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El psicópata de la Moncloa

Nuestro presidente tiene un afán de ensañamiento psicópata con las víctimas de sus acciones políticas.

Nuestro presidente tiene un afán de ensañamiento psicópata con las víctimas de sus acciones políticas.
Pedro Sánchez | EFE

De año en año, durante la canícula, sale la noticia de que un incendio fue provocado por uno de los que estaba encargado de sofocarlos. Son personas a las que el deseo de ser útiles les lleva a ocasionar artificialmente la desgracia que les han confiado paliar cuando ésta no termina de desencadenarse espontáneamente. Es el caso de Sánchez. Después de escandalizar a media España exiliando al rey emérito, habiendo aquí tantos políticos con muchos más merecimientos para ser tan severamente castigados, ahora viene con la manguera a apagar el fuego. "Sánchez zanja ante Iglesias y sus ministros el debate sobre la Corona"; "El líder del PSOE llama a la militancia a defender ‘toda la Constitución’, incluida la Monarquía". Para creerle tendría que explicar por qué su ministro de Justicia habló de "crisis constituyente" y su jefe de gabinete de "reforma constitucional"; además de los disparates que dice su vicepresidente, que sigue siéndolo tan sólo por voluntad del bombero pirómano.

Claro, que es posible que el presidente padezca una enfermedad mental mucho más exótica y que es conocida como el síndrome de Munchausen por poderes. Estos enfermos provocan artificialmente malestar en las personas que tienen que cuidar, normalmente sus hijos, para poder justificar luego los cuidados que ansían prestar. Sería una tara más que añadir a las muchas que ya padece: la mitomanía –que es la afección que sufre el mentiroso patológico–, el narcisismo y por supuesto la egolatría. A eso hay que añadir otros trastornos de la personalidad que no están todavía reconocidos como enfermedades, por ejemplo la titulopatía –o el impulso de atribuirse títulos que no se tiene derecho a ostentar– y la mentecatez obsesivo-compulsiva, que afecta al tonto que se empeña en hacer a todas horas ostensible su dolencia.

Hay, sin embargo, una última patología que añadir, probablemente la más grave, que no se había revelado del todo hasta ahora y a la que es difícil encuadrar en una enfermedad conocida. Nuestro presidente padece, además de todas las alteraciones anteriores, un afán de ensañamiento psicópata con las víctimas de sus acciones políticas. Algo de eso ya se percibió cuando se empeñó en desenterrar a Franco desafiando todas las leyes humanas y divinas. Ahora, sin embargo, los síntomas son más evidentes por ser el damnificado una persona viva. De ninguna otra manera cabe interpretar que Sánchez, al día siguiente de haber echado de España a Juan Carlos I, se haya ido a veranear a La Mareta, la extraordinaria villa que nuestro rey donó a Patrimonio Nacional tras haberla recibido como obsequio del rey de Jordania. Así que quien nos gobierna no es tanto un desnortado y un chisgarabís de tres al cuarto, sino más bien una enciclopedia andante de enfermedades psiquiátricas reunidas en una sola persona que sería el paciente ideal de cualquier profesional argentino. Y pensar que pasa por ser el más sensato del Gobierno... Es a éste al que pertenecen las manos en las que estamos. Si con él no se va España al garete, será porque los independentistas catalanes y vascos son unos zopencos y los comunistas de Podemos unos tarugos de cuidado.

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