Uno de los aspectos más decepcionantes de la política del PP en el Gobierno es la aceptación de la herencia de Zapatero en casi todo. La aceptaron en cuanto a la negociación con ETA, en el control de la Justicia, en considerar el aborto un derecho, en mantener una Economía intervenida y en subir los impuestos mucho más de lo que se hubiera atrevido a hacer Zapatero. La política exterior no iba a ser una excepción. Con todo, dados los lazos sentimentales del PP con la oposición cubana, cabía esperar en este concreto asunto un mínimo alejamiento de la política de Moratinos. Que si quieres arroz, Catalina. Es verdad que Obama se agacha cada vez más ante Raúl Castro, desde el día en que se quebró el espinazo por hacer una reverencia versallesca al dictador cuando se lo encontró en el funeral de Nelson Mandela. No lo es menos que el New York Times no para de mandar recaditos a su presidente para que alivie la presión sobre Cuba por medio de editoriales que publica también en español. Y es muy probable que Margallo haya llevado hasta la isla en su portafolios un mensaje de Obama prometiendo quién sabe si ablandar el embargo a cambio de la liberación de un preso norteamericano condenado a 15 años de cárcel por el intolerable delito de introducir en la isla equipos con los que conectarse a internet.
Naturalmente, esto supone dar la vuelta a la política de Aznar y destruir la que éste impuso en la UE, consistente en tratar por igual a los gobernantes y a los opositores cubanos. ¿Cómo explicar esta enésima traición? Margallo filtra, naturalmente a El País, sus razones. Dice el periódico que en el ministerio creen que España será influyente sólo si lo es en Latinoamérica. Y allí no se puede influir dando la espalda a Cuba. No es verdad. No se gana influencia inclinándose ante una dictadura. Y menos si donde se pretende ganar esa influencia gobiernan regímenes comunistoides de diferente grado que campan hoy por aquellas desgraciadas tierras, como los de Ecuador, Bolivia, Venezuela o Argentina. Y en último extremo, ¿qué sentido tiene aterrorizarnos con la llegada de Podemos si por otro lado nos dedicamos a apuntalar los regímenes en cuyo espejo se miran Pablo Iglesias y los suyos? ¿Es que somos nosotros mejores que los cubanos? ¿Por qué tenemos que ayudar a que los cubanos vivan bajo la bota del comunismo a la vez que advertimos de los peligros que la llegada al Gobierno de sus amigos tendría para nosotros? ¿Es que tenemos los españoles más derechos que ellos? ¿Es lícito consentir para ellos lo que no queremos para nosotros?
Lo que se vive en Cuba es un horror. Que se esté viviendo desde 1959 no es en absoluto un alivio, al contrario. Y ayudar a que siga siendo así, una ignominia impropia de gente que dice defender la libertad. Al PP cada vez le queda menos en lo que ser mejor que Podemos.