El PP se ha pegado en estas elecciones europeas un batacazo. Sí, ¿y qué? Parte de su electorado se fue a la abstención, pero no se ha notado. Quizá porque otros habituales de ella, en el campo del separatismo y de la extrema izquierda, han decidido esta vez ir a votar. El caso es que... como si no lo hubieran hecho. Otros se fueron con Vox, y fueron tan pocos que ni siquiera pudieron devolver a Vidal-Quadras al Parlamento Europeo. Algunos se decidieron por la izquierda moderada que representa UPyD, y no bastó ni para darle tantos escaños como los que han logrado los de Podemos, que partían de cero. Los últimos desertores se decidieron por la opción transversal que representaba Ciudadanos, y apenas bastó para compensar el relativamente escaso entusiasmo que el partido ha originado en la región donde el movimiento nació, Cataluña.
La izquierda harta del PSOE, en cambio, no ha querido saber nada de las opciones regeneradoras y se ha dividido entre los radicales integrados en el sistema, esto es, IU, los bolivarianos de Podemos y los verdes. O sea, que la izquierda descontenta, muy numerosa, prefiere la revolución a la regeneración. En estas condiciones, al electorado de derecha regeneracionista no le queda otra que renunciar a esa regeneración que el PP no quiere llevar a cabo y volver a la casa común que Génova representa, aunque allí haga años que no pasan una escoba.
A la perspectiva de la incorporación de Podemos a un posible gobierno de coalición en el que Pablo Iglesias ocupara cualquier cartera se añade la de las probables victorias de Bildu y la Esquerra en sus respectivas regiones. El PSOE no sólo parece incapaz de frenar esa deriva, sino que amenaza con radicalizarse para poder unirse a la fiesta. El único que puede evitarlo es el PP si vuelven a votarle todos sus electores. Y la mayoría no encontrará otra opción. ¿Que sube los impuestos? Que los suba. ¿Que libera etarras? Que los libere. ¿Que politiza la justicia? Que la politice. ¿Que se descubren casos de corrupción? Que se descubran. En la izquierda nadie quiere la regeneración. Se dividen entre los que en el PSOE se aferran al sistema y los que buscan la revolución. Y, siendo imposible la regeneración, la derecha siempre preferirá Guatemala a Guatepeor. Por no acabar siendo Venezuela, no sólo se tragará a este PP, sino que aceptará, si necesario fuera, una alianza con PNV y CiU a cambio de darles lo que pidan con tal de que no sea la independencia.
El experimento que con gaseosa europea han hecho los electores de la derecha regeneracionista ha salido fatal y va a ser difícil que quieran repetirlo con champán del bueno. De forma que habrá que acudir al chino de la esquina, comprarse unas buenas pinzas para la nariz y tenerlas preparadas para cuando nos convoquen dentro de un año a nuevas elecciones. Lo peor es ver cómo Arriola se sale con la suya.