García-Margallo siempre está hablando de Cataluña. En su último canutazo ha dicho eso tan lírico de que si croa como un pato, es un pato, para explicar la actitud de Europa hacia lo de Ucrania y deducir cuál sería si Cataluña se independizara. Se supone que el exceso literario tiene por finalidad mostrar cuán obvio es que una independencia fruto de un referéndum ilegal nunca será reconocida por la comunidad internacional.
La imagen de un pato croando puede ser todo lo bella que se quiera, digna de un poema de Alberti, pero la cuestión es que lo que dice Margallo no es así. Producida una secesión por los cauces que sean, cada país miembro de la comunidad internacional hará lo que aconsejen sus intereses nacionales. Y si no aconsejan nada, imitará lo que hagan los grandes, especialmente Estados Unidos, que sin lugar a dudas valorará por encima de cualquier consideración legal qué es lo que más le conviene. Y así se resolverá todo.
En Ucrania, los países occidentales, que es en quienes está pensando Margallo cuando en general habla de la comunidad internacional, no reconocerán las secesiones que se están produciendo porque desean, siempre y cuando no haya que recurrir a las armas, controlar y frenar en lo posible el expansionismo de Putin y procurar que las fronteras rusas se acerquen a Occidente lo menos posible. Pero como al final lo que prima son los intereses, ya verán cómo la vehemencia en oponerse a reconocer las anexiones con el argumento de que son ilegales será mucho más acentuada en Polonia e infinitamente más tibia en Alemania. Y cuando sea así lo esencial no será un diferente modo de interpretar la ley, sino el pavor que los polacos justificadamente tienen a los rusos y lo mucho que Alemania para bien o para mal le compra a Gazprom.
Por eso, si Cataluña proclama unilateralmente su independencia, no será la ausencia de legalidad del proceso lo que frenará su entrada en la Unión Europea. Será el interés que tienen muchos de sus Estados miembros en que este tipo de procesos no se pongan de moda. Porque quien más, quien menos tiene sus cataluñas de una u otra manera inclinadas a independizarse. Si estas regiones ven que la nueva nación se queda a la intemperie, empobrecida y aislada diplomáticamente, sus ansias de secesión se moderarán. Si vieran en cambio que el recién nacido Estado es enseguida admitido en el club como miembro de pleno derecho, todos los movimientos independentistas que pululan por Europa se fortalecerían. Eso es lo que hace improbable que una Cataluña independiente ingrese rápidamente en la Unión Europea, y no la ilegalidad del proceso a través del cual proclame la independencia. Y luego, que los patos croen cuanto quieran.