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Emilio Campmany

Soso, serio, formal y mentiroso

Gabilondo ha empezado su campaña con dos mentiras, y gordas. 

Gabilondo ha empezado su campaña con dos mentiras, y gordas. 
Ángel Gabilondo. | EFE

Ángel Gabilondo ha abierto la campaña del PSOE con muchos lugares comunes. Afirma que hay que ponerse a las cosas, citando a Ortega y Gasset, pero luego se dedica a vender humo: que si el futuro, que si la estabilidad, que si restablecer la dignidad, o sea, las flores y los peces. Sólo hay en su primer discurso dos promesas concretas: no subir los impuestos y no pactar con “este” Pablo Iglesias. Lo de no pactar con “este” significa que sí lo hará con el otro, que es tan comunista como el primero. Y lo de no subir los impuestos no se lo cree ni él, no sólo porque subirlos será una exigencia de Más Madrid y porque, si Podemos consigue entrar en la Asamblea, también estos comunistas lo demandarán. Lo crucial es que lo reclamará el propio PSOE, que lleva amenazando a Madrid con una armonización fiscal desde los tiempos en que Susana Díaz lo abanderó desde Andalucía. Si no lo han hecho ya es porque, para poder arrebatar desde la Moncloa las competencias fiscales a Madrid, también se las tienen que quitar a Cataluña. La única forma que tiene el PSOE de imponer esa armonización que tanto ansía sin mermar la autonomía de Cataluña es apoderándose del poder en la comunidad madrileña. Si lo consiguiera, de la mano de Gabilondo o de cualquier otro, sería lo primero que harían los socialistas, subir los impuestos. Y Gabilondo lo sabe. De modo que el muy serio, muy soso y muy formal Gabilondo ha empezado su campaña con dos mentiras, y gordas

¿Cuál es la verdadera cuestión? El asunto es que Iglesias tiene planteada su campaña para robarle votos a Más Madrid y al sector más ultra de los votantes del PSOE. Sabe que con sus amenazas de meter en la cárcel a Ayuso no atrae ni a un solo votante del PP. Pero su objetivo no es que la izquierda gane las elecciones, sino tener representación parlamentaria. Lo más probable es que lo consiga, en beneficio naturalmente del PSOE, que cuenta con sus votos para gobernar. Mientras, el PSOE, para poder sumar, tiene que atraer a los votantes desengañados de Ciudadanos. Y por eso es por lo que Gabilondo reniega de Pablo Iglesias mientras cruza los dedos detrás de la espalda. No obstante, no hay forma de ocultar que en estas elecciones tan sólo se debate si gobernará la izquierda o la derecha, socialismo o libertad. Y Gabilondo, por mucho que quiera, no puede evitarlo. Y la culpa de que sea así la tiene su PSOE de Sánchez, que en su momento pudo intentar gobernar con Ciudadanos contando con la abstención del PP y prefirió hacerlo con comunistas, independentistas y golpistas. Si ahora se presentan ocultos bajo una gabilonda piel de cordero es porque, con amistades como las que frecuentan, les es imposible ganar en Madrid y porque las elecciones generales se barruntan próximas. Para entonces, tanto a Podemos como al PSOE les conviene fingir un divorcio que les permita recuperar al electorado radical, unos, y al moderado, los otros. Y lo que hacen es simularlo. Por eso Iglesias vocifera amenazas en vez de susurrarlas y por eso Gabilondo miente por mitad de la barba.

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