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Emilio Campmany

Desafío al refranero

Rajoy ha preferido ir metiéndonos las medicinas a pequeñas dosis, introduciendo modificaciones en el tratamiento cada semana para ver si así no nos enteramos de lo que nos está chutando.

Dice la prensa casi unánimemente que el Gobierno no sabe comunicar. La adicta prologa el diagnóstico con la aclaración de que lo está haciendo bien, pero eso, que no sabe comunicar. Es patente que no saben, pero no creo que ése sea el único problema porque, a fin de cuentas, el buen paño en el arcón se vende. Pero tampoco termino de estar convencido de que las medidas económicas sean un mal paño que necesite de buena comunicación para poder venderse bien. Total, que si no se puede culpar al fondo de lo que se comunica ni del todo a la forma en que se hace, ¿qué es lo que no funciona?

Me barrunto que el quid está en el carácter de Rajoy. De él decían que era un mal candidato, pero que sería un gran presidente. No lo dudo, pero siempre que las condiciones no fueran excepcionales. La cuestión es que lo son. Por ejemplo, Rajoy ha querido evitar que nadie tenga en su gabinete excesivo poder. Tiene una única vicepresidenta, pero a la que no se le deja meter baza en temas económicos, que es más de la mitad de la actividad política. Y en Economía, ha puesto a dos gallitos para que se anulen el uno al otro y de ese modo ninguno sobresalga. Para una situación normal puede ser una solución a fin de preservar la autoridad del presidente. En la actual, es un desastre.

Y lo es no sólo porque el Gobierno comunique mal, sino porque acaba dando bandazos en un sentido y en otro, trompicándose, con arrancadas de caballo y paradas de burro. Es lo que ha pasado con el IVA. Criticaron al Gobierno del PSOE por subirlo. Para ser coherentes con esta crítica, decidieron desmentir su propio programa y subieron el IRPF en contra del consejo técnico que indicaba que era el IVA lo que había que subir. Y ahora, sin bajar el IRPF, anuncian que subirán también el IVA, pero no hoy, sino en 2013. No hay genio de la comunicación que pueda presentar a la opinión pública tanta deriva como una política coherente.

¿No hubiera sido mejor escoger un consejo de ministros al mes o mes y medio de la investidura y hacer de golpe todo lo que se supone que saben que hay que hacer y luego esperar a ver si en un tiempo razonable el enfermo responde al tratamiento? Pues debe de ser que no. Rajoy ha preferido ir metiéndonos las medicinas a pequeñas dosis, introduciendo modificaciones en el tratamiento cada semana para ver si así no nos enteramos de lo que nos está chutando. Prueba de ello es que aprueban un presupuesto un viernes y lo reforman en diez mil millones el viernes siguiente y luego explican que no es una reforma, sino un modo concreto de ejecución. Eso no constituye un problema de comunicación. Eso es que estamos gobernados por alguien que prefiere ponerse ciento amarillo antes que una vez colorado. Y desestimar los consejos del refranero es muy peligroso.

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