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Enrique Navarro

El derribo del avión ucraniano: el error no es posible

En primer lugar, para entender lo que haya podido ocurrir hay que ponerse en el contexto del día y la hora en la que ocurre el derribo del avión.

En primer lugar, para entender lo que haya podido ocurrir hay que ponerse en el contexto del día y la hora en la que ocurre el derribo del avión.
Restos del avión Boeing 737 de Ukraine International Airlines cerca de Teherán. | Media Luna Roja de Irán

Horas después del ataque iraní sobre las bases norteamericanas e Irak, todos los sistemas de defensa antiaérea y la fuerza aérea iraní debía estar en estado de máxima alerta y sus sistemas de radares plenamente activados. A pesar de que las autoridades habían recomendado la suspensión del tráfico aéreo por el peligro que podrían suponer los misiles lanzados por uno y otro bando, las fuerzas armadas iranés evitaron tomar esta decisión, precisamente para utilizar el tráfico aéreo como un sistema adicional para disuadir ataques desde el exterior. Y aquí empieza la primera responsabilidad y error iraní; decidir mantener el tráfico aéreo en unas condiciones bélicas, con el lanzamiento de múltiples misiles sobre Irak.

En 2007, Irán adquirió el sistema antiaéreo TOR-M1, en un contrato por el que recibió unos 100 misiles por un precio de 700 millones de dólares. Se trata por tanto de una versión muy mejorada de la inicial que data de unos veinte años antes, que es la máquina más peligrosa que podamos imaginar. Si bien está diseñada para derribar aviones que se encuentran en un rango muy corto, inferior a los 25 kilómetros, su principal virtud es la capacidad para derribar misiles y armas inteligentes; es decir, su nivel de precisión es muy superior a otros sistemas de defensa antiaérea; podríamos decir que es un sistema contra misiles de crucero que normalmente viajan a velocidades cercanas o superiores a los mil kilómetros por hora. Este corto alcance conlleva que el tiempo que transcurre entre detectar un avión o un misil que viaje a mil kilómetros por hora y lanzar el misil antes de perder el rango de alcance es de menos de un minuto.

Esto significa, para un sistema de defensa antiaérea ligado a un aeropuerto, en primer lugar, que dispone de los datos de despegues y aterrizajes, por lo que no cabe ninguna sorpresa sobre un potencial objetivo. A esa hora apenas despegan aviones del aeropuerto por lo que resulta casi imposible no haber detectado la operación normal del avión despegando del aeropuerto.

Suponiendo que el avión fue derribado a los tres minutos de despegar, significa que la cabecera de pista debía encontrarse a unos 18 kilómetros como máximo del lanzador, lo que implica que el radar de adquisición de objetivos del sistema TOR-1 detectó el despegue, y ascenso del avión, así como su envergadura y señal. Toda esta operación normal en un aeropuerto se realizó dentro del alcance del radar, es decir que el operador del radar lo que vio en su pantalla fue una operación comercial absolutamente normal.

Con estos datos, resulta imposible creer que el operador del radar confundiera ese avión con un misil de crucero que no había sido detectado por ningún otro radar de un país que estaba en estado de máxima alerta. Es decir, un operador de un sistema de misiles que está viendo como cada diez minutos cada avión sigue la misma trayectoria con los mismos parámetros no podía confundir ese avión con ninguna amenaza, y menos, a una velocidad de 400 kilómetro por hora y una trayectoria ascendente. El argumento de que se trató de comunicar y que no hubo respuesta, con el avión resulta inverosímil. Tampoco parece creíble la versión de que los sistemas habían alertado del lanzamiento de misiles de crucero norteamericanos, ya que en ese caso habría numerosas evidencias en las comunicaciones. El argumento de que se hallaba cerca de una instalación militar de la Guardia Revolucionaria tampoco parece muy relevante ya que todos los aviones que despegan o aterrizan de este aeropuerto, siguen la misma ruta.

