Es evidente que Pablo Casado y Teodoro García Egea están decididos a impedir que Isabel Díaz Ayuso dirija el PP de Madrid. Se ha especulado mucho acerca de sus razones y, por muy ilógicas que sean, el caso es que, como se ocuparon de filtrar a El País, están decididos a llegar "hasta el final". Es igual de evidente que, en caso de choque frontal, la dirección nacional tiene todas las de ganar. Así ha sido siempre y así debería de ser también en esta ocasión. Por eso presidente y secretario general están resueltos a no rendirse, porque están convencidos de que al final ganarán. Creen que Ayuso, como cualquier otro en su lugar, se arrugará antes de dejar que el expreso de Génova la arrolle. Sin embargo, hay varias cosas con las que no cuentan.
Para ganar esta guerra tendrán que matarla, no bastará amenazarla. Lo avisó la misma Isabel el día de El Hormiguero, cuando afirmó ser consciente de lo efímero de su cargo y que no le importaba que su vida política acabe porque, en cualquier caso, tarde o temprano acabará. Como Aquiles, prefiere la gloria, aunque le cueste la muerte, a conservar la vida sin más. Es cierto que quien le hace un órdago a la dirección nacional lo pierde, como le pasó a Esperanza Aguirre. Pero en aquel 2008 a la lideresa madrileña le faltó arrojo para saltar a la yugular de Rajoy y prefirió no arriesgar lo que ya tenía, la presidencia de la Comunidad de Madrid. Y, naturalmente, al final también perdió eso a manos de aquel al que no se atrevió a rematar. Luego la remataron a ella y se quedó sin comunidad y sepultada en la porquería que le echaron encima. Ayuso es diferente. Cuando temió que le presentaran una moción de censura como la de Murcia, en un par de horas decidió arriesgarlo todo y convocar elecciones. No siguió su ejemplo nadie por lo de no arriesgar. Hoy, de los barones del PP, Ayuso es con diferencia la más valorada, por encima de los cobardes Mañueco y Bonilla, por encima del pelota López Miras e incluso por delante del viperino Feijóo. Ayuso además cuenta con otro activo, la ayuda de Miguel Ángel Rodríguez, un veterano con más conchas que un galápago, que está de vuelta y presto como su jefa a arriesgarlo todo.
Sí, lo más probable es que la dirección nacional del PP gane esta guerra, fulmine a su mejor activo electoral y ponga en su lugar a un mediocre del estilo de Cuca Gamarra o Ángel Garrido. Pero, si se pudiera apostar, yo arriesgaría unos euros a favor de Ayuso a poco que me los pagaran tres a uno, porque Egea y Casado se enfrentan a una que echó a Pablo Iglesias de la política y a uno que acabó con Iván Redondo, hasta entonces el tío más listo de los que hollan moqueta en España. Lo que es seguro es que no se arrugarán.
No, no será fácil vencerlos, mucho más ahora que saben que sólo les cabe matar o morir.