En 2016, Estados Unidos se lanzaba a su retirada de todos los conflictos internacionales regresando al aislamiento que caracterizó su política exterior hasta 1941 y que culminó con el abandono precipitado de Afganistán; Australia y Francia firmaban un acuerdo de miles de millones para construir submarinos convencionales franceses en Australia; China impulsaba su plan de modernización y ampliación de capacidades militares con el objetivo de alcanzar en diez años la supremacía en el continente y de esa manera embarcarse en la inevitable expansión en el mar de China y en la Ruta de la seda. En ese mismo año, Reino Unido decidía abandonar la Unión Europea y Putin lanzaba diversos órdagos estratégicos, después de la ocupación de Crimea, en Siria, en Libia y en el Báltico. La Unión Europea por fin salía de la crisis de 2009 liderada política y económicamente por Alemania y se aprestaba para fortalecerse políticamente tras el abandono británico.
Todos estos cambios necesariamente conducían a una transformación en el entorno estratégico. Pero todo esto fue antes del Covid 19 y de que China comenzará a dominar el precio de la energía y de las materias primas y su disponibilidad en todo el mundo; y de que de la mano de sus socios se aventurase en el dominio de América Latina con el fin de rodear a los Estados Unidos y privarles de su área de seguridad y confianza en el sur.
Hace unos días en una conferencia conjunta de los premieres norteamericano, británico y Australiano se lanzaba la iniciativa AUKUS, que más allá de suponer la transferencia de tecnología nuclear a Australia para construir submarinos estratégicos, el desarrollo de nuevas capacidades militares basadas en la inteligencia artificial, en la cuántica, cibernética, cooperación industrial y en la cadena de suministro, supone el mayor cambio en el entorno geoestratégico desde 1945.
Es cierto que las tres potencias han colaborado en todos los conflictos de los últimos cien años, por lo que no debe sorprendernos; pero que le hayan dado una patada a Francia cinco años después de firmar sus acuerdos de cooperación para la venta de submarinos dice mucho de la posición de Europa en el mundo y del nuevo liderazgo de la democracia en el planeta.
Pero lo más relevante es que designa al enemigo y el área del potencial conflicto con ese enemigo: China y el Pacífico. No es de extrañar que el ministerio de Asuntos exteriores chino haya calificado la alianza con una medida que socava gravemente la paz y la estabilidad regional. Tras la retirada de Afganistán, Estados Unidos ha decidido acabar con la inservible ya Alianza Atlántica y desprenderse de esos aliados un poco tocapelotas que se quejaban mucho pero que contribuían poco.
AUKUS no es un caso aislado; esta nueva alianza militar nace con otras que la completan, Five Eyes, una macro agencia de inteligencia militar junto con Canadá y Nueva Zelanda, y AUKUS y la que Biden anunció como la Cuádruple que es la agrupación informal entre India, Estados Unidos, Japón y Australia diseñada para contener la expansión china y mantener la supremacía de las democracias sobre el modelo autoritario comunista. Esta nueva estructura de seguridad acaba con aquella alianza global para contener a los soviéticos que se forjó en el siglo XX y que dio lugar a la OTAN.
El primer ministro Johnson, encuentra en este nuevo entorno más flexible y abierto, una oportunidad para continuar en el grupo de cabeza de Occidente gracias al Brexit y no depender de una Unión Europea perdida estratégicamente hace décadas e incapaz de tomar una sola decisión a tiempo. Para Australia, supone asegurar su liderazgo regional basada en su pertenencia al mundo anglo, que liderará el mundo frente a China en lo que queda de siglo. La Europa continental languidece, una vez más, mientras que el mundo creado por Isabel I de Inglaterra resurge de sus cenizas y el escenario ideal de Churchill recobra toda su fuerza y poderío político, ideológico y militar.
Desde de Hiroshima y Nagasaki, el mundo occidental nunca pensó que fuera necesario adquirir capacidades nucleares en el Pacífico; esto significa que algo transcendental ha cambio en el mundo. La tela de araña que pueden formar Corea del Sur, Japón, AUKUS más Nueva Zelanda más los países aliados como Filipinas o Taiwán, frente a China es un mensaje de una enorme potencia; habrá que ver si produce en el gigante asiático el. mismo efecto que la Guerra de las Galaxias de Reagan en la Unión Soviética, o lanza a China a una carrera de armamentos y de liderazgo mundial de consecuencias imprevisibles.
La airada reacción de Macron, llamando a consultas al embajador, muestran la debilidad de Europa, que no ha sabido convencer a Australia de que Europa era un aliado más fiable. Una Europa que será liderada por Francia, una vez que Merkel deje el puesto y gobierne la izquierda en Alemania, no solo será irrelevante, sino que asistirá a su proceso de descomposición. Si los países del Este tienen que confiar en Francia para detener a los rusos, tardarán dos telediarios en echarse en manos de esta nueva armazón geoestratégica, más flexible e individualizada. Los tradicionales probritánicos y pro americanos de Europa como Noruega, Dinamarca y Holanda más polacos, húngaros y checos, solo podrán confiar en la nueva alianza transatlántica entre Reino Unido y Estados Unidos para mantener su seguridad e independencia, convencidos de que el impulso que Borrell otorga a la política exterior y de seguridad europea nos lleva a la rendición.
Mientras el mundo se transforma a una velocidad desconocida, las alianzas cambian por semanas y surgen nuevas amenazas; cuando se está definiendo el liderazgo tecnológico del siglo XXI; cuando el ministro de defensa de Israel está negociando en Marruecos la colaboración militar y tecnológica que permitirá a Marruecos ponerse al nivel tecnológico nuestro, España todavía sigue sin aclarar qué banderas se ponen en las intervenciones oficiales; vamos en la dirección equivocada, con unas consecuencias para nuestro futuro que acabarán con el progreso que iniciamos hace ahora sesenta años. El mundo se mueve muy deprisa y todo nuestro empeño es detenernos y apostarlo todo a una Europa afrancesada, lo que nunca nos ha ido muy bien a los españoles.