Hace ya mucho tiempo que la televisión redujo la política a cruda imagen. Pero al menos antes junto a la imagen había un contenido al que se podía acceder si se quería. Ahora el argumento se reduce a lo que quepa en 280 caracteres. Hoy basta un gesto, un apretón de manos y nada más. Como muy bien hemos visto en España estos días, este reduccionismo no es exclusivo de Trump. Sin embargo, los frutos de la cumbre de Singapur tienen más calado de lo que parece, aunque en negativo. Primero, en cuanto a las formas. Antes, las reuniones de este tipo se celebraban después de que los respectivos equipos de Gobierno hubieran alcanzado acuerdos de sustancia que los jefes se limitaban a ratificar. Aquí, al contrario, casi lo único que se ha acordado es seguir negociando.
Lo peor está en lo poco sustantivo que hay. Trump ha cometido el gravísimo error de ceder en cuestiones concretas e inmediatas a cambio de vagas promesas futuras. Me refiero a la suspensión de las maniobras militares conjuntas que Estados Unidos iba a llevar a cabo con Corea del Sur, canceladas a cambio de la desnuclearización de Corea del Norte en un futuro inmediato no especificado. La cesión es culpable porque no es la primera vez que el Gobierno norcoreano hace una promesa de esta naturaleza y la incumple. Por otra parte, demuestra que John Bolton, acérrimo partidario de la mano dura con Pyonyang, está en la Administración Trump para servir de coartada a las cesiones que está dispuesto a hacer el presidente. Si Bolton las consiente, pensarán algunos, no será para tanto. Es la misma función que cumple Borrell en el Gobierno Sánchez: exculpar las concesiones que éste haga a los separatistas catalanes porque no podrán ser graves si las hace un Gobierno en el que está el que fuera ministro de Felipe González.
Y lo único de sustancia que se ha acordado, el compromiso de la desnuclearización de la península y la firma de un futuro tratado de paz entre las dos Coreas, perjudica a Occidente. Porque no es que Corea del Norte se esté comprometiendo a desnuclearizar su país, sino que los norteamericanos también se están obligando a que no haya armas nucleares en sus bases de Corea del Sur. Esto puede parecer equilibrado, y lo sería si no fuera porque unos kilómetros al noroeste del paralelo 38 están las armas atómicas chinas. En cuanto al tratado de paz, significa perpetuar la división de Corea y por tanto implica obligar a los surcoreanos a renunciar al anhelo más importante que tienen como nación: la reunificación.
El verdadero objetivo de Trump no es la desnuclearización de Corea del Norte. Su único fin es demostrar que sus aptitudes negociadoras son superiores a las de Obama apareciendo en la televisión seduciendo al dictador que el anterior presidente no supo atraer. Todo por un gesto. Y aquí Sánchez cederá lo que haya que ceder con tal de fotografiarse estrechando la mano de Torra y demostrar que seduce mejor que Rajoy. Todo por un gesto.