Tienen gracia los independentistas catalanes: cuanto más independistas se hacen, más españoles son. El "bienvenido, Mr. Marshall" a los congresistas norteamericanos, venidos a respaldar el proceso, responde a un clásico guion de Berlanga. Básicamente han hecho lo que hace todo español que espera recibir un favor de un extranjero, invitarle a una comilona regada generosamente con finos caldos de la tierra. Tal fue el agasajo que muy pronto se hizo evidente la imposibilidad material de estar al día siguiente en Madrid, a las nueve y media de la mañana, para entrevistarse con dos funcionarias que al parecer son las especialistas nombradas por Rajoy para la cuestión catalana, una de ellas, para mayor oprobio, diplomática de carrera. También tenían previsto entrevistarse más tarde con el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, a quien Dios confunda y que también pertenece, para ulterior sonrojo, a la Carrière.
No sé cómo pueden pretender los independentistas que nadie les tome en serio cuando su cabeza visible se deja fotografiar enmarcado por estos dos tunantes. Sólo Puigdemont sabe lo que nos ha costado a los españoles el capricho. Ha debido de ser un buen pellizco a juzgar por la cara de Pascua que se le puso a Dana Rohrabacher al bajar del avión y que no se le quitó hasta que salió de España.
Pero mucho peor han quedado nuestros gobernantes. ¿Se imaginan las protestas norteamericanas si Rufián viajara a Estados Unidos, se entrevistara con un hipotético gobernador del estado de Texas que fuera separatista y respaldara públicamente su pretensión? Desde Washington nos dirían, con toda la razón, que nos metiéramos en nuestros asuntos y que dejáramos de enredar. Aquí, no. Aquí nos peleamos por ver quién agasaja más a estos perillanes. Si no llega a ser porque a base de productos del Penedés no hubo quien los levantara a las seis de la mañana para traerlos a Madrid, les hubiera recibido el mismísimo ministro de Asuntos Exteriores, que se ve que Margallo ha hecho escuela y el ministerio ya sólo tiene un asunto del que ocuparse, el catalán.
Y qué decir de las dos funcionarias dedicadas específicamente al proceso independentista. ¿Qué iban a explicarle a los congresistas si éstos hubieran cenado con más moderación? ¿Que, considerando el dinero que Montoro le da a Puidgdemont, podían haber sacado mucho más de la visita? ¿Que España es una nación de naciones? ¿Que lo de Cataluña no está tan mal si se tiene en cuenta cómo está lo de los presupuestos, que para aprobarlos hay que contar con la ETA?
Que al final haya sido sólo el director general para América del Norte quien recibió a estos dos salteadores del principio de no injerencia se lo debemos tan sólo al bendito influjo de los espumosos autóctonos y no al sentido de la dignidad de nuestros gobernantes, que sólo lo tienen cuando la casualidad está de nuestra parte. Bendito cava.