Al Gobierno le pasa con Villarejo lo que al delincuente al que encañonaba Harry, el Sucio. Que no sabe si al revolver con el que le apuntan le quedan balas. Ante la duda, el Gobierno, como el rapero en la película, ha preferido no arriesgarse. Por eso ha salido de la cárcel el presunto criminal. En su día, el comisario creyó que sus cartuchos más poderosos eran los que tenía contra el PP y el rey Juan Carlos. Amenazó con dispararlos si no lo liberaban y, como no lo hicieron ni Rajoy, que ni para eso sirve, ni Sánchez, el expolicía hizo fuego a bocajarro. Cuando se dio cuenta de que apretando el gatillo no hacía más que el caldo gordo a un Gobierno que quiere acabar, por supuesto con el PP, pero también con la Monarquía, ya era demasiado tarde. Pero, ¿ha empleado el madero toda la munición? El Gobierno no lo sabe. Villarejo ha “limpiado mierda”, por emplear sus propias palabras, a diestro y siniestro y es muy probable que también lo haya hecho en los retretes de PSOE y Podemos. Y es razonable esperar que parte de esa porquería esté todavía en el tambor de su revolver.
No cabe interpretar de otro modo su liberación. Es verdad que un preventivo no puede estar más de cuatro años en la cárcel sin juzgar. Pero hay dos cuestiones. Primero, faltan ocho meses para que se cumplan esos cuatro años. Y segundo, mucho más importante, Villarejo está sin juzgar no por culpa de un tifón o un huracán, sino por culpa de la Fiscalía. Entre las piezas en las que el policía jubilado está encausado, las hay de relativo sencillo trámite y fácil condena. Si alguna de ellas se hubiera completado, Villarejo estaría en la cárcel cumpliendo sentencia y podría ser juzgado sin prisa por las causas más complicadas que pudieran exigir una instrucción más prolongada. La Fiscalía está en realidad alegando para liberarlo la concurrencia de unas circunstancias que su propia negligencia y falta de celo han provocado.
Todo lo cual coincide, a mayor abundamiento, con el hecho de que la Fiscal General del Estado y su novio son amigos del presunto delincuente. Tan amigos son que el policía le contó a la fiscal en una ocasión la extorsión que planeaba cometer y la funcionaria, en vez de de denunciarlo o perseguirlo o callarse piadosamente, lo celebró con lo del “éxito asegurado” que tanta fama ha hecho. Ahora se entiende el empeño de Sánchez en hacer Fiscal General del Estado a su ministra de Justicia a pesar de lo groseramente inapropiado que era el nombramiento no sólo en España, sino sobre todo ante los órganos internacionales que monitorizan la calidad democrática de los países miembros de la Unión Europea.
Con la amenaza de que va a desenmascarar a todos ahora que ha salido de la cárcel Villarejo en realidad oculta que ha sido puesto en libertad precisamente para que no lo haga, al menos en cuanto a algunos.