En España está firmemente asentada la idea de que basta que una cosa la proponga el PSOE para que el PP haga la contraria y viceversa. Es notable que cada uno de los dos partidos, cuando llegan al poder, lo primero que hacen es cambiar la ley de educación y cargarse la que había hecho el otro. Es notable, no sólo porque una cosa tan seria como ésta debería tener una regulación fruto del consenso, sino porque, diga lo que diga la ley, la competencia está transferida a las comunidades autónomas y ya se sabe por dónde se pasan esa ley, tenga el padre que tenga, algunas de ellas. Otra prueba de la inquina con la que se ve todo lo que haga el otro está en el escándalo manifestado por Elena Valenciano al ver que el PP se propone suprimir la malformación del feto como supuesto en que está permitido abortar. Puedo entender que defiendan una ley de plazos, aunque sea inconstitucional, pero que se propongan erradicar la presencia de tarados, deficientes y retrasados por el expeditivo método nazi de matarlos antes de que nazcan sólo se explica por ser el PP el que defiende lo contrario.
Sin embargo, la verdad es que PP y PSOE, aunque disimulen, logran ponerse de acuerdo en muchas más ocasiones de lo que parece. Ahí tienen la ideíca de quedarse con el veinte por ciento de todos los premios de lotería que superen los 2.500 euros. Ya dicen que el dinero no da la felicidad. Los que han sido agraciados este sábado con el Gordo de Navidad se llevarán el primer disgusto de su nuevo estatuto de personas acaudaladas cuando vean que, de lo que les ha tocado, Montoro se va a quedar con un suculento pellizco. A pesar de que merece ser suya, la ocurrencia no es del drácula de Jaén. El primero que la propuso fue Rubalcaba. Y el Gobierno del PP se dio con los talones en el trasero para que pasara en horas veinticuatro de las musas al Boletín Oficial del Estado.
A la mayoría les parecerá que la cosa no es para tanto y que, si de lo que se trata es de evitar recortes, bienvenida sea la medida. Y, sin embargo, el nuevo impuesto es paradigmático de lo que los españoles padecemos, esto es, el gobierno de una oligarquía partidaria integrada por socialistas, populares y nacionalistas, que es verdad que no se ponen de acuerdo en mucho, pero que lo están en lo que debería ser sustancial para nosotros. Y no es otra cosa que la de agitarnos una y otra vez boca abajo como si fuéramos alcancías hasta sacarnos el último euro que hayamos sido capaces de ganar con nuestro sudor. Lo más gracioso es que la mayoría cree que el dinero se lo sacan a los demás, no a ellos. Y que precisamente lo extraen para dárselo a esos mismos en forma de prestaciones y servicios. Si al menos fuera verdad…