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Emilio Campmany

Entre Daoíz y el Tambor del Bruch

Estamos entre un Rajoy sin redaños para acabar con el proceso de independencia de Cataluña y un Mas sin agallas para proclamarla.

Estamos entre un Rajoy sin redaños para acabar con el proceso de independencia de Cataluña y un Mas sin agallas para proclamarla.

¿Cuántas mentiras caben en un discurso de Mas? El último está lleno de ellas. Es por ejemplo una tomadura de pelo que presente su desafío como el clamor de un pueblo que quiere votar democráticamente y no le dejan. Hay en esa exigencia más embustes que palabras son necesarias para perpetrarlos.

En primer lugar, no hay tal clamor. Hay mucha gente movilizada, amparada y pagada por el poder con el objetivo de alcanzar la independencia o, en su defecto, cobrar al más alto precio posible por la renuncia a ella. A la vez, se silencia, margina y castiga a quienes osan manifestarse en cualquier sentido en contra. Díganme si no qué periódico españolista puede aspirar a recibir una subvención siquiera parecida a la que cobran los independentistas. En segundo lugar, jurídicamente, el pueblo catalán no existe. Y mientras no exista en términos jurídicos, nada puede hacerse o reclamarse en su nombre que tenga eficacia jurídica, mucho menos algo de efectos tan amplios como los que puede implicar un referéndum por la independencia. En tercero, no se trata de votar democráticamente nada. Una votación sólo es democrática si se reproduce cada tantos años. Un Gobierno es democrático si hay la posibilidad de arrebatarle el poder democráticamente. En cambio, no lo es si no puede ser derribado por las urnas, por muy democráticamente elegido que haya sido. Por último, tampoco es verdad que al supuesto pueblo catalán no se le deje votar, porque de hecho vota muchísimo en muy variadas elecciones. Entre otras, participa en las elecciones al Congreso y el Senado de ese país al que se supone que no quiere pertenecer mucho más activamente que en las elecciones al Parlamento de ese otro distinto que se supone que quiere ser.

Los referéndums de independencia no son un normal acto de democracia. Constituyen la sanción de algo previamente decidido por los políticos o se emplean para dirimir las diferencias que esos mismos políticos tienen sobre el asunto. Cuando, por las razones que sea, no hay cauce para celebrarlos, lo que hacen los gobernantes partidarios de aquélla es proclamarla y atenerse a las consecuencias. Aunque para eso hace falte eso de lo que no anda sobrado Mas.

Tampoco ha estado mal la contestación de Rajoy, que ha encontrado la razón de ser, el argumento fundamental para que un catalán quiera seguir siendo español en que un andaluz puede vivir con el corazón de un catalán. Y con el de un danés o un chino, y eso no es razón para aspirar a depender de Copenhague o Beijing. Así que aquí estamos entre un Rajoy sin redaños para acabar con el proceso de independencia de Cataluña y un Mas sin agallas para proclamarla. Vamos, que ni uno es Daoíz ni el otro el Tambor del Bruch.

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