El Gobierno de coalición entre socialistas y comunistas ha superado con éxito el primer escollo de las enmiendas a la totalidad a su proyecto de ley de presupuestos. En España damos mucha importancia a esta ley anual porque en los sistemas parlamentarios occidentales es el momento en que el Gobierno, más allá de mociones de censura y cuestiones de confianza, demuestra tener suficiente apoyo parlamentario para poder gobernar. Sucede sin embargo que en realidad aquí no es tan importante. La prueba es que nunca un presidente del Gobierno ha dejado de serlo por no ser capaz de sacar una ley de presupuestos. Se prorrogan los del año anterior y a otra cosa. De hecho, el objetivo de Sánchez no es aprobar unos presupuestos para 2021. Su idea es aguantar toda la legislatura con los que ahora saque a base de sucesivas prórrogas.
Entonces, ¿tiene algún significado que el Gobierno sea capaz de superar una votación como la de este jueves? Claro que lo tiene, pero no es económico. Gobernando con los presupuestos del PP, Sánchez ha sido capaz mal que bien de sacar adelante una política económica de izquierda radical sin apenas obstáculos. El significado es político. Es evidente que Sánchez goza de apoyos suficientes para gobernar. Pero la naturaleza de las cesiones que ha tenido que hacer para ganar la primera votación no tienen nada que ver con los presupuestos. Es el caso de la prohibición del español en las aulas catalanas o el acercamiento de los presos etarras al País Vasco. Y no es que las haya aceptado porque no tenía otra salida. Ciudadanos, con su actitud de vuelo rasante, ha servido para demostrar que no era necesario hacer esas cesiones. Por lo tanto, lo que el PSOE demuestra rindiéndose a un chantaje que no tiene por qué aguantar es algo que no deja de ser terrible por obvio. Si acepta someterse a él no es porque necesite a golpistas y filoetarras. Es porque necesita a Podemos, que comparte con la extrema izquierda nacionalista su propósito de destruir la España que entre todos levantamos en 1978.
Evidentemente, los comunistas ya no se conforman con pisar moqueta y que les dejen salir a dar ruedas de prensa a decir sandeces. Eso ya no les basta. Quieren dirigir la política y el PSOE de Sánchez les está dejando. Por lo menos hasta que se aprueben los presupuestos. El momento crucial llegará después. ¿Se verá Pablo Iglesias lo suficientemente fuerte como para amenazar con romper la coalición si no se ponen en práctica sus letales políticas? ¿Será capaz de cumplir su amenaza si el PSOE no le hace caso? ¿Seguirá Sánchez humillándose ante el chantaje de comunistas y nacionalistas? ¿O preferirá arriesgar la coalición antes que seguir sometido a ellos? La situación se resolverá conforme a la teoría de juegos. Los dos quieren seguir gobernando, pero necesitan colaborar para seguir haciéndolo. La cuestión es resolver quién manda. Si no se ponen de acuerdo en esto, la baraja se romperá. El caso es que, hoy por hoy, y hasta que se aprueben los presupuestos, el presidente es Iglesias. Luego, ya veremos.