Publica Carlos E. Cué una interesante crónica en El País de este domingo. En ella recoge la confidencia de un marianista, quizá José María Lassalle: "En estas elecciones el objetivo no es ganar votos, sino sobre todo no perderlos entre los más españolistas del barrio de Salamanca (Madrid), que se pueden ir a Rosa Díez. Dos de cada tres votos suyos eran nuestros, y ahí Mayor y Aznar son muy útiles. Movilizan el voto de los muy convencidos, los muy politizados, que son de los pocos que van a ir a las urnas". O sea, que los marianistas bizcochables, timoratos, blanditos y gallardonizados confían en que Mayor Oreja y Aznar les traigan el 7 de junio los votos que necesitan para ganar esas elecciones y apuntalar a Rajoy en la presidencia del PP hasta las próximas elecciones generales.
Cué no nos descubre nada que no sepamos. El que no parece saberlo es el propio Mayor Oreja, empeñado absurdamente en convertir estas europeas en una prueba de su tirón electoral, cuando lo que está en juego es el de Rajoy. El propio Cué lo explica: "Todos los consultados, marianistas y críticos (...) creen que lo único que lo podría debilitar [a Rajoy] (...) es un mal resultado en las europeas del 7 de junio, que no es previsible".
No sé qué harán los electores del PP del barrio de Salamanca, pero los de ese barrio y los de cualquier otro que piensen votar el 7 de junio deberían pensar fríamente lo que van a respaldar votando al PP, si a Mayor Oreja o a Rajoy. Si, como Cué y sus fuentes, creen que a Rajoy, deberían hacerlo solamente si están convencidos de que es el presidente que necesita España. Es una lástima que Mayor Oreja tenga que pagar por otros, pero él sabrá por qué se ha dejado colocar a la cabeza de una lista confeccionada a sus espaldas después de ver lo que se hizo con María San Gil. En cualquier caso, aquí importa poco el destino de las personas. Importa España. Y a España no le conviene Rajoy. Mejor dicho, no le conviene esta versión aguada de centrista acomplejado y encogido que tan bien representa Gallardón y con la que Rajoy ha querido vestirse para ver si así logra auparse hasta la presidencia de Gobierno.
Algunos me dirán que, con ser malo Rajoy, peor es Zapatero y que no hay más remedio que elegir. No estoy de acuerdo. Si los electores del PP demuestran el 7 de junio que no les gusta el gallardonismo de Rajoy, habrá tiempo de que venga alguien que de verdad asuma la obvia necesidad de reconducir el desastre en el que se ha convertido el Estado de las Autonomías, crea en una Justicia independiente y se esfuerce por dar a nuestros hijos una educación que se ocupe de formarlos y no de adoctrinarlos, condenando su futuro a la ignorancia, el revanchismo y el aldeanismo. ¿Es mucho pedir?
El PP es el único partido de los que tienen opción de gobernar que conserva algo de nacional. Con Rajoy está empezando a dejar de serlo. Hubiera sido preferible que una derrota en las elecciones gallegas provocara la catarsis que se necesita. Pero los electores gallegos decidieron atender a las necesidades de su tierra antes que a las de España. Así pues, la última oportunidad de hacer lo que hay que hacer será el 7 de junio. No será fácil. Implicará además un triunfo para Zapatero, con lo que tampoco será agradable. Pero hay que hacerlo.
Emilio Campmany
No con mi voto
Aquí importa poco el destino de las personas. Importa España. Y a España no le conviene Rajoy. Mejor dicho, no le conviene esta versión aguada de centrista acomplejado y encogido que tan bien representa Gallardón.
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