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Emilio Campmany

El PSOE de siempre

Las injerencias de Teresa Ribera en la gestión de Jordi Sevilla al frente de Red Eléctrica Española no se explican si no tenían por objeto defender intereses particulares.

Las injerencias de Teresa Ribera en la gestión de Jordi Sevilla al frente de Red Eléctrica Española no se explican si no tenían por objeto defender intereses particulares.
Teresa Ribera | Europa Press

Las injerencias de Teresa Ribera en la gestión de Jordi Sevilla al frente de Red Eléctrica Española no se explican si no tenían por objeto defender intereses particulares. Si, como encargada de velar por los del Estado, que es uno de los accionistas de la empresa, creyó que la gestión de Sevilla era deficiente o ineficaz, debería haber intentado, a través del representante que el Estado tiene en el Consejo de Administración, su sustitución. Pero no fue eso lo que hizo, sino que pretendió gestionar la empresa a través de Sevilla como si éste fuera un subordinado suyo. Y lo hizo con el fin de evitar, entre otras cosas, que REE recurriera determinadas decisiones de la Comisión Nacional de Mercados y de la Competencia. ¿Y qué pito toca Ribera en esa Comisión? Pues que su marido, Mariano Bacigalupo, es consejero de ella y aspira a presidirla. Y es de suponer que es el responsable más o menos directo de esas decisiones. ¿De qué calidad serán éstas para que la vicepresidenta haya tenido que recurrir a todo su poder y sufrir el correspondiente desgaste con tal de evitar que sean revisadas por los tribunales?

Ya no sólo cabe imaginar que no estarán muy bien fundamentadas jurídicamente, que es algo que en un Bacigalupo no sería maravilla, y que en consecuencia es fácil que los tribunales las tumben. Puede también esperarse que Bacigalupo no quiere que un revés judicial en una decisión de la que él sea responsable le deslegitime para presidir la institución o incluso para seguir formando parte de ella. Sin embargo, parece esto poca cosa para llegar hasta donde su mujer ha estado dispuesta a llegar. Más bien cabe sospechar, considerando el mucho dinero que las grandes empresas se juegan en esa Comisión, que la revisión judicial de esas decisiones pueda encontrar algo más que el no ser ajustadas a Derecho.

En cuanto a Sevilla, no se entiende que haya dimitido en vez de convertir su despacho de REE en El Álamo. No es razonable pensar que haya sido obligado a dimitir mediante amenazas porque en tal caso habría tragado con la versión del Gobierno de que lo hacía por motivos personales. Ha estado muy lejos de eso, pues ha denunciado a los cuatro vientos las indebidas injerencias de la ministra. Da más bien la impresión de que, como dimitido, podrá disparar determinados cañones que sin dimitir no podía. Ojalá sea así, porque esta historia no tiene pinta de haber acabado. Al contrario, parece que no ha hecho más que empezar. Un bonito serial para este Gobierno que apenas ha echado a andar y ya tiene más escándalos que los que haya podido padecer el PP durante sus últimos siete años de gobierno. El PSOE de siempre.

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