ve enemigos en los inmigrantes mexicanos y no en el Daesh o en los talibanes que, con la retirada de Afganistán, tardarán dos telediarios en volver al poder, demuestra una tremenda ceguera.
Aunque no trasciendan demasiado, los problemas sociales y económicos en China amenazan con un estallido. Las políticas del pasado están originando nuevos movimientos migratorios hacia las ciudades que colapsarán. La presión alcista de los sueldos y las pretensiones normales de un régimen ultra-capitalista amenazan con una inestabilidad sin precedentes en un país acostumbrado en los últimos cinco mil años a un poder omnímodo y a una sociedad conformista. La claudicación en la guerra comercial con Estados Unidos es la demostración palpable de que China está en problemas; y contradiciendo a Napoleón se podría decir que cuando China se duerma el mundo temblará.
Es el momento de los grandes estadistas, de liderazgos fuertes que movilicen a la inmensa mayoría de la sociedad occidental que busca continuar con el progreso, el bienestar y la paz. Si no se dan respuestas convincentes y moderadas a estas demandas, luego no nos quejemos de que lleguen salva-patrias a terminar de estropear todo.