Iglesias llegó a la política española como un Hércules a los establos de Augías, con el propósito de limpiarla y dejarla como una patena. Sin embargo, no ha hecho desde que llegó más que echar estiércol sobre boñiga y guano sobre mantillo. La imputación de ahora es la que más alboroto ha generado porque en España hasta que un juez no imputa no hay escándalo, salvo que uno haya sido rey de España. Sin embargo, ya eran muy graves las irregularidades detectadas por el Tribunal de Cuentas. El caso es que, como siempre hace Podemos, sus líderes rechazan las denuncias acusando al establishment de haber muñido una conspiración contra ellos para evitar que lleguen al poder o echarlos de él.
No tendría nada de particular que quienes pudieron evitar que España esté gobernada por comunistas hayan caído en la tentación de cometer alguna irregularidad con tal de ahorrarnos semejante desgracia. Pero la cuestión es que no es eso lo que está pasando. Podemos fue la niña bonita de Rajoy. El que fuera presidente del Gobierno gracias al dedazo de Aznar dilapidó su mayoría absoluta defraudando a su electorado tras engañarlo miserablemente. Sus votantes huyeron y, para conservar el poder a pesar de ello, entregó las televisiones a Podemos y propició su permanente y estomagante presencia en los medios. De esa manera logró quitar al PSOE y conservar él los votos suficientes para seguir siendo, no obstante la debacle, el partido más votado. Fue en esa época cuando Montoro libró de una condena por delito fiscal a Juan Carlos Monedero avisándole para que regularizara su situación con Hacienda antes de que se iniciara el procedimiento penal. Así fue cómo Podemos, envuelto en sombras y sospechas, pudo presentarse como el partido para una política nueva, limpia y transparente.
Obligado el PSOE a tener que hacer frente al desafío y encontrar la manera de recuperar a su electorado, su primera reacción fue rechazar toda relación con los comunistas populistas alegando que ellos, los socialistas, son gente seria y no podrían dormir si gobernaran con semejantes descerebrados. La estrategia no dio resultado. Entonces, el astuto Iván Redondo pergeñó otra. Formó coalición con ellos y publicitó la labor del Gobierno de manera que el PSOE fuera visto como el artífice de las medidas populistas de Podemos. Por otro lado, le levantó poco a poco al partido morado la protección de la que disfrutaba desde los tiempos de Rajoy y dejó que empezara a salir la mucha porquería que Podemos oculta. Así que lo sustancial de lo que está pasando no es que, como dice Echenique, el establishment esté atacando a Podemos. Lo que ocurre es que está dejando de protegerlo, que es muy distinto.