Es frecuente encontrar en la Historia fenómenos cuya responsabilidad oficial se atribuye a quien vino después, cuando la real es de quien estuvo antes. Las bases para ganar la Guerra Fría las puso Nixon, pero las medallas se las colgó Reagan. Thatcher derrotó al IRA, pero el mérito se atribuye a Blair. Con el PSOE pasa algo parecido. De Rubalcaba se dice que lo hunde, pero fue Zapatero el que lo lastró con tal peso que no hay cristiano que lo levante. Una prueba más de ello la hemos tenido la mañana de este jueves en el Congreso de los Diputados.
Un socialista invitó a asistir a la sesión a algunos de los perjudicados por las preferentes. En un determinado momento los invitados se pusieron a insultar a los diputados, tachándoles de ladrones y sinvergüenzas. Cabe suponer que los insultos estaban dirigidos tanto a los socialistas, por haber permitido durante su etapa de gobierno que se perpetrara lo que los asistentes consideran una estafa, como a los populares, por no reparar el daño causado por sus antecesores. Entonces, curiosamente, dos diputados socialistas se han puesto a aplaudir los insultos. A pesar de que los aplausos provenían de dos de los menos avisados diputados socialistas, cuesta entender las palmas. Es posible que pensaran que el epíteto "sinvergüenzas" estaba dirigido exclusivamente a los populares. Pero no hay posibilidad de error con el de "ladrones", ya que, referido a los políticos que gobernaban cuando se cometió la estafa, estaría dirigido a los socialistas, y si se profirió pensando en los que gobernaban las cajas que montaron el tinglado, había en ellas tantos socialistas como populares. La estulticia de los dos representantes es tal que alguien con tan pocas luces como Chaves tuvo que llamarles la atención por estar aplaudiendo unos insultos esencialmente dirigidos contra ellos.
De todo eso, ¿qué se deduce? El atroz radicalismo de Zapatero condujo al PSOE hasta los arrabales de la extrema izquierda. Eso le permitió ganar las elecciones de 2008, cuando el voto extremista fue suficiente para compensar la sangría de votos por el centro. Pero luego, en 2011, los radicales volvieron a IU y a la abstención y muchos de los moderados que aún votaban socialista dejaron de hacerlo. Odón Elorza y Consuelo Rumí aplauden porque han asumido hasta tal punto el extremismo que les legó Zapatero que están convencidos de que el asunto no va con ellos, sino sólo contra la desalmada derecha que no devuelve lo que los bancos estafaron a esa pobre gente. Naturalmente, olvidan que no fueron bancos, sino cajas dirigidas por políticos, muchos de ellos camaradas de Elorza y Rumí, quienes se inventaron el producto para tapar los agujeros que su calamitosa gestión había provocado. Creen que ese disfraz de extrema izquierda con el que Zapatero les vistió les permite hacer ahora como si el PSOE no hubiera gobernado nunca. El caso es que, como parece comprender Chaves, aunque el engaño funcionara, no es presentándose como extremistas como se obtienen buenos resultados en las elecciones.