La prensa halaga casi con unanimidad la reacción de Rajoy a la escalada independentista. Hasta El País, que lo puso de chupa de dómine en el editorial inmediatamente posterior a la vacía declaración institucional, tituló el jueves: "Rajoy reacciona y trata de unir a los partidos contra la secesión". No sólo, sino que muchos desaconsejan incluso en estas circunstancias recurrir al artículo 155. Ignacio Camacho, por ejemplo, lo compara al maletín nuclear y viene a decir lo que se dice de los abogados, que son como las armas nucleares, se tienen pero no se utilizan. El mismo Rajoy alega estar reaccionando con prudencia y proporcionalidad. Todo lo cual hace que me pregunte si no estaremos equivocados los pocos que quizá alocadamente creemos que ha llegado el momento de hacer que la Constitución y las leyes se cumplan.
A la vista de tantos y tan autorizados llamamientos a la prudencia, he recurrido a los clásicos. Maquiavelo dice abiertamente que es preferible ser impetuoso que prudente al final del capítulo XXV de El Príncipe. Sin embargo, el sabio florentino puede ser acusado de amoral, de forma que me he vuelto a Giuseppe Botero, más partidario de someter el gobierno a mandatos morales. Al principio del Libro Segundo de su Ragion di Stato, el ilustre piamontés alaba la prudencia como algo que proporciona "reputación". Pero a ella añade otra virtud indispensable al príncipe, el coraje:
Sin aquélla, estaría como ciego; sin éste, como impotente. La prudencia suministra el consejo, y el coraje, las fuerzas; aquélla manda, éste ejecuta; aquélla detecta las dificultades de las empresas, éste las supera; aquélla diseña, éste encarna los asuntos; aquélla afina el juicio, éste robustece el corazón de los grandes personajes.
La prudencia no consiste en no hacer nada. Prudente es quien sopesa cuidadosamente qué hay que hacer y luego tiene el coraje y la resolución de hacerlo. No puede haber proporcionalidad en la reacción cuando ésta consiste en no hacer nada. A menos, que tenga que ser calificada de reacción proporcionada y prudente el hacerse una foto con el líder de la oposición sin acordar ninguna acción.
Hace tiempo que debió aplicarse el artículo 155, no a todo el Gobierno de la comunidad autónoma, sino tan sólo a la Consejería de Educación, con el fin de garantizar que los catalanes que quisieran educar a sus hijos en español pudieran hacerlo. Luego se debió haber intervenido, tan sólo en lo necesario, para impedir que se sancionara a quienes rotulan en español ejerciendo un derecho reconocido constitucionalmente. También debió aplicarse en el ámbito estrictamente económico la legislación de estabilidad presupuestaria cuando la Generalidad la desobedeció groseramente. Ni se debió permitir la celebración de la consulta separatista. Como tampoco debió consentirse que se celebraran unas elecciones ilegalmente convocadas como plebiscitarias. Si en alguno de estos momentos se hubiera intervenido con la mínima intrusión necesaria, hoy no nos veríamos donde nos vemos. Ya lo advirtió Maquiavelo:
Nunca hay que permitir que los desórdenes aumenten con tal de evitar un conflicto, porque sólo se consigue demorarlo en perjuicio propio.