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Emilio Campmany

El traidorzuelo impune

Me da vergüenza tener a este presidente. Pero más me la da el que casi nadie lo denuncie y que los españoles no queramos escuchar a los pocos que lo hacen.

Me da vergüenza tener a este presidente. Pero más me la da el que casi nadie lo denuncie y que los españoles no queramos escuchar a los pocos que lo hacen.
Mariano Rajoy | EFE

Entremetido en el publirreportaje que los medios de comunicación han hecho a la ETA con ocasión de su performance, se ha sabido que Mariano Rajoy estuvo cumplidamente informado de la negociación con ETA que Zapatero protagonizó. No sólo, sino que, aunque respaldó en privado el regateo, advirtió de que no lo apoyaría públicamente por temor a la reacción de su electorado. Además, con desvergonzada desfachatez y para mayor oprobio de su memoria, se opuso públicamente a la negociación. Ahora se nos cuenta la milonga de que Rajoy simplemente se dejó informar. No es cierto. Si de verdad se hubiera opuesto a lo que no fue otra cosa que una bajada de pantalones del Estado ante una banda terrorista, habría denunciado lo que le fuera contando el Gobierno para sabotear la negociación. Al contrario, lo que hizo fue colocarse en una posición de la que pudiera beneficiarse pasara lo que pasara. Si la negociación salía bien, él no sería responsable de las concesiones hechas. Y si fracasaba podría decir que desde el principio se opuso a ella. Lo peor de esa actitud no es lo despreciable que es. Lo peor es que obligó a Zapatero, otro que de principios no anda sobrado, a triunfar, esto es, a conceder tanto cuanto fuera necesario.

Por su parte, Rajoy lleva en el pecado la penitencia y ahora no tiene otro remedio que hacer patente su traición y cumplir los compromisos de Zapatero por no arrostrar las consecuencias de un retorno de la violencia. Cobardón como es, nunca se arriesgaría a tal cosa, por indigna que fuera la actitud a adoptar.

Es sencillamente inaudito que semejante traición, que incluye no confesar las cesiones hechas a ETA, no sea debidamente recriminada en los medios de comunicación. Al contrario, la mayoría de ellos colaboran con aparentar la imposible ficción de que ETA, tras una negociación, deja de matar y se disuelve sin ninguna contrapartida. Mientras, Josu Ternera, libre como los pájaros, se asoma a nuestras televisiones, los presos de ETA van saliendo de la cárcel según diversos expedientes, los crímenes de la banda no se investigan y apenas hay detenciones, si es que hay alguna. Encima, Navarra se desliza suavemente hacia la euskaldunización a vista, ciencia y paciencia de PP y PSOE y entre la indiferencia del resto de los españoles –incluido Ciudadanos–, poco dispuestos a batirse el cobre por una región que, gracias al convenio económico, disfruta de unos privilegios fiscales que la sitúan a la cabeza de la renta per cápita española.

Nuestro empeño en dar crédito a los medios de comunicación y en no enterarnos de la traición de la que hemos sido víctimas tiene por objeto evitarnos asumir la indignidad que nos han traído Zapatero y Rajoy. No nos damos cuenta de que tal comportamiento nos hace igualmente indignos. Me da vergüenza tener a este presidente. Pero más me la da el que casi nadie lo denuncie y que los españoles no queramos escuchar a los pocos que lo hacen.

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