Tres opciones

Lo que lleva a solo tres opciones: el avión fue derribado intencionadamente, ya fuera por una locura transitoria de un operador debido al estado de tensión, o bien porque se produjera una orden directa, o bien porque fuera derribado por un misil antiaéreo lanzado desde las instalaciones de la Guardia Revolucionaria contra posiciones norteamericanas que impactó contra el avión sobre el que querían camuflar el lanzamiento.

Lo cierto es que cuando el sistema TOR está listo para ser lanzado, depende de un único operador tomar la decisión y disparar; no hay un doble chequeo o una acción mancomunada.

El sistema TOR se guía por radar, eso significa que el misil no sigue una emisión de calor, sino que el radar le guía al objetivo, es decir que o bien el radar dirigió el misil al avión intencionadamente o bien en el área cercana del avión había otro sistema en vuelo, ya fuera otro avión iraní, un dron o un misil lanzado que hubiera perdido el rumbo. Cuesta mucho creer que los americanos pudieran meter un dron o un avión de combate a apenas 8.000 pies de altura dentro del rango de los radares del aeropuerto sin ser detectado.

El misil TOR, una vez lanzado y teniendo en cuenta que debía encontrarse muy cerca del avión, tardaría apenas unos diez segundos en alcanzar el objetivo, al que es guiado por el radar, lo que significa que el operador dispone de diez segundos para apagar el radar y desenfocar al misil, si desea interrumpir el ataque.

Es decir que la hipótesis más probable a mi juicio para la hipótesis del derribo por un sistema TOR, es que estando los sistemas alistados para ser disparados, el operador confundió el avión con una amenaza y disparó dos misiles, que deberían haber impactado sobre el avión y haberlo destruido de pleno en el aire. Pero el hecho de que solo uno impactara y que lo hiciera sobre el motor, lleva a pensar que el operador debió apagar el radar demasiado tarde para evitar que se produjera la tragedia. Los restos de misil encontrados tienen el suficiente tamaño y escasa destrucción como para pensar que tal vez no llegaron a explotar, por lo que estaríamos ante un cúmulo de errores que nunca habría de haberse producido, salvo que nos encontráramos ante un suicida que lanzó el misil antes de que alguien se percatara y que en los apenas diez segundos se hubiera tratado de evitar el derribo del avión.

La otra opción explicaría la rapidez de las autoridades iraníes el reconocer que fue un misil antiaéreo y que se hayan encontrado restos tan evidentes de estos sistemas cerca de los restos del avión; es decir que el avión fuera derribado por un misil tierra tierra, con mucha menos precisión, lanzado desde las instalaciones de la Guardia Revolucionaria contra instalaciones norteamericanas, que utilizara el trafico aéreo normal para evitar que el lanzamiento fuera detectado, como si lo fueron los anteriores del ataque de la tarde de antes, que permitieron que las tropas americanas pudieran alcanzar los refugios a tiempo y se evitaran daños mayores. El misil acabo llevándose por delante a la liebre que los iraníes habían diseñado.

No sabemos si llegaremos a saber la realidad algún día; para Irán reconocer que fue un lanzamiento intencionado supondría una pérdida de confianza en sus sistemas y una respuesta internacional muy agresiva; si fue un lanzamiento decidido y ejecutado por un operador, por las razones que fueran, sería una tragedia, pero que exculparía a las autoridades del régimen.

Lo cierto es que cuando se está al borde del conflicto, estas tragedias ocurren y la única forma de evitarlas es desinflamando la situación y volviendo a los cauces de la negociación y a las sanciones para resolver las amenazas y conflictos; y si se está dispuesto a una voladura del status quo, como supuso la muerte del general Soleimaní y la respuesta iraní, debían haberse redoblado los esfuerzos para evitar que al final casi doscientos inocentes hayan fallecido, víctimas de gobiernos que deberían resolver sus problemas de otra manera.

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