La derecha y el centro españoles todavía no se han dado cuenta de a qué se enfrentan. El presidente del Gobierno se desdice de todo lo que prometió en la campaña electoral. El ministro de Consumo habla de la Fiscalía sin tino ni conocimiento. La ministra Calvo arremete contra la Academia de la Lengua por no hablar el español tan mal como ella. Sánchez rinde pleitesía a Torra. El vicepresidente segundo hace ministra a su pareja y la presidenta del Congreso a la suya. La investigación de los millones de Raúl Morodo pone en evidencia la corrupción del PSOE de Zapatero y sus conexiones venezolanas. La misma Bolivia, liberada del yugo bolivariano, cita a declarar a podemitas y socialistas corrompidos por el Gobierno antidemocrático de Evo Morales. En Navarra, el PSOE pacta con la ETA los presupuestos autonómicos. El grosero monopolio que la izquierda ejerce sobre la televisión garantiza que la mayoría de los españoles reciban información sesgada, cuando no falsa.
Mientras todo esto pasa, basta que la única cabeza del Gobierno, Iván Redondo, saque el trapo rojo del pin parental para que toda la oposición embista al unísono. Y en vez de hacerlo con un mínimo de inteligencia, lo hace de forma torpe y estulta. Vox acusa al Estado de enseñar juegos eróticos a los niños de 0 a 6 años y de impartir clases de zoofilia, confundiendo casos concretos, si es que son como los describe, con el sistema general. El PP de Casado se une para evitar que el Estado enseñe a los niños a denunciar a los padres, que es algo que todavía está lejos de ocurrir. Y Ciudadanos, que se dice un partido liberal, reniega de la libertad de enseñanza. Y mientras en Cataluña sí que sigue habiendo un adoctrinamiento sistemático en el odio a España y el supremacismo catalanista.
Desde que Sánchez fue investido presidente de Gobierno, Iván Redondo está centrado en ganar las próximas elecciones. Manda a su muñeco a la televisión pública, hoy propiedad del PSOE, a que responda del modo que ha memorizado previamente a preguntas pactadas que sin embargo no dejan ningún tema complicado sin contestar. Lo que ha hecho es prohibir a los periodistas repreguntar, no vaya a ser que el actor se salga del papel, meta alguna morcilla y se haga palmario el desierto que alberga su cabeza. Y Abascal y Casado, por un lado, y Aguado y Villacís, por otro, abusando de la interinidad de Arrimadas, a solazarse en declarar una tontería tras otra. Es cierto que al otro lado son muchas las sandeces que pueden llegar a balbucear Celaá, Calvo, las Montero, Garzón y el propio Sánchez. Pero la estrategia general está en manos de Redondo y a ése, si se le mete un dedo en la boca, se queda uno sin dedo y sin mano. Así que a ver si espabilan, porque, antes de que ilustren a nuestro hijos en los placeres de la zoofilia o arbitren un cauce para que los niños denuncien a sus padres, nos hemos podido quedar sin nación, si les dejan hacer con Cataluña lo que Sánchez y sus aliados se proponen.