Son muchos los que desde el 28 de abril están empeñados en salvar a Sánchez de los nacionalistas. Tras las elecciones de abril se ejercieron sobre Ciudadanos toda clase de presiones para que negociara con él la investidura, a pesar de que no movió un dedo para ganarse ese respaldo. Ahora le toca el turno al PP, y la actitud de Sánchez será la misma: sentarse a esperar que Casado le haga presidente gratis et amore. De lo que no se dan cuenta quienes presionan es de que Sánchez no puede ser salvado de los nacionalistas porque en realidad hace tiempo que depende en todo caso de ellos a través de Iceta, que es quien manda en el PSOE. Sánchez forzó la convocatoria de elecciones para librarse de Iglesias, no de los nacionalistas, de quienes, por muchas elecciones que se convoquen, no puede escapar.
Así que, sean cuales sean las fórmulas que la aritmética parlamentaria sugiera, la única en realidad posible es que Sánchez reúna suficientes apoyos, además de los de los nacionalistas que ya tiene, para poder ser investido. Pretender que forme una gran coalición con el PP es pedirle un imposible, porque no está en su mano desligarse de los nacionalistas, que es lo primero que el PP le pediría. El único camino que tiene Sánchez, la única opción a la que siempre estuvo limitado, es la del mal llamado Gobierno Frankenstein. No hay otra. Esperaba mejorar lo suficiente en las elecciones del pasado domingo para no tener que coaligarse con Podemos, pero la jugada no ha salido. Así que, si Iglesias se mantiene firme, tendrá que darle algún ministerio a Podemos a cambio de ser investido, pero para seguir estando en manos de los nacionalistas. Para que esto sea así hay que dar por hechas dos cosas. La primera, que Sánchez esté dispuesto a hacer cuanto sea necesario para evitar nuevas elecciones. Y la segunda, que en el PSOE no haya nadie con cabeza y poder suficientes para descabalgar del poder a esta marioneta de Iceta y poner en su lugar a alguien sensato con quien pactar un programa con el que hacer frente al desafío nacionalista y a la crisis económica. Tanto unas terceras elecciones como un recambio socialista son alternativas más cerca de lo imposible que de lo meramente improbable.
Naturalmente, mientras finge verse obligado a dejarse investir por los nacionalistas, Sánchez hará responsable de su indecorosa situación a Casado, como antes hizo con Rivera. Pero si alguien cree que el PP puede liberar a Sánchez de la hipoteca que en su día firmó obligado por Iceta, está completamente equivocado. Sea investido con los votos del PP o no, Sánchez cumplirá sus compromisos con los nacionalistas en todo caso. Para lo único que serviría investirle por la cara es para ahorrarle el mal trago de tener que conseguir el voto de Iglesias, un favor que naturalmente ni agradecería ni pagaría. Todo esto no tiene nada que ver con Frankenstein, un personaje encantador, niñero y entrañable. Lo que se nos viene encima es el Gobierno Drácula, que ya se sabe a quién chupará la sangre.