Lo último que nos llega desde La Zarzuela es que el rey quiere recuperar la predisposición al diálogo y al acuerdo de la Transición para hacer frente al grave problema del paro. Precisamente ahora lo dice. Apenas han pasado unos días desde que los socialistas se ofrecieron para un gran pacto de Estado, ése que nunca buscaron cuando Zapatero, a ciencia y paciencia de sus compañeros, nos conducía hacia la ciénaga donde ahora chapoteamos. Los socialistas aprobaron una reforma del estatuto de Cataluña inconstitucional que contenía la semilla de la ruptura de España y lo hicieron sin contar ostensiblemente con el PP por ver si aislaban a la derecha tras el cordón sanitario del que hablara Luppi. Y entonces, cuando el simpático tontiloco se dedicaba a cargarse a la nación, no sólo los socialistas desdeñaron el pacto, sino que a Su Majestad, al rey de España, de España, tan sólo se le ocurrió decirnos a sus desgraciados súbditos que aquel insensato sabía muy bien lo que hacía.
Y ahora que gobierna la derecha, es verdad que con más torpeza que acierto, haciendo bien poco por salvar a la nación, pero al menos sin estar dedicada a destruirla, al rey le asalta el furor mediador, le sale la vena arbitral y fogoso se apresta a impulsar el pacto entre el PP y el PSOE. Todo ello con unas gotas de desprecio a la mayoría absoluta de Rajoy. Cuando Rubalcaba se desangra en las encuestas y se ve que va a tener que pelear cuerpo a cuerpo con IU y UPyD por cada voto, cuando se encuentra al borde de la irrelevancia y a punto de perder el carácter de alternativa creíble al Gobierno actual, a los socialistas se les ocurre que la única forma de salvarse es un gran pacto con el Gobierno. El truco consiste en hacer creer que se trata con ellos porque ellos son la única alternativa real. El problema es que el PP remolonea. Por eso necesitan los socialistas el empujón del rey. Porque creen, seguramente con razón, que la agreste derecha, tan ultra ella, si se ve llamada por el monarca al pacto, inclinará la cerviz y obediente y disciplinada acatará el mandato real, orgullosa de su sentido del Estado e inflamada de sentir patrio. Menudos idiotas.
¿Arreglarán algo? No arreglarán nada. De reforma institucional, ni se hablará. La reconducción de las autonomías brillará por su ausencia. Y, en cuanto al paro, acordarán lo que por estos lares se denominan políticas de empleo, consistentes mitad en que el Estado contrate, mitad en que subvencione a quien lo haga. Para eso, habrá que naturalmente subir los impuestos, que ya nos dicen socialistas y populares que hay margen de sobra. Lo emocionante será ver si la movida sirve o no finalmente a su verdadero fin, salvar a Freddy y a su partido de la indiferencia del electorado. Y de paso, mejorar el prestigio de la Monarquía. No les arriendo la ganancia. A ninguno